6 Botín de guerra

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Unas manos fuertes me agarraron por ambos brazos y se me sacaron de la celda. Varias mujeres me rodearon y me desnudaron por completo, me hicieron entrar en una bañera de madera con agua ardiendo donde me lavaron y cepillaron el pelo. Me vistieron con el otro yukata blanco y acto seguido me llevaron a una sala enorme donde me indicaron que esperase allí.

Tras unos minutos entró Kenshin, con un kimono azul y un haori con un cuello de pelo blanco. Iba desarmado. Por lo que suponía que no iba a deshacerse de mí, lo cual era un alivio. Sin embargo, al ver su expresión pensé que estaría enojado conmigo.

-Tienes suerte de que fuera yo quien te encontrara antes de que esa panda de ronin te matasen.

Se llevó a la boca una fruta pequeña y arrugada que nunca antes había visto. Se sentó al lado de la baja y alargada mesa llena de comida exótica.

- Cualquier otro hubiera participado con gusto en la matanza.

Me recorrió un escalofrío.

-Siéntate.

Me senté sobre las rodillas como él y le miré fijamente. Eché un vistazo a los platos con diferentes comidas que nunca había visto.

-Come_ me acercó un plato con unas bolitas blancas.

Imité a mi captor y cogí una pequeña bolita blanca entre mis dedos, cuando la llevé a mi boca una explosión de sabor me inundó. El hambre que tenía era atroz. De una en una acabé con el plato de las bolas y comencé a comer de otro.

El hombre se levantó y sacó un pequeño recipiente adornado con nácar. Se sentó en frente a mí y abrió la pequeña cajita. Entonces señaló mi hombro herido, donde llevé la mano.

Estaba confundida.

-Es un cicatrizante_ dejó la caja en la mesa.

Ahora que lo nombraba, todavía no me había mirado la herida, no me había atrevido a mirar ninguna de las veces que el médico me trataba. Tan solo con pensar en el momento en el que la bala entró en mi cuerpo recordaba el dolor que sentí y la cerca que había estado de morir.

-Tienes suerte de seguir con vida.

Nuestras miradas se cruzaron un instante en el que percibí quizá su lado más humano hasta ahora.

-Gracias_ susurré cogiendo la caja con delicadeza.

Era la primera vez que la mujer hablaba delante con aquel tono de voz tan inocente que nublaba sus pensamientos. Su voz era clara y dulce, al igual que sus rasgos. Aquella muchacha extranjera era como aquella mariposa que ella misma había liberado de la celda. No se podía tener a un espécimen tan delicado y hermoso rodeado de muros en la oscuridad, o la muerte se lo llevaría consigo. A la luz natural del cuarto su rostro era hermoso, exótico para alguien de estas tierras, y frágil. Frágil como las alas de la mariposa.

-No te confundas_ se levantó_ Este no es lugar para mujeres débiles como tú.

¿Débil? Claro que era débil ante tres hombres armados.

-Yukimura-dono, ha recomendado que no te encarcele por más tiempo. O los daños serían irreversibles.

Cerré los ojos y suspiré agradeciéndole en silencio al médico con toda mi alma.

-No me malinterpretes.

Kenshin pareció leerme la mente.

-Si intentases huir, volveré a encerrarte en las mazmorras y no tendré tanta piedad como hasta ahora.

Caminó hasta la puerta.

-Eres mi botín de guerra_ su mirada atravesaba todo mi ser.

Puede que fuese una mezcla de dolor y cansancio o quizá fue el peso con el que sus palabras llegaron a mi corazón. Al cerrarse la puerta y quedarme sola sentí de nuevo unos barrotes rodeándome en aquella sala.  

Kenshin x Oc COMPLETO (Ikemen sengoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora