Mensajes en el café

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Tomo el teléfono para enviarte un texto. Es fácil encontrar un motivo para escribirte, un día soleado, una tarde lluviosa, mucho tráfico, una noche estrellada, una canción en la radio, simplemente eres quien despierta mi imaginación.

Hoy fui a comprar un café. Recuerdas el día que fuimos juntos? Encontrar una combinación adecuada entre nuestros antojos y el menú. Alto, venti, frappé, frío, con crema batida o sin ella. Un vaso lleno de felicidad congelada al alcance de la mano. Quería decirte lo adorable que era que soportaras mi mayor vicio y que quería tantos cafés a tu lado.

Creo que tal vez por eso a veces llegaba hasta tu lugar con un café para ti, la combinación de sabores que en ese momento me pareciera más deliciosa y debía recordar jamás comprar bebidas de fresa porque no te gustan.

La temperatura bajó rápidamente. Creo que el frappuccino me congeló el cerebro. Debo aprender a tener más paciencia, incluso para beber el café. Es solo que de repente recordé esa vez que platicábamos y te dije "te odio" fingiendo enojo, porque habías tenido tanta razón en lo que decías. Por qué siempre tenías razón en todo? Sabías de qué hablaba y reíste a carcajadas, una risa abierta, ruidosa, contagiosa, tanto que comencé a reír hasta llorar y el estómago empezó a doler.

Cuánta falta me hace otro día así.

El día de hoy casi termina. Tomo el teléfono y quiero escribirte, en verdad quiero hacerlo. Me pregunto si de repente buscas un mensaje mío durante el día.

Te contaré de la tormenta en la que los relámpagos iluminan mi oscura habitación mientras intento dormir para levantarme temprano para llegar a la junta de mañana. Los ojos se cierran, no puedo mantenerme despierta por más tiempo y deseaba verte en línea, trato de leer un poco pero simplemente ya no puedo con una página más.

Caigo totalmente dormida al mundo de los sueños. Ya no pude escribirte el día de hoy. Por favor no lo tomes a mal.

Si no te escribo, no es porque no esté pensando en tí. Tal vez es porque estoy soñando contigo.

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