24 Sayounara (adiós)

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Con el trote del caballo noté una pequeña molestia en el muslo derecho, como si tuviese algo dentro del bolsillo que me presionaba, llevé la mano hacia el bolsillo del pantalón donde encontré un papel doblado.

Lo desenvolví lentamente entre mis dedos, unos colores rosados se dejaron ver tímidamente en los últimos pliegues. Eran pétalos de flor de sakura. Alguien se había asegurado de guardarlos con cuidado en el papel ya que a pesar de todo aún conservaban su forma y olor característicos, lo que quería decir que habían sido cogidos hacía relativamente poco. ¿Pero quién habría sido?

Una repentina ráfaga de viento hizo volar todos los pétalos del papel, que todavía agarraba con la mano, intenté cogerlos con la otra, pero fue en vano. Entristecida al haber perdido un último recuerdo bajé la mirada para ver el papel en blanco, sin embargo, algo había aparecido en él. Bajo los pétalos había un pequeño mensaje escondido:

さようなら雪路

Comenzaron a temblarme las manos, si no había entendido mal el mensaje ponía:

-Adiós Yuki..._ mi voz se cortó en seco.

El último kanji que no lograba entender me era extrañamente familiar, era el mismo que Kenshin había escrito en el templo donde rezaba por las guerras venideras, era el nombre de la mujer que había dicho ser alguien especial para él. Ese nombre era... Yukiji.

¿Por qué tenía un mensaje de despedida a nombre de Yukiji? ¿Qué significaba esto? Kenshin solo había nombrado a esa mujer una vez delante de mí, pero nunca había visto a nadie llamada Yukiji en Kasugayama, ni había oído hablar a nadie sobre alguna mujer relacionada con el daimio que se llamase así.

Entonces volví a mirar incrédula el papel, e hice memoria. "Uesugi-sama puede elegir el nombre que quiera para mí". Recordé a Kenshin explicarme el significado el nombre: "en tu lengua sería traducido como camino nevado".

El corazón dejó de latirme en aquel momento. ¿Cómo había estado tan ciega? Yo era Yukiji. En tantas ocasiones había dudado ser únicamente un objeto adquirido en la guerra y desde un principio siempre había sido esa persona a la que tenía envidia, por ocupar un lugar especial en el corazón de Kenshin. Entonces recordé la última vez que nos vimos bajo la lluvia. Había dicho cosas horribles, y ahora era demasiado tarde para expresar lo que realmente sentía por él.

Hice una pausa ante la avalancha de sentimientos encontrados. Y si realmente era Yukiji, ¿por qué Kenshin había decidido apartarme de él para siempre? ¿Por qué se había marchado sin decirme la verdad? ¿Por qué estaba dispuesto a dejar un mensaje de despedida sabiendo que no volveríamos a vernos?

-¿Mi señora? _ preguntó el hombre que llevaba las riendas caminando.

No me había percatado de que estaba llorando hasta que noté mis manos húmedas sosteniendo el papel.

Paró al animal y se acercó por mi izquierda.

-¿Ocurre algo?

Miré hacia el horizonte donde ya se podía ver el mar en calma.

-¿Dónde tendrá lugar la batalla contra Nobunaga?

El hombre frunció el ceño ante la pregunta.

-¿Por qué quiere saber...?

-¡¿Dónde?!_ exclamé.

-Siguiendo este camino hacia el oeste en las llanuras que separan Echigo del territorio que anteriormente era propiedad de Sukemasa.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, cogí las riendas del caballo de las manos del hombre que se quedó paralizado sorprendido, e insté al animal para correr en la dirección indicada.

-¡¿A dónde va?!

Gritó la voz que dejaba atrás.

"Debo hacer lo correcto. Esta vez no huiré".

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El dragón de Echigo había dado las instrucciones necesarias para la batalla próxima a comenzar.

- El Rey demonio del sexto cielo se enfrentará al Dios de la Guerra.

Otra voz dijo:

-Esta será una batalla digna de ver.

Sin embargo, la figura con piel de porcelana no escuchaba a sus vasallos, su figura apenas se movía, sus ojos estaban clavados en el horizonte donde podía divisarse al enemigo, y su mente. Tan solo la llenaba una persona. Susurró su nombre en silencio: "Yukiji."

Alguien le cogió del hombro y lo apartó de la multitud y le zarandeó suavemente.

-Kenshin.

El daimio volvió a la realidad.

-¿Qué quieres Shingen?

-¿Cómo que qué quiero? ¿Qué te pasa? No eres el Kenshin de siempre, deberías centrarte, la batalla va a comenzar.

Kenshin se deshizo del brazo de Shingen.

-No hace falta que me hables como a un tonto. Soy el Dios de la Guerra, he nacido para la batalla, es mi destino morir luchando.

Una sonrisa apareció en los labios de Shingen.

-Todos estamos de acuerdo en que no queremos que mueras en esta batalla, pero sí nos gustaría ver al Dios de la Guerra en acción. No me hace falta entrar en tu cabeza para saber en qué estabas pensando, Kenshin.

Hizo una pausa.

-Cuando esto acabe, ella estará esperándote en Kasugayama, pero ahora te necesitamos aquí.

Por un momento la espada de Kenshin se resbaló por su mano, pero se aseguró de apretar los dedos en la empuñadura antes de que fuese demasiado tarde.

-No sé de qué me estás hablando.

Shingen soltó una carcajada.

-Todo sabemos que ella es...

-Está partiendo hacia su hogar.

Su compañero de quedó perplejo ante sus palabras.

-¿Partiendo? ¿A su hogar?_ Shingen pareció vacilar por un momento, se giró furioso hacia Kenshin y gritó_ ¡¿Qué has hecho con ella?!

Kenshin seguía inmutable.

-Ordené que pusiese rumbo a sus tierras, ahora estará zarpando.

Shingen se irguió con rabia.

-¿Por qué lo has hecho?

Intentó contenerse, dando una oportunidad de explicarse al hombre, pero no obtuvo respuesta.

-Kenshin, ¿eres tan idiota para no ver que esa mujer te amaba? ¿Todo lo que ha hecho por ti, por estar a tu lado no significa nada?

A pesar de no mostrar ningún sentimiento el corazón de Kenshin ya roto se iba deshaciendo con cada palabra que Shingen decía.

-¿Acaso no mereces ser feliz con la persona a la que quieres?

EL Dragón de Echigo dio unos pasos al frente.

-Estas manos manchadas de sangre nunca podrán tocar algo preciado sin destruirlo. Por algo soy el Dios de la Guerra.

Así Kenshin caminó hasta su caballo y dio órdenes de comenzar la marcha.

Kenshin x Oc COMPLETO (Ikemen sengoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora