Atrigeos II : Espectro

【 Capítulo 15 】

El día fue espantosamente abrumador. Azsael fue tan cruel como para ponerme con Vilh, el gigantesco hombre que entrenaba a los jóvenes. Como la única chica ahí me vi obligada a soportar sus bromas despectivas sobre pelear como niñas o que solo éramos un grupo de nenitas bobas y debiluchas. Era obvio que siempre se dirigía así a los chicos, pero ahora parecía lanzar cada palabra a mí.

Estuve en la Fortaleza de los Soldados hasta la hora del almuerzo. Cuando vi a Jolin de pie en la puerta de la sala de entrenamiento pude sentir una chispa de vida regresar a mí. Vilh no discutió cuando Jolin se acercó y me indicó que lo siguiera, aunque si vi la mirada lasciva que le lanzó.

—¿Qué tal el primer día?—preguntó con tono de burla. Sabía que lo hacía de broma pero no me preocupaba en ese momento, solo quería llegar a mi habitación y darme un largo baño—Luces mal

—Extraño a Zhaarí—el chico soltó una carcajada que llamó la atención de algunos soldados que transitaban por la zona

—Venga Erika, es hora de irnos

Caminamos a las caballerizas, o más bien arrastre los pies mientras Jolin caminaba tan feliz de la vida. El chico tuvo que ayudarme a subir al lomo de Hyus, porque yo no era capaz de levantar una pierna a más de treinta centímetros. En el camino de regreso sufrí con cada rebote que daba por la velocidad del cuadrúpedo, y la historia se repitió al llegar a la Fortaleza. Jolin me bajó del caballo y literalmente me llevó en brazos hasta la tina. Griselda no tardó en venir. Jamás había necesitado ayuda para bañarme, era vergonzoso que ahora sí.

—Descanse señorita, necesitara recuperar energía para su entrenamiento de mañana—la amable mujer me cubrió el cuerpo con la sábana y luego colocó la mesilla de madera donde estaba mi almuerzo—Coma algo

—Gracias Griselda—le dediqué una sonrisa pequeña antes de que abandonara la habitación

Permanecí sola por unos minutos, durante los que comencé a comer mi delicioso almuerzo. No iba ni a la mitad de mi almuerzo cuando oí un golpe en la puerta.

—Adelante—respondí acomodándome para no verme tan patética como me sentía. La puerta se abrió y por ella entró quien menos hubiera esperado

—Vaya, luces mal—el rubio se detuvo antes de entrar a mi habitación con sus ojos abiertos por la sorpresa

Sonreí a medias y me acomodé el cabello mientras Garret avanzaba hasta mi cama y tomaba asiento. El príncipe estaba tan guapo como siempre, con una túnica de tela ligera de color arena y un chaleco azul marino y un pantalón marrón. Su cabello peinado hacia atrás de forma tan natural dejaba su rostro de líneas suaves al descubierto. Me daba pena que me viera así pero al menos me alegraba de haberme bañado antes.

—Garret ¿Qué haces aquí?—pregunté intentando no sonar tan sorprendida, aunque por su expresión supe que había fallado

—No te vi en toda la mañana. Te busqué por cada rincón de este lugar pero no te encontré—Garret miró mi almuerzo y sonrió—Tuve que recurrir a mis encantos para hablar con tu adorable dama de compañía, Griselda, y fue así como descubrí que acababas de regresar de un fuerte entrenamiento—el príncipe tomó una uva que se encontraba en mi charola y la llevó a su boca de forma seductora—En brazos de nuestro querido Jolin, a quien también me tope en los corredores y se negó a darme información acerca de tu paradero ¿Quieres decirme por qué no me informó de tu tan entretenida mañana en la Fortaleza de los Soldados?

Me quedé muda por la forma tan elegante, ligera y encantadora de expresar su duda sobre mi paradero. Garret no retiró sus ojos de mí y su sonrisa juguetona tampoco se borró. Aclaré ligeramente mi garganta intentando minimizar el nerviosismo que sentía por tenerlo en mi habitación. No sabía nada de etiqueta ni propiedad en la realeza, pero si Griselda se había alterado al ver a Azsael en mi cuarto, no me imagino que diría si encontrara al príncipe Garret Madsen sentado en mi cama.