-TWENTY TWO-

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Pasamos unos minutos en silencio mientras sentía como mi hombro se empapaba por sus lágrimas. No sabía qué hacer o decir en aquellos momentos. Retiró su cabeza de mi hombro y reunió fuerzas para contarme lo ocurrido. Seguía sin saber cómo actuar. ¿Qué se supone que haces cuando tu novio está sufriendo por tu culpa?

-Ben... Escucha...¿y si le haces caso?

-¿¡QUÉ!?¿¡ESTÁS LOCO JOSEPH!?

-No. No quiero que haya tensión entre vosotros por mí. Ben, es tu padre, tu sangre. A mí me acabas de conocer prácticamente. Podemos...

-Cállate. No voy a renunciar a ti. No ahora.¿Sabes qué? Nos vamos, recojamos nuestras cosas y vayámonos.

Me llevó de la mano a la habitación, donde comenzó a recoger su ropa y ponerla de manera desordenada dentro de la maleta. Yo lo miraba incapaz de creer que hablaba en serio. Aún no había terminado de procesarlo.

-¡Venga!-dijo abriendo mi maleta.-Échalo todo, no hace falta que lo dobles, plancharé si hace falta. Y vístete. Voy a llamar ya al taxi.

Seguí sus órdenes sin rechistar y, una vez completadas, bajamos las escaleras, cogimos al gato y salimos de la casa, sin decir nada a nadie. Seguíamos esperando al taxi cuando salió Adele.

-¿A dónde vais?-preguntó extrañada.

-Nos vamos.-contestó su hijo fríamente.

-¿Por qué?

-Pregúntale a tu marido.

En ese momento llegó el vehículo. Ben se subió sin despedirse de su madre. Yo le dirigí una mirada y un saludo con la mano y seguí a mi chico al interior del coche. Después de recorrer los kilómetros que nos separaban de Londres, pedimos al taxista que nos dejara en casa y pagamos. Sacamos nuestro equipaje -y mascota- y entramos a casa de él.

-Te quiero, Joe.-dijo de repente.

-Yo a ti también, Ben.-contesté.

Lluvia sobre nuestro tejado. -HardzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora