4 Mariposas

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Había perdido la cuenta de cuántos días llevaba allí cuando oí unos pasos fuertes y rápidos acercándose. La puerta corredera fue arrastrada con ira hasta el otro extremo y unas manos se aferraron a los fríos barrotes.

Aquella tarde la fiebre me había subido y me había recostado de medio lado mirando el muro, dándole la espalda a todos aquellos que venían a la celda, así como a la voz de aquel Kenshin, el hombre que me había salvado y encarcelado aquí.

-Yukimura-dono me ha hecho llegar tus intenciones.

Antes de poder responder, continuó.

-Has de saber que no tengo en mente dejarte libre.

Se me hizo un nudo en la garganta al escuchar su noto exasperado.

-No sé qué te trajo hasta aquí, pero no es común ver a extranjeros por estas tierras. Y menos a una mujer.

Ladeé la cabeza al escuchar el desprecio en su voz.

-¿Vas a hablar?

Continué en aquella posición eludiendo su pregunta.

El hombre enfurecía progresivamente por cada segundo que el silencio continuaba en aquella celda.

-¡Mírame!

El grito me sacó de mis pensamientos de golpe. Traté de recomponerme, me levanté del suelo con la poca fuerza que me quedaba, y aunque mis brazos temblequeaban por la fiebre y los escalofríos, conseguí obedecer al daimio y ver su cara. La rabia que recorría su fría y dura expresión cambió de repente a otra totalmente opuesta. Buscó dentro de su amplia manga lo que parecía ser la llave de la celda y abrió a toda prisa la puerta de hierro que nos separaba.

-¡Traed a Yukimura-dono! ¡Inmediatamente! _ gritó cogiéndome por el hombro.

Tras unos minutos el médico llegó corriendo hasta la celda, donde me encontró llena de sudor frío, a punto de perder el conocimiento, pero mirando la expresión de Kenshin en todo momento.

Su cara parecía estar sufriendo el mismo dolor que yo. Sin embargo, sus palabras lo contradecían:

-No tengo tiempo que perder con mujeres_ dijo mientras se marchaba.

Kenshin no apareció en varios días.

.....

Aquella fue la última recaída que tuve desde el accidente. Y poco a poco comencé a sentirme de nuevo capaz de sostenerme y andar por la celda. Tan solo me enfurecía el hecho de que me tuviesen retenida sin darme ningún tipo de audiencia en la que defenderme. Aunque, pensándolo fríamente, si aquella audiencia que buscaba iba a ser sometida a juicio de Kenshin acabaría por no llegar a buen puerto. Ya me había dejado ver que mis deseos no ocupaban parte de sus pensamientos.

Una pequeña mariposa pasó por delante de mí y me sacó de mi frustración. Era la primera cosa que veía del exterior en tanto tiempo que casi olvidé lo delicada que era mi situación. Alcé la mano y se posó sobre la palma abierta. Allí desplegó completamente sus alas de múltiples colores.

"Este no es un buen lugar para ti".

Cogí con la otra mano la mesa de madera, la arrastré hasta debajo de la ventana vallada, me subí a ella y saqué el brazo con la mariposa dentro de mi puño.

- ¿Qué haces?

La repentina voz me asustó y caí al suelo, levanté la mano para no dañar al animal. Sus ojos azules cristalinos me miraban con una leve mueca de desprecio.

-Pensaba que no eras tan ingenua como para pensar que podías salir del castillo de Kasugayama.

Le devolví una mirada desafiante con fiereza y determinación mientras me ponía de pie.

- ¿Qué guardas en tus manos? _me señaló.

De pronto abrió la celda y entró rápidamente, me cogió de la muñeca y grité.

- ¡NO!

Kenshin paró de inmediato al oírme. Tenía cogidas ambas muñecas en sus frías y fuertes manos.

Era la primera vez que me cogía con sus manos. Al principio su fuerza era exagerada, tanto que podía ver las marcas en mis muñecas. Abrí lentamente las manos dejando ver el preciado tesoro que había llegado a la celda. La mariposa aleteó las alas varias veces y continuó en la palma de mis manos Fue entonces cuando sus manos fueron dejando de apretar progresivamente, a la vez que su rostro se destensaba. Una vez comprobó lo que guardaba con tanto recelo, me soltó por completo y fijó su mirada encriptada en mis ojos.

Me dirigí a la pequeña ventana rejada, retrocediendo lentamente mientras mantenía contacto visual, hasta que llegué hasta la pequeña mesa donde me subí y saqué a la mariposa fuera donde finalmente voló hacia la libertad.

Cuando bajé, Kenshin todavía seguía allí mirándome, pero de una manera diferente, no había más rabia en su rostro. Parecía confundido.

- ¡Uesugi-sama!

Un criado le llamó y Kenshin partió sin dejar de mirarme, hasta que desapareció detrás de la puerta corredera.

Kenshin x Oc COMPLETO (Ikemen sengoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora