Capítulo 30

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Cierro la puerta con el máximo cuidado posible para no llamar la atención y me giro a para  mirar donde estoy. Es una especie de pequeño pasillo que lleva desde la parte trasera a, posiblemente, la cocina. Avanzo un poco por el estrecho pasillo, de puntillas, y me asomo en la esquina, pero al instante me tengo que esconder detrás de la pared. Siento dolor en mi tobillo torcido. He decidido quitarme las muletas y ponerme una tobillera para poder hacer esto.

Efectivamente, es la cocina, pero esta abarrotada de personas. Creo que son trabajadores de un compañía de catering o sus propios sirvientes, vete tu a saber. Están vestidos con un traje blanco y negro y con una corbata mientras preparan copas, colocan entremeses en las bandejas y se van por otra puerta. Seguro que habrá una fiesta. A lo mejor Snake lo sabía y también sabrían que estarían tan ocupados que a lo mejor no se darían cuenta de que alguien esta robandoles.

Espero un rato hasta que no hay ningún camarero en la cocina. Solo tendré un par de segundos para poder salir de este pasillo. Me coloco la capucha negra bien, casi tapándome los ojos, para que no me reconozcan o, por si hay cámaras, que no me graben la cara. 

Corro hasta la isla y me echo al suelo, arrastrándome voy dando la vuelta a la isla para ver una salida, y la encuentro, pero no es la que necesito. Esa puerta lleva al salón, donde están los camareros sirviendo a las pocas personas, hombres trajeados y con armas sobretodo, que hay ahí. Creo que nos hemos colado en una reunión de mafiosos. ¡Ups! Lo que se hace una noche cualquiera.

Doy media vuelta e intento continuar, pero unos mocasines negros me lo impiden. Miro hacia arriba temerosa y me encuentro a una chica de unos treinta años con una coleta rubia que me mira sorprendida. Me levanto corriendo y cuando veo que va a comenzar a gritar, cojo lo primero que veo en la isla y se lo hecho a la cara. La harina se mete en sus ojos y antes de que me ponga en peligro, agarro una sarten y la golpeo con ella. Cae al suelo al instante.

-Perdón, pero el chichón se ira con hielo- me disculpo como si no estuviera inconsciente y la empiezo a arrastrar hasta el pasillo por el que he entrado. La siento apoyada contra la pared y cojo una botella de licor para colocársela en la mano.

Después, voy a la segunda puerta y corro. Es un pequeño pasillo lleno de armarios que llevan al recibidor y a las escaleras. Me aseguro de que no haya nadie pasando y empiezo a subir las escaleras corriendo, provocando que me tropiece más de una vez. Soy torpe en cada segundo de mi vida. Cuando llego a la mitad de las escaleras, opto por seguir por las de la izquierda. Es lo que tienen los ricos, que no les vale con unas escaleras, quieren dos para sufrir más. Cosas de ricos.

Finalmente, llego al pasillo donde están, creo, las habitaciones. Pero hay demasiadas. Suspiro cansada y empiezo a abrir las puertas y a buscar dentro. De momento me he encontrado con 3 cuartos de baño y 2 habitaciones de invitados. 

-¿Seguro que podemos subir aquí?- escucho a lo lejos, subiendo las escaleras, a una chica media borracha -¿Tu padre no se enfadará?

-No- ríe un chico -Está centrado en su reunión. Ni se enterará de que falto.

Vuelvo a escuchar unas risitas que dan los típicos borrachos y, asustada, me meto en la siguiente habitación. Pego la oreja en la pared para escuchar si se van, pero no, es más, se dirigen a esta habitación. Angustiada y con la respiración acelerada, me adentro más en la habitación buscando un lugar seguro en el que esconderme. Abro el armario dejándome ver las fotos de tías en pelota que tiene y un montón de ropa. Lo cierro y cuando escucho el pomo girarse, me escondo en el sitio más predecible en una película de miedo: debajo de la cama.

-Vamos a la cama- pide la chica entre beso y beso.

"¡No, me aplastarán!" pienso.

-Primero vamos a darnos una ducha- dice el chico con voz ronca contra,  creo que, su cuello.

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