-TWENTY EIGHT-

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-Lo siento. No debí de haberos juzgado. No debí de haberte juzgado a ti, Joseph. Gracias por hacerme reflexionar.

-Gracias por entenderlo papá y... No quiero ser grosero pero... Teníamos planes.-dijo Ben con una media sonrisa.

-¡Oh! Ya me voy, perdón por la interrupción, que lo paséis bien. Felicidades Joseph.

-Se lo agradezco señor Jones.

-Llámame Ben, por favor. Y trátame de "tú". Venid a casa cuando queráis. Adiós chicos.-se despidió saliendo por la puerta principal.

-¿De verdad te hago taaaaan feliz?-pregunté haciendo pucheros.

-No saques ese tema.

-¿Te da vergüenza admitirlo?-le cuestioné divertido.

-Calla antes de que me arrepienta de haber dicho eso.

-Qué bien te sienta el rubor en las mejillas.

-¡Cállate Joe!-gritó dándome la espalda.

-¡Qué mono ereeees!-le abracé.

-Tonto...-dijo cubriéndose la cara con las manos.-Voy a hacerte el desayuno.

-Adelante. Estaba deseando que pronunciases esas palabras, tengo mucha hambre.

***

Nos vestimos sobre las siete de la tarde. Él llevaba una camiseta blanca, pantalones oscuros y chaqueta negra. Yo, Camiseta verde, pantalón negro y chaqueta vaquera. Salimos de casa y noté algo extraño en su actitud, cogió el móvil nervioso y tecleó algo. Lo guardó nuevamente en su bolsillo y me dio la mano. Fuimos a The Spice of Life, un pub en el que tocaría un grupo de rock esa noche. Durante la velada, Ben no paraba de estar pendiente de su móvil, cosa que normalmente no solía hacer.

-¿Estás bien?-dije lo suficientemente alto como para que me escuchara por encima de la música.

-Sí, sí. ¿Y tú?

-Obvio, sí. Te noto raro, ¿hay algo que deba saber?

-No, son imaginaciones tuyas, no seas tan paranoico cielo.

-Está bien, voy a pedir otra, ¿quieres también?

-Por favor.-pidió.

Llegué con dos cervezas al punto donde estábamos disfrutando del concierto y le di la suya. Una vez acabado el espectáculo salimos del local comentando qué nos había parecido ese grupo. Estábamos de acuerdo en qué nos había gustado pero le faltaba fuerza a alguna que otra canción. Llegamos a casa y mi novio me pidió que yo abriese la casa ya que él "tenía los dedos muy fríos y no quería sacarlos del bolsillo". Buena excusa, Benjamin. Abrí y...

-¡¡¡SORPRESA!!!-gritaron a la vez que encendían la luz.-¡FELICIDADES JOE!

-¿Qué...?-pregunté confuso mientras recibía abrazos de varios de mis amigos.-¿Tyler?

-Hola, Joe.

-¿Qué haces aquí?-le abracé.

-Tienes unos amigos muy tercos, me han convencido de venir desde los Estados Unidos hasta aquí.

-Sé que le echabas de menos, lleváis mucho sin veros.-dijo Lucy.-Y ahora... ¡abre los regalos!

Lucy se apartó para que pudiese ver la mesa del salón llena de cajitas envueltas en papel de colores. Sin soltar a mi amigo, me acerqué y fui abriendo uno a uno, sin tener cuidado por el papel que caía a nuestro alrededor conforme lo iba arrancando. Ropa, libros, fotos enmarcadas y condones. Gracias, Gwilym, por ese último detalle. Ahora ya solo quedaba una pequeña que supuse que era de mi novio. La abrí y en su interior había un bonito y brillante anillo plateado. Me giré a verle los ojos.

-¿Te gusta?

-No...¡Me encanta!¿Es para marcarme y que no se me acerque ningún otro tío?

-Exactamente, Joe, exactamente. Así sabrán que ya no estás en el mercado.-bromeó.

-Gracias, chicos, os quiero.

Pasaron unas cuantas horas de charlas y risas hasta que todos se marcharon. Tyler se fue al Langham Hotel y al día siguiente cogería el vuelo de vuelta a New York, ya que por su trabajo no podía estar en Londres más tiempo. Me despedí de ellos y cerré la puerta, miré a mi espalda y ahí estaba Ben agitando la caja de los preservativos y mirándome con cara seductora.

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-Tú eliges el lugar.-dijo.

-Uf...-pensé.-Cuánta presión... ¿Baño?

-Tú mandas hoy. Si quieres hacerlo en el baño, allí lo haremos.

-Pues vamos Benjamin, no te hagas esperar.

Llegamos al baño y nos desnudamos. Comenzamos a besarnos mientras recorríamos cada parte del cuerpo del otro con las manos. Ben me mordió el labio provocando que mi excitación aumentase y pasó su boca a mi cuello mientras seguía tocándome suavemente. De nuevo volvió su boca a la mía y me empujó poco a poco al interior de la ducha. Abrí el grifo y, mientras el agua caía sobre nosotros, seguimos besándonos. Él paró de hacerlo y se arrodilló ante mí, recorriendo con su lengua mi abdomen para llegar hasta mi miembro. Lo metió en su boca y jugó con su lengua alrededor de él. Mis gemidos inundaban el baño. Ben se puso en pie y me giró, me penetró despacio para aumentar el ritmo más tarde como solía hacerlo normalmente. Le pedí que parara y que se girara, ahora era mi turno. Tras un rato embistiéndole y haciéndole gritar de placer, ambos acabamos y continuamos la ducha. Cerramos el agua y, envueltos en toallas, fuimos a la habitación.

Lluvia sobre nuestro tejado. -HardzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora