Arcoiris gris

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Ella creía en la magia, en el arte y la creación. Amaba la explosión de colores que la naturaleza le brindaba en cada actividad que realizaba.

Él en los fríos números, en las estadísticas y las inversiones. Los negocios eran el eje de su vida diaria. La bolsa, el índice Dow Jones y sus cotizaciones marcaban su día.

Aun así, ella encontró la forma de llegar hasta él e intentó entibiar su visión de la vida, compartía con él cada anhelo, cada sueño, cada meta que deseaba alcanzar.

Ella le brindó toda su gama de colores para hacer diferente su vida. Pero no fue suficiente. No era lo que él deseaba.

Él, al irse, se llevó todos los colores. Incluso aquellos de los que él ni siquiera era consiente de poseer hundiéndola en una existencia monocromática. Él era un daltónico emocional.

A veces ni toda la gama de colores pareciera ser suficiente para las personas que se quedan en escala de grises. A ella solo le alcanzaba para anhelar ver los colores del arcoíris, esperando que un poco de esos colores se proyectaran hacia su vida devolviéndole el color.

Poco a poco lo recuperó. Volvió a ver la magia en sus fotografías, a sentir la luz naciendo de ella al escuchar una canción.

Al permitirse sanar, volvió el color a ella y comenzó a brillar aun con más intensidad, con una iridiscencia que no había visto antes, esa que llega con la madurez.

Mientras que él, en cambio, teniendo todos los colores a su alcance, al estar sin ella solo veía los colores en la forma más plana y simple.

Cada color carecía de emoción, de profundidad, de magia de luz.

Y es que hay veces que el amor no es suficiente, no debemos intentar cambiar al ser amado. Y por lamentable que suene, lo que queremos no es siempre lo que necesitamos.


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