【 Capítulo 26 】

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Desfile con la cabeza en alto y una sonrisa en mi rostro que pareció sorprender a los que pasaban junto a mí, ya que titubeaban antes de regresarme el gesto e inclinarse en una leve reverencia.

Así que esto era lo que Kirlia sentía cada que visitaba la Fortaleza, a todos esos ojos observándola, contemplando lo bella que era. Mentiria si dijera que no me agradaba sentirme apreciada por aquella gente. El que me regresaran una sonrisa o un simple saludo era algo que hacía sentirme cálida. Veía la esperanza de poder ser parte de ellos, porque si, aunque no pensará igual ni sintiera afecto por ellos, el pueblo de Neurin, los guardias, las damas de compañía, todos, ahora eran parte de mi vida.

¿Algún día podría sentir una conexión con ellos?

El saberme digna de su respeto y de su amor no era algo que yo buscara, sin embargo, algo en mi interior deseaba poder serlo, tener lo que Kirlia tuvo desde que nació. Amor, reconocimiento, respeto, un padre. ¿Algún día podría la vida darme eso?

Cuidaré de ti y de lo que pueda causarte daño. Lo prometo

Yo nunca traicionaría tu confianza, aun cuando él mismo Ellin me lo pidiera

Amigos, tenía amigos que aun en corto tiempo habían conseguido alcanzar un lugar en mi corazón herido. Quizás no había sido tan malo haber llegado a Anorith después de todo, sin embargo, en mi soledad, temía recaer en la vieja Erika que vivía cual zombi, sin sentir nada

No necesito un estorbo

Esas palabras me perseguirían por siempre, un amargo recuerdo de mi impotencia y mi desgracia. Azsael había dado justo en el clavo en esa tarde, y aun cuando hubiera preferido no oírlo decir eso nunca, que lo hiciera me recordó que no era una niña mimada y caprichosa. Durante años sobreviví a una vida sin nada más que mi hermana. Trabajé hasta el cansancio por conseguir algo para ella y lo logré, pero no importaba ya porque no fui capaz de protegerla. Yo no era un estorbo, era alguien capaz que había terminado en una nube esponjosa de comodidad. Estaba olvidándome de lo que era no tener nada, y ahora que lo sabía, tenía claro lo que debía hacer.

Mis pasos se detuvieron al contemplar la gran puerta el salón del trono, justo al otro lado aguardaba mi padre esperando una mentira con mascara de explicación. Los guardias enderezaron su postura al verme y me recibieron con una leve inclinación de cabeza.

—El rey solicita hablar conmigo—solté con una sonrisa amable. Dabin siempre decía que debía mantener las apariencias. Los soldados no respondieron a mi gesto, tan solo dieron media vuelta y abrieron la puerta para mí

Estar nuevamente en aquella sala resultaba un conflicto dentro de mí. Entre la belleza de la sala, con pisos de mármol y arañas brillantes colgando de un techo abovedado, con ventanales gigantescos que dejaban a la vista el esplendoroso bosque a sus espaldas, y el rechazo por ser el lugar donde Dabin me hacía sentir que no significaba nada para él.

Con calma me acerqué hacía el trono donde Dabin aguardaba tan elegante como siempre, con su túnica negra con bordados en plata que hacía lucir su piel más blanca y resaltaba el azul de sus ojos. Hacía días que no tenía la oportunidad de verlo, ahora que lo tenía enfrente me parecía más joven ¿Era eso posible?

—Te has retrasado—soltó con voz seria, cosa que no me sorprendió. Nunca se alegraba de verme

—¿Esa es tu forma de decir buenos días?—me detuve a metro y medio de él y crucé los brazos sobre el pecho—Es curioso, luces mucho más joven

—Los días han sido bastante relajantes—la forma en la que me miró mientras dijo aquellas palabras parecían ser un insulto

—Entonces no me hubieras mandado a llamar, así podrías seguir siendo joven por siempre—estaba molesta, más bien dolida.

Atrigeos II : EspectroWhere stories live. Discover now