"¡Corre!". Era lo único en lo que podía pensar. A pesar de tener las manos atadas mantenía el equilibrio lo mejor que podía, ya que, si fallaba, sabía que mi vida estaba acabada. Eché un vistazo por encima de mi hombro, aún sabiendo que las vistas no iban a tranquilizarme, pues podía oír los gritos de mis captores persiguiéndome a orillas del río Seki.
De pronto oí lo que más temía, llevaban consigo una tanegashima, como ellos llamaban a las pistolas importadas por los portugueses. Y una de ellas había formado parte de mi equipaje hasta que, al tomar tierra en Japón, habían descubierto que era un extranjero. Y una mujer, a pesar de que había intentado cubrirme y pasar totalmente desapercibida entre varios jesuitas portugueses.
De nuevo varios estruendos se oyeron con la mala fortuna de darme la vuelta para ver a mis perseguidores, cuando una bala me alcanzó en el hombro izquierdo. Caí de bruces al suelo, me llevé la mano a la herida y la taponé. Eché de nuevo un vistazo y vi que estaban cada vez más cerca.
No quería acabar como los jesuitas. Uno de ellos tuvo la suerte de ser fusilado, el otro, fue quemado vivo frente a mí para que viese lo que me esperaba. Ahí fue cuando en mitad de sus risas decidí escapar antes que morir de esa forma tan horrible. Desde luego no había llegado a Japón para morir. Por eso, a pesar del dolor que me recorría, la adrenalina hizo que sacara fuerzas de donde no tenia y siguiera corriendo en busca de un sitio donde poder esconderme. Al margen izquierdo del río Seki parecía que se levantaba un gran bosque sin fin. Me dirigí casi sin aliento hacia su frondosidad en busca de refugio. Efectuaron varios disparos más, haciendo que la corteza de varios árboles saliese volando.
Un ruido me inquietó. No provenía detrás de mi, sino delante. A pesar de los disparos de mi espalda pude reconocer el sonido de unos cascos de un caballo al galope que sin duda se acercaban a gran velocidad a donde me encontraba. Ante el pensamiento de haber sido rodeada, me cegó la desesperación, comencé a correr adentrándome más y más en el bosque hasta que caí sobre mi hombro malherido al tropezar con unas raíces que sobresalían.
- ¡AH! _ Me retorcí de dolor en el suelo.
Mis perseguidores se pararon a pocos metros de mí, uno de ellos portaba la pistola los otros dos llevaban consigo dos peligrosas katanas que no quería saborear con mi piel. El que llevaba la tanegashima me apuntó. Instintivamente intenté retroceder. Uno de sus compañeros al percibir el ruido del caballo alzó la mano y paró al hombre que iba a asesinarme. Un silbido pasó al lado de mi rostro.
-¡...!
No podía creer lo que estaba viendo. Una pequeña daga había traspasado el pecho del que llevaba el arma de fuego. Unos segundos más tarde los compañeros blandieron las espadas de forma defensiva y por mi derecha pasó a toda velocidad un caballo de color oscuro con pequeñas manchas blancas en las patas. Sobre su lomo estaba montado un hombre vestido con una armadura oriental y una capucha blanca cubriendo su cabello.
Este nuevo hombre aparecido, sin dudarlo dos veces, sacó la katana y bajó del caballo. Se aproximó a uno de los asesinos y comenzaron a pelear. El metálico ruido de las katanas me hizo temblar todavía más de lo que ya estaba temblando de miedo y dolor. De pronto un golpe certero atravesó el pecho de uno de mis perseguidores dejando en el suelo un río de sangre y un cuerpo frío y sin vida al sacar la espada de él. El hombre que quedaba frunció el ceño y gritó con desesperación mientras se lanzaba a modo suicida al asesino de su compañero. El jinete no pareció inmutarse, por un segundo pensé que se iba a dejar matar, sin embargo, con un movimiento limpio mató al hombre restante. Lo que me dejaba a mí como último plato.
Giró su cabeza y me miró sin ningún tipo de expresión en concreto. De nuevo sentí cómo la muerte volvía a cruzarse conmigo. Intenté recomponerme para salir corriendo de allí, pero con ambas manos atadas y una herida de bala me era más que imposible en aquel momento. Además, la vista se me estaba nublando del dolor y no sería capaz de dar un paso sin caer antes.
Oí su pisada lenta pero firme, caminando hasta que se encontró en frente de mí. En aquel momento sentí el frío filo de la espada en mi cuello. "Voy a morir". Era el único pensamiento que se repetía una y otra vez en mi mente. Alcé las manos implorando clemencia, él cogió la cuerda que las unía y me levantó tan rápido que la sacudida hizo que mi capucha cayera hacía atrás dejando mi rostro lleno de sufrimiento y desesperación.
-¡Onna!_ sus manos perdieron la fuerza y me dejaron libre.
Conocía esa palabra. Había aprendido algo de japonés, aquello significaba "mujer". Estaba claro que me había expuesto yo sola, y el castigo para extranjeros por entrar a Japón era la muerte. Daba igual si eres hombre o mujer, lo único que importaba es que nosotros no éramos bienvenidos a estas tierras, eso lo sabía antes de llegar aquí.
Un deseo irrefrenable me impulsó a esta aventura. Una aventura que estaba por acabar pronto.
Esperando a ser decapitada o algo peor, miré a los ojos azules del hombre. Sentí un pinchazo en el hombro izquierdo, mi cuerpo cayó de espaldas al suelo, mi respiración se agitó ante un pinchazo agudo y grité de dolor. El hombre cogió su espada con ambas manos con la aparente intención de apuñalarme. Sin poder remediarlo, unas lágrimas de desesperación cayeron por mis mejillas y cerré los ojos esperando el final y dije suplicando.
-Onegai... (Por favor)
Al oír el ruido de la espada clavándose. Mi mente se paralizó. Sin embargo, no sentí su filo. ¿Qué había pasado? Abrí los ojos y vi la espada clavada en el suelo a mi izquierda de mi sien, sus manos estaban desatando las mías con rapidez. Entonces miré al desconocido que había decidido no matarme. Entre ansiedad, miedo y desconfianza, intenté agradecerle, pero no tenía fuerza para hablar, tan solo moví los labios, mientras que los suyos parecían decir algo que no llegué a oír con claridad. Y poco a poco sentía como me iba desvaneciendo en la más profunda oscuridad.
Una sacudida constante me llevó de nuevo a la realidad. Estaba sentada en el mismo caballo del hombre que había matado a mis captores, y era su brazo el que me rodeaba por la cintura impidiendo que cayera con el trote del animal. En un momento dado sentí una descarga eléctrica en el hombro y solté un grito de dolor que casi me desgarró la garganta. Me llevé la mano a la herida, noté cómo alguien había envuelto parte de mi hombro con un trozo de tela rasgada. Sus brazos me agarraban con fuerza apretando mi cuerpo contra su pecho, mientras no paraba de decir:
-Shikkari shite. (Resiste)
La fiebre me golpeaba con fuerza, lo más seguro es que la herida estuviese infectada. Cerré los ojos y esperé a que el destino me aguardara algo mejor que la muerte.
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Kenshin x Oc COMPLETO (Ikemen sengoku)
FanfictionUna mujer zarpa con un objetivo rumbo a Japón. Pero nada más tomar tierra su vida corre peligro, hasta que inesperadamente se encuentra con Kenshin, quien la tomará como su prisionera. Una turbulenta historia llena de pasión y sentimientos encontrad...