Desperté temprano. Había estado teniendo pesadillas por lo que no podía conseguir dormir tranquilamente. Después de caer en un foso oscuro y sentir la viscosidad de pequeñas criaturas subiendo por mi piel, decidí que sería mejor no volver a dormir.
Con una capa de sudor sobre mi piel, bajé de la cama y fui directo al baño para quitarme cualquier sensación de viscosidad de mi cuerpo. Estaba demasiado cansada por lo que no me sorprendió quedarme dormida en la tina, no fue sino hasta que sentí que me faltaba el aire que desperté asustada. Salí de inmediato de la tina antes de que cualquier otra cosa sucediera, y me arreglé. Tendría que entrenar, aunque aún faltaba un par de horas.
Regresé a mi habitación y fui a la mesa a tomar un par de frutas. Con suerte tendría suficiente tiempo para que se deshicieran en mi estómago antes del entrenamiento. No tenía ganas de vomitar. Me dejé caer en la cama con la manzana en la boca. Después de la discusión con Jolin aún continuaba sintiéndome mal. Anoche había estado llorando sin entender porque el chico de pronto decidió que no podíamos ser amigos. Quizás se había dado cuenta de los problemas que traía o simplemente no quería seguir conmigo. Cual fuera la razón, me había quedado sin amigo.
El ruido de la puerta principal al abrirse llegó a mis oídos y pude oir los tacones de Griselda sobre el suelo. Seguramente me traía el vestido del día de hoy.
—¿Pero qué es esto?—preguntó del otro lado de la puerta. Oí un ruido y después Griselda chilló
Me levanté apresurada y fue a abrir las puertas para averiguar qué es lo que había espantado a Griselda. Cuando salí de mi habitación encontré a la mujer abrazando el vestido contra su pecho como si con eso pudiera defenderse de cualquier ataque. Sus ojos asustados me miraron confundida y luego señalaron hacia enfrente. Seguí la dirección con mis ojos y me sorprendí al ver a Azsael semi-recostado en el sofá con la espada desenfundada apuntando a Griselda. El soldado lucía con la mirada perdida en el sueño, pero aun así su mano se aferraba con firmeza a su espada.
—Tranquilo—me moví hacia el sofá y Azsael cambio su atención a mí—Baja eso, vas a lastimar a alguien—llegué a su lado y le quité la espada—Griselda deja el vestido en el armario y por favor pídeme el desayuno—la mujer asintió tan servicial como siempre pero pronto su entrecejo se frunció con enfado
—Princesa ¿Qué es esto? ¿Por qué hay un hombre en su habitación?—miré a Azsael, quien se frotaba el rostro intentando alejar el sueño, y regresé mi atención a Griselda
—Es solo Azsael—respondí con calma. Ambos me miraron con enfado en la mirada—¿Qué?
—¿Solo Azsael?—repitió con voz ronca. Me encogí de hombros y miré a Griselda
—Vino a hacer guardia anoche porque le dije que había estado sintiéndome mal. No quería que me diera un ataque y me encontraran muerte al día siguiente—mentí
—¡Por Ellin! No digas eso—me regañó como una mamá. Sonreí para tranquilizarla y parece que funciono—Está bien—la mujer fue a dejar el vestido en el armario dejándome a solas con Azsael. Abrí la boca para hablarle, pero la mujer reapareció—¿Quiere que pida el desayuno también para él?—preguntó poco convencida
—No necesito nada, gracias—respondió Azsael poniéndose de pie
—Siéntate de nuevo—empujé el pecho del soldado haciéndolo regresar al sofá y miré a Griselda—Si, también trae algo para él, y por favor, que lo traigan pronto—Griselda dudó pero hizo una reverencia antes de marcharse
Esperé un momento para oír los pasos de la mujer alejarse. A veces Griselda era algo entrometida, por lo que nunca estaba de más ser precavida. Al final ella podría andar divulgando información falsa al resto de las mujeres en la Fortaleza.
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Atrigeos II : Espectro
Fantasy● Libro Dos ● Un año a pasado desde que Erika cruzó un viejo atrigeo hacia Anorith, donde descubrió que su padre es el Rey y encontró amigos que nunca pensó tener. La esencia de aquel vehnthura aun permanece dentro de su cuerpo y sigue sin poder co...