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Mary


Ha llegado el momento: debo romper toda relación amorosa con Jonas. Durante este momento mientras yo juego Xbox —además de estar comiéndome uno de los panes que me trajo— y él está aquí sentando a mi lado recuerdo que toda la vida hemos sido buenos amigos, y nos divertíamos así, siento este momento como si volviéramos a ser los amigos de antes.

—Amor, ¿sabes? Robaron unas harinas en el trabajo y me querían echar la culpa a mí, jajá, ¿puedes creerlo?

Me percato de que está hablando.

—¿Mary?

—Ah, sí, sí. ¿Qué pasó?

—He estado hablándote todo este rato, ¿me has escuchado?

—Eh...

—Ya.

Debo hacerlo, no puedo esperar más.

—Tenemos que hablar.

Jonas coloca una cara de tragedia que nunca le había visto antes, su humor cambia de un momento a otro.

Abro la puerta y salimos a la noche fría, en el frente de mi casa. Allí están Erick, su novia, Fabianna, y otros amigos de mi hermano.

—¿Qué sucede? —me pregunta Jonas.

No puedo mirarlo a la cara, ¡esto es difícil!

Él vuelve a formular la misma pregunta, pero sigo nerviosa, ¿qué le digo? ¡Ah!

Jonas empieza a preocuparse.

—Ay, Mary, mírale la cara al pobre Jonas, dale un beso —dice Fabi, quien no escucha nuestra conversación, la que aún no tenemos, porque está del otro extremo del portón de la casa.

Ignoro su comentario, estoy pensando, o eso intento.

Nunca he terminado una relación en persona, siempre lo hacia por chat, no sabía la adrenalina que se siente cuando se hace esto.

—¿Puedes decirme qué sucede, Mary? —pregunta por tercera vez.

—Tú debes saber.

Siento como mi cuerpo se calienta, siento que me va a dar algo aquí.

Él piensa, luego se pone rojo y mira hacia todas partes.

—Creo que sé lo que es... pero quiero que lo digas.

¿Por qué me hace esto? ¡Ah!

—¡Ya no siento lo mismo por ti! —le suelto.

—¿Qué? —Su voz se quiebra—. ¿Por qué? ¿Qué te hace pensar eso?

No llores por favor, no lo toleraría.

—Ya nada es igual, Jonas. Casi no nos vemos, me has descuidado mucho, esto parece más una amistad, y no lo niegues. La verdad... ya no siento esa emoción que sentía cuando estábamos empezando, que todo era color de rosa y felicidad; esa ilusión se fue.

Él no hace comentarios al respecto, en vez de eso, empieza a llorar. Diablos, odio ver a la gente llorar, y mucho más cuando yo soy la causante de ese llanto.

—No llores, si no lloraré yo también.

Hace caso omiso a mi petición y sigue sin hablar.

—Hace semanas esto se fue apagando, y...

—Pero, ¿por qué? —me interrumpe—. ¿Qué hice mal? ¿Por qué no me dijiste con tiempo? Puedo mejorar, no te des por vencida, por favor.

—¡Ya no me veo contigo! —No puedo más con esto, me rindo—. Ya me cansé de ser la dominante en la relación, relación que parece más de 1 que de 2.

Romance de 10 Cuerdas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora