9 Lágrimas y desentendidos

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Un día decidí dejar de ser prisionera de aquella habitación y seguí a uno de los sirvientes que a menudo me traía la comida. Me paré delante de una de las puertas donde oí unos ruidos. Intenté acercarme, pero no conseguí sacar nada en claro. Ante mi curiosidad abrí lentamente la puerta corredera unos pocos centímetros para ver qué había allí dentro. Me di la vuelta de un brinco y reprimí un grito tapándome la boca con ambas manos. "¡Kenshin!"

Me volví para mirar de nuevo al hombre. Allí estaba completamente solo en la sala empuñando su katana con ambas manos, esgrimiéndola como si estuviese luchando contra alguien. Sus piernas y brazos se movían como si una fuerza exterior tuviera control sobre ellos, de una forma fluida y hermosa a la vez que temible. Pues sus ojos delataban sed de sangre. De pronto sus pasos se detuvieron, sus hombros se relajaron y la espada apuntó hacia la puerta. Se volvió dando la espalda a la puerta e hizo una señal.

"¿Cómo se ha dado cuenta?" Entré cautelosamente. No sabía cómo reaccionaría ante mí con un arma en las manos. Y es que no podía apartar mi mirada del arma. Me acerqué hasta unos metros de él. Entonces, de repente, sentí el filo de la katana en mi cuello. Sus ojos estaban clavados en mí, de forma inexpresiva.

- La embarcación en la que viniste, tenía un propósito para venir a Japón _dijo.

Los latidos de mi corazón delataban que había sido descubierta. Asentí con la cabeza sintiendo el roce del frío filo de la espada.

-¿Cuál?

Por supuesto que tenía un propósito, por eso iba en ese barco. Para truncar los fines que habían llevado a la embarcación a tomar rumbo a Japón. Ese era mi cometido en estas tierras.

Por muy amenazante que pudiese ser el estar en mi situación. Solo me quedaban dos alternativas, rendirme ante Kenshin y decirle todo, o hacerle frente.

-La verdad se puede obtener de muchas maneras_ dije haciendo acopio de valor de la nada.

Levanté lentamente la mano, llevándola hacía el frío y afilado filo de la katana.

-Amenazar con un arma, no funciona conmigo. Ya he pagado ese precio_ miré mi hombro.

Los ojos de Kenshin siguieron mi mirada.

-Y no dudaría en volver a hacerlo.

Entonces, la bajé hacia un lado sin resistencia por parte de Kenshin, quien me miraba con los ojos más abiertos que de costumbre.

-Eres la mujer más desafiante que nunca antes haya visto_ dijo envainando la espada.

¿Debería tomarme eso como un halago viniendo de él? Tras quedarse mirando mi rostro por unos minutos, pasó por mi lado.

-Sin embargo, no sabes nada de este nuevo mundo. Eres una completa ilusa.

Kenshin me miró desafiante.

-Si no hubiera sido por mí hubieras muerto_ señaló mi hombro.

Entonces la rabia que llevaba dentro explotó.

-¡No tenía con qué defenderme ante una tanegashima! La situación es la misma que ahora, quieres que responda coactada por un arma.

Su rostro se tensó, cogió su katana con ambas manos y le dio la vuelta cogiéndola por el filo ofreciéndomela por el mango.

Durante varios minutos ambos nos quedamos en nuestro sitio sin mover un solo dedo. Hasta que mis manos cogieron con lentitud el agarre de la espada. Lo que parecía que iba a ser liviano al ver los movimientos de Kenshin, fue, al contrario, una pesada espada.

- Adelante_ dijo.

Agarré la empuñadura con ambas manos y centré mi atención en el rostro inquebrantable de Kenshin. A pesar de que siempre había estado en contra de herir a nadie sentí un deseo ardiente de blandir su misma espada contra él y hacerle entender que no estábamos en igualdad de condiciones.

- ¿A qué esperas, mujer?

-No es mi deseo herirte.

Kenshin hizo una mueca de desdén.

-Nunca podrías hacerlo.

Sentí una mezcla de sentimientos encontrados. Una descarga eléctrica sacudió mis piernas y me abalancé sobre él apuntando hacia su abdomen.

El cuerpo de Kenshin no se movió, tan solo su brazo izquierdo. Su mano obstaculizó el ataque cogiendo la mía por la muñeca, con un giro me hizo dar la vuelta haciendo que mi espalda chocase contra su pecho y fuese yo misma la que tuviese la espada sostenida a escasos centímetros de mi cuello.

- ¡...!

- No importa qué armas empuñes. El resultado será el mismo_ bajó el arma y la envainó

Me deshice de su mano y le encaré entre lágrimas.

- Algún día te demostraré lo contrario.

Kenshin apretó los puños, su mirada se tensó, así como sus músculos.

- En cuanto a todas esas cosas que me ofreces, puedes quedártelas.

La reacción de la muchacha le traía recuerdos dolorosos que creía olvidados. Su brazo se dirigió hacia el rostro entumecido de la mujer sin apenas darse cuenta de ello.

-¡...!

La mujer se paralizó al sentir la mano del daimio en su mejilla. Por un momento sus lágrimas cesaron de caer y sintió un calor en su cuerpo que la tranquilizó. Era la primera vez que Kenshin la tocaba con ese cuidado y no con su katana de por medio. El hombre al percatarse de la que acababa de ocurrir bajó la mano y salió de la habitación.

Todavía podía sentir el calor de la mano de Kenshin en mi mejilla. Y aunque las lágrimas continuaban cayendo, un nuevo sentimiento apareció en mi corazón. 

Quizá Kenshin no fuera un monstruo después de todo.

Kenshin x Oc COMPLETO (Ikemen sengoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora