“The only way to make sense out of change is to plunge into it, move with it, and join the dance.”
- Alan W. Watts
Como se habrán dado cuenta esta segunda parte me tomo su tiempo. Si la tengo lista de hace un rato pero simplemente no me convencía pero se quedara así, y pues que la disfruten.
Decir que la resistencia al cambio es algo normal se ha convertido en un cliché. Lo peligroso de este cliché es que da por sentado que el ser humano tiene una tendencia natural hacia el conservadurismo y a la defensa del estatus quo, lo cual es realmente difícil de sostener.
Los cambios en la vida son, en efecto, hechos que son interpretados por el ser humano. La manera de interpretarlo, puede ser entendida como el inicio de un proceso de toma de decisiones, donde nuestro pensamiento e intuición hacen su parte. En su inicio, nuestro juicio de valor acerca de un cambio identifica los potenciales beneficios o perjuicios que pueden darse como consecuencia de un cambio en nuestras vidas.
Este juicio está impregnado de nuestras experiencias previas, la cultura de la que formamos parte, nuestros objetivos personales y el contexto.
El cambio en la manera de trabajar puede ser una experiencia positiva si la nueva manera de hacer las cosas representa una mejora, tanto individual, como grupal y organizacional.
Tomando en cuenta lo anterior, es perjudicial asumir que la resistencia al cambio es algo natural, dado que las interpretaciones de las experiencias se agrupan de acuerdo a las múltiples perspectivas individuales. Estos grupos de interpretaciones, a favor y en contra del cambio, deben aparecer con casos distintos, que permitan potenciar el impacto positivo de quienes apoyan la transformación y mitigar las emociones negativas, así como las acciones de los detractores.
En conclusión, el cambio es una experiencia, con una complejidad única y con un potencial impresionante. Con el acompañamiento adecuado y bajo un enfoque metodológico riguroso, la experiencia de cambio puede ser visto como algo positivo, manteniéndose involucrados en el proceso de transformación, en lugar de ser meros espectadores.
En otras palabras, un proceso de transformación se convierte una experiencia positiva en la medida en que los interesados se convierten en protagonistas de las iniciativas de cambio. El cambio es individual pero al mismo tiempo recurre a promoverlo y a que los espectadores se impulsen en su propio cambio.
Uno empieza el cambio, el resto lo sigue.
Da tú el primer paso, a ver qué tan lejos llegas.