【 Capítulo 31 】

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La habitación en la que desperté era tan común que por un momento creí haber regresado a Marowak, a la Tierra. Todo era tan normal. La cama y la sábana morada junto a las almohadas, las lámparas en las mesas de noches y el tapiz gris con diseño de hojas. Una enorme ventana se encontraba a la derecha de la cama y frente a ella un estante lleno de libros y discos. La típica habitación de una chica común y corriente.

Recorrí el lugar sintiéndome realmente conmovida y encantada, era la habitación más perfecta que pudiera soñar, la adoraba por completo. El reflejo de la luna me hizo acercarme al espejo que se encontraba sobre el tocador. Era grande y amplio, redondo y con un simple marco de madera barnizada. Me senté en el banco frente a él y sonreí sin saber porque. Frente a mí estaba un espejo negro.

Era una placa negra, grande y amplia, redondo y con un simple marco de madera oscura. No podías ver nada del otro lado, sin embargo mi yo en el sueño no podía dejar de sonreír y tocarse la cara y el cabello. Algo junto a mi soltó una risa y tocó mi hombro. Me volví a verlo y solté un grito.

Abrí los ojos al mismo tiempo que un grito de horror se abría paso por mi garganta. Me removí en mi lugar y topé con algo que me asustó aún más. Los caballos relincharon asustados y comenzaron a moverse inquietos sin poder soltarse del árbol.

—¡Cállate!

Por el rabillo del ojo vi algo moverse hacía mi con velocidad, pero algo tiró de mí antes de cubrir mi boca con su mano. Me esforcé por acostumbrarme a la oscuridad, tardé unos minutos en reconocer el rostro de André, más allá, de pie con cuchillas en la mano, Zhaarí me miraba con el ceño fruncido. Ambos parecían confundidos y molestos por haber sido despertados, pero pude ver preocupación en sus ojos.

André retiró su mano de mi boca lentamente, como si temiera que volvería a gritar, y se apartó para darme espacio. Estábamos en el suelo, el entre Zhaarí y yo, aun lado de mi cabeza, una daga de la chica se encontraba clavada en el suelo. Subí una mano a mi pecho intentando calmar mi acelerado corazón. Me sentía débil y asustada.

—¿Quieres bajar eso? Vas a matar a alguien—soltó André dirigiéndose a Zhaarí. La castaña apretó los labios y regresó la daga a su funda

—¿Estas bien Erika?—asentí lentamente y mi mirada se encontró con la suya. Ella sabía lo que podía ocurrirme. Una sola señal de peligro y Zhaarí me daría una de las tres dosis que tenía en mi maleta, pero no lo desperdiciaría.

—Estás temblando

André sacó una capa extra de su maleta y se acercó para envolverme con ella. Jamás hubiera pasado por mi mente que el pelirrojo fuera a abrazarme, lo hacía para mantenerme caliente, sin embargo en aquel momento no pude ser capaz de pensar en lo que realmente sucedía, solo quería sentirme segura. Zhaarí se sentó a mi lado y encendió una pequeña fogata cerca de nosotros.

—¿Qué ocurrió?—preguntó André. Mis ojos viajaron hasta Zhaarí, quien negó con la cabeza. No podía decirle lo que me sucedía, aunque tampoco planeaba hacerlo, pero sino lo hacía me tragaría el miedo y sería mucho peor

—Tuve una pesadilla—el chico me miró con seriedad y asintió una sola vez—Fue algo...jamás había soñado algo así—hablé sin poder conseguir las palabras adecuadas—Todo en el sueño me hizo sentir mal

—Sea lo que sea, solo fue una pesadilla. Nada de eso es real—Zhaarí calentó un poco de leche y me la dio—Bébelo, te caerá bien—no me quejé por el sabor, simplemente bebí la leche

—Los sueños son el reflejo de lo que sentimos—habló André como todo un experto en el tema, pero eso no me hizo sentir mejor, sino todo lo contrario

Atrigeos II : EspectroWhere stories live. Discover now