Prólogo

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En ésta noche, las estrellas no existían. El negro manto del cielo era obstruido por una gruesa capa de nubes grisáceas y anchas con copos de nieve descendiendo de ellas hasta aquel reino.

Con grandes torres de hielo a las salidas del reino, siendo vigiladas por centinelas de hielo sólido.

El castillo estaba en vuelto de hielo después de haber sido destrozado por aquellas balas del Sur. Ahora era mucho más grande e imponente. Guardias de Arendelle supervisaban las calles en diferentes números de tropas, mientras que centinelas recorrían a los alrededores del reino.

-¡Llévenlo al castillo!

Un gritó de orden se hizo escuchar con un eco rebotando por las calles.

Un guardia lanzó a los pies de una tropa a un hombre con un uniforme roto y desgastado de guardia de las Islas de Sur.

-¡Esperen! ¡Por favor! ¡Yo no fui cómplice de nadie!

Pero fue inútil, pues lo habían arrastrado hasta el castillo.

Un espíritu apareció en las sombras de los callejones para ver tal escena, sintiendo un hueco en su pecho.

A su lado, la gran figura de un enorme conejo grisáceo, apareció a su lado para hablar de aquella situación.

-Es el octavo en esta semana -Murmura como si fueran a escuchar la delicada voz de Hada.

-No podemos hacer demasiado, es difícil distraer a los centinelas y a los guardias. La reina hace un gran trabajo con centinelas nuevos cada día.

-Debe ser -Afirma - Sabe que estamos aquí para proteger a todos los que podamos.

-Más que pensar en nosotros dos, sabemos a quién piensa más sobre esta situación.

Ambos comparten una mirada, una de Hada con una línea de labios y un ceño levemente fruncido pensando en ese espíritu invernal.

Pasan guardias frente a ellos, pero saben que no deben preocuparse pues no son visibles ante aquellos adultos, y mucho menos si ellos no dan el permiso para ser vistos.

-Volvamos -Ordena Conejo de ver al castillo - Puede que no hagamos mucho aquí, pero podemos ayudar a los alrededores del reino.

Hada asintió en un movimiento, emprendió vuelo mientras que el gran animal se escabullía por uno de los agujeros de sus madrigueras.

La mañana siguiente, aquel guardia que encontraron por la noche ya hacía desvanecido en el suelo d ellos calabozos fríos y oscuros como el mar.

Los guardias arrastraron su cuerpo sin vida para deshacerse de él, mientras que uno se quedó para recibir la espada que se encargó de ejecutarlo.

Tomó un paño grisáceo para limpiar la sangre de la fina hoja de la espada, mientras se daba vuelta junto al hombre encargado de ejecutar al hombre.

-Da el mensaje a la reina - Ordena hombre rubio y alto al guardia - Un guardia más se resistió a dar noticias del príncipe Hans.

-No estará muy feliz con esta noticia, joven Kristoff.

-Eso lo sé, oficial. La reina sabrá qué medidas tomar con este cuarto hombre sin hablar.

-Aun así asesinan a quienes dan toda la información posible....

El rubio miró con un ceño fruncido y fulminante al guardia para dejarlo atrás mientras se retiraba a la salida de los calabozos.

El reino, en cuanto a la gente de Arendelle, trataba de cumplir al pie del día sus labores. No tenían nada que temer por la reina, pues ella salió a la defensa y protección de su pueblo, pero deben saber que jamás tienen que interponerse entre los guardias, los centinelas y la reina.

No si están frente a personas del Sur.

Las pesadillas jamás habían sido tan grandes y feroces, cosa que al gran Boggie Man le satisfacía, sentir más poder. En niños, adultos y criaturas mágicas de todo reino y tierra que tuviera que ver con esta guerra y estos asesinatos.

Gracias a su más preciada joya, la reina Elsa de Arendelle.

The Snow Queen. 2do libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora