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James


Joseph Harper me deja en la entrada de la Academia, con mi violín a la espalda entro sin dudar. Saludo a Carl y me dirijo al gran salón. Aún faltan unos 15 minutos para que sean las 4, así que todos están dispersados por allí, unos hablando con otros, afinando sus instrumentos, algunos sentados esperando. No veo a Mary. ¿Será que es de las que llegan puntualmente? ¿O simplemente no ha llegado? No sé por qué... pero quiero verla. Camino y saludo a mis compañeros con gestos de la mano, para no interrumpir sus conversaciones.

Al pasar por el mismo salón en el que estuve con Halsey el viernes, escucho la parte de corcheas y semicorcheas del Canon.

La, fa-sol-la, fa-sol-la-la-si-do-re-mi-fa-sol...

Las partes de Canon invaden mi mente y capturan mi atención de inmediato. No puedo evitar detenerme y escuchar ese hermoso sonido que me obliga a retroceder y ceder todo mi sentido de la audición a esas notas. ¿Quien la estará tocando? De forma sigilosa abro la puerta y me recuesto tras el marco, para mi sorpresa y emoción, conteniendo mis lagrimas ante semejante melodía, me quedo paralizado al darme cuenta que esa bella melodía proviene de ella... Mary.

¡Wow!

Suspiro y me quedo perplejo ante esa habilidad con los dedos. Es sorprendente, es maravilloso, ¡es estupendo! No puedo evitar pensar en decidir si felicitarla o simplemente cerrar la puerta y seguir con mi camino. Es... No puedo describir lo increíble que es esto: Mary ejecutando mi arreglo, y de una manera extraordinaria. Mi subconsciente me dice que pare pero simplemente comienzo a caminar hasta entrar al salón y me coloco al frente de ella al mismo tiempo que mis nervios me consumen. ¿Qué diablos estoy haciendo?

Ella sigue concentrada tocando hasta que alza la mirada y cesa de inmediato. Ambos nos sonrojamos y sorprendemos; yo por su habilidad tocando y ella porque no sabía que yo la estaba viendo.

—Eres... increíble —le digo en cuanto el rubor empieza a desaparecer de mi rostro.

Ella sigue roja como tomate, sonriendo, avergonzada quizá, agacha la cabeza y tapándose el rostro con una mano mientras sigue con su guitarra en las piernas, con un codo apoyado en ella. Su rubor se desvanece al cabo de unos pocos segundos, ella voltea a verme, sigue sonriendo como tratando de decir: "¡Qué pena!"

—G-g-gracias... La verdad... quería sorprenderte... —Su sonrisa se hace mas amplia, baja la mirada—. Uff... Pero... al parecer la sorprendida fui yo. —Levanta la cabeza y clava su mirada en mí.

¿Qué? ¡Wow! Esto es maravilloso, sin duda.

—Qué vergüenza —dice, todavía sonriendo, pero haciendo gesto de preocupación con las cejas.

—¡No, para nada! Me has sorprendido, absolutamente. Estaba... buscándote.

Sus ojos se llenan de brillo, un brillo más intenso que el de los ojos de Sara.

—¿Ah, sí? —Su preocupación empieza a desaparecer.

—Sí... —En mi cara empieza a aparecer una sonrisa de oreja a oreja.

—Practiqué toda la noche para que me saliera bien, estaba terminando de practicar para mostrártelo.

—Está excelente, me encantó. Tocas demasiado bien.

Me fascinas.

Su sonrisa crece y el brillo de sus ojos aumenta su intensidad.

Agarro una silla que está cerca de la puerta y la coloco a su lado para sentarme.

—A ver, empieza de nuevo.

Abre los ojos sorprendida y se queda petrificada por mi petición, pero Mary cede a ella. Toma aire y empieza a tocar de nuevo.

Romance de 10 Cuerdas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora