Capitulo 3

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  Nada. Ese es la palabra que debo usar para definir a este pueblo. Nada ha cambiado, y eso me gusta.

  Me gusta saber y pensar que nada ha cambiado. Que las tiendas pequeñas no han cambiado por grandes almacenes, que el único centro comercial no se ha ido, que las casas siguen igual, que los niños jugando en medio de la calle están disfrutando, que los ancianos que se sientan durante todo el día en el mismo banco para ver las horas pasar siguen yendo, que las típicas fiestas de los adolescentes en el principio de las montañas siguen estando, que la fiesta en casa del alcalde creada por su hijo sigue siendo algo prohibido, que siga habiendo aire no contaminado... Que todo siga igual me encanta.

  Unos de los motivos por los que sigo viniendo aquí son por mi problema respiratorio. En Nueva York hay mucha contaminación en el aire y eso me ha provocado, en varias ocasiones, que me dé un ataque de asma. Por eso vengo aquí, porque gracias a mi asma muy avanzada el doctor me aconsejo en una de mis tantas revisiones que debería estar durante un tiempo con aire medianamente limpio.

  Miro por la ventana y decido bajar la ventanilla para que el aire pegue contra mi cara. Mama hace lo mismo para ir viendo todo su pueblo natal durante el recorrido hacia las afueras del pueblo. Jack no puede ser menos y lo hizo, pero el muy imbécil lo hizo como un perro y se tragó varios bichos en el proceso.

-Odio el campo y odio los bichos... Odio todo- ¿Cómo un niño de nueve años tiene tanto odio? ¡Pero si está en la flor de la vida!

-Cállate abuelito- le ordeno para que no me amargue el trayecto a casa y el solo me responde dándome una patada al asiento.

  Mi espalda se encorva sintiendo un punzante dolor que llegue hasta el cuello. Maldigo mirando a mi madre para que le diga algo, pero sigue absorta mirando al exterior y no al interior, donde se va a cometer un crimen.

-¡Maldito demonio! ¡En cuanto te coja te arranco las orejas!- le grito girada mirándole con odio mientras le intento atrapar con una mano, pero el Mercedes de mi madre es tan espacioso y el niño tan delgado que no llego cuando se arrodilla en su asiento.

-¡Cuando los cerdos vuelen!- se burla sacándome la lengua y me detengo, levanto una ceja con burla.

-Ya has volado en avión... así que no es un problema- y empiezo a reírme a carcajadas. El enano me mira con odio y me agarra del pelo.

-¡Suéltame mocoso!- grito mientras esto en el hueco entre los asientos delanteros mientras le agarro del pelo.

-¡Suéltame tú primero!-

-¡Pero si me has agarrado tu del pelo primero, Frodo!- le explico al idiota sin parar de chillar.

  Siento como mis raíces se resisten a salir y lo agradezco en grande. No me gustaría ir con pelucas por la vida, pican mucho. Le consigo agarrar de las orejas y lo tiro al suelo, pero el sigue tirando de mí por lo que me quedo tumbada en el brazo que hay en medio.

-¡Mama!- grito. En serio, mi madre está más ciega que la de Phineas y Ferb.

-¡Suéltame de las orejas, me las vas a deformar!- grita Jake mientras sigue tirando de mi pelo.

-¡Pues suéltame el pelo, idiota! ¡Cuanto más tires más tirare yo!- le aclaro al cerebro de mosquito y el aprieta más. ¡Será capullo!

  Hago lo mismo, porque a mí eso de no pelear con tu hermano menor porque te hará quedar mal me lo paso por lo que viene siendo mi Arco del Triunfo.

-Chicos, estamos llegando...- anuncia mi madre -¡¿Pero que hacéis?!

  Mi madre empieza a tirar de mi pierna para alejarme de mi hermano y entonces dejo de tirar y Jake hace lo mismo. Miro hacia la nada asustada.

-Mama- ella sigue tirando de mi pierna -¿Quién está conduciendo?

  Jake se levanta y mira al frente asustado, miro a mi madre pálida y ella se da cuenta de lo que acaba de hacer. Miramos todos a la vez hacia el parabrisas y vemos que estamos a punto de estrellarnos contra un árbol.

-¡Mierda!- exclama mi madre.

  Coge el volante a la velocidad de la luz y lo consigue girar antes de estrellarnos contra ese viejo roble. Suspiramos aliviados antes de tiempo, porque pierde el control del volante y empezamos a caer por una no muy empinada colina. Jake y yo nos sentamos rápidamente en el asiento, nos ponemos los cinturones y nos agarramos a la puerta.

-¡Mama! ¡Frena!- ordeno en un chillido lleno de miedo.

-¡No puedo!- mi corazón se para mientras mi madre va esquivando arboles -¡Se ha atascado con algo!

  Mi corazón empieza a latir rápidamente, mis ojos se empiezan a nublar, mi piel debe estar más blanca de lo normal, mi estómago se revuelve y mi respiración empieza a trabarse. Me estoy mareando y tengo un pequeño ataque de asma. ¡Genial!

  Con la cabeza pegada al cabecero del respaldo miro por el espejo de mi puerta y veo a Jake con los ojos cerrados y rezando. Juro que si salimos de esta, no voy a parar de burlarme.

  Mi cabeza empieza a rebotar por el camino rocoso y a lo lejos distingo la casa y el comienzo del rancho de mis abuelos. Mis ojos se abren como platos. ¡No!

  Miro la zona del conductor. Veo el freno de manos y no lo dudo.

-¡Frena!- grito mientras tiro de la palanca con todas mis fuerzas.

  ¡Crack!

  La situación de estar a punto de morir la dejamos un momento de lado y miramos asustados mi mano en el aire, la cual sujeta con demasiada fuerza el freno de mano con los cables rotos. ¡Mierda!

-¡¡Aaahhhhh!!- gritamos mirándonos y seguidamente miramos la casa. Estamos a cincuenta metros.

-¡Para mama!- gimotea Jake mientras agarro el volante ya que mi madre se ha quedado bloqueada.

  Nota mental de último momento: No es nada fácil conducir desde el asiento del copiloto. Nada cómodo.

  Gritando como una loca y corazón a mil, giro el volante de un lado a otro esquivando árboles. Estamos a menos de veinte metros. Doy golpes al claxon y veo a mis abuelos salir al porche con una gran sonrisa. Su cara muestra decepción al no encontrarnos, pero vuelvo a pitar y miran confusos por todas partes hasta que nos ven caer.

  Lo siguiente es muy rápido. El coche se tropieza con una piedra grande y pierdo el control del volante. El Mercedes negro de mi madre va de cabeza al manzano de mi abuelo. El coche acaba empotrado contra el árbol mientras miles de cristales salen volando, nuestros cuerpos se sacuden pero a mi hermano no le sale el airbag, pero a nosotras sí.

  Mi airbag no sale a tiempo y lo último que recuerdo es mi cabeza estrellándose contra el coche. Después todo se volvió negro.

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