Capítulo 28 (Parte 1)

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Un pequeño ruido, como si alguien se cayese, consigue traspasar el diálogo que mantiene Castle y Beckett de mis auriculares. Levanto la mirada de mi portátil, el cual cogí "prestado" donde mi madre lo custodiaba, dentro del cajón de su ropa interior, y me quito un auricular, pero no vuelvo a escuchar nada.

Me vuelvo a centrar en el episodio pero otro ruido, aun más fuerte, vuelve a llamar mi atención. Me quito los dos auriculares esta vez y reviso la hora. 03: 17 a.m. Me vuelvo a poner los cascos nada más pasar unos segundos. A lo mejor alguien se habrá levantado al baño o a la cocina y se habrá tropezado. Obviamente, no puedo salir fuera de la habitación en plena madrugada ya que todos piensan que estoy durmiendo desde hace cuatro horas. Y me matarían si se enterasen de que llevo desde ayer robando, bueno, más bien, recuperando en breves periodos de tiempo todos mis aparatos electrónicos.

Me vuelvo a acomodar para llegar al final del episodio cuando el ruido se hace tan fuerte que no se como no se ha despertado nadie. Paro el episodio, me quito los cascos, aparto las sábanas y me levanto con ayuda de mis muletas. Abro la puerta y espero a volver a escuchar ese ruido, y por suerte, vuelve a sonar. Intento seguir el sonido por el pasillo, sin embargo, no llega más halla de... Levanto la cabeza y veo el pequeño cordón que cuelga de la puerta de esa trampilla, del desván. 

Sinceramente espero que el ruido no venga de allí, porque lo odio. Es un lugar donde hay muchas arañas poniendo huevos, telarañas enredándose en el pelo, polvo que te haría estornudar a mil por hora y decenas de cajas sin haber sido abiertas desde hace años. A saber las mierdas que habrá por ahí. Pero claro, siempre que yo digo blanco me sale negro, el ruido de un cristal romperse contra el suelo aparece en el desván.

-¿En serio, karma?- suplico mirando al suelo.

Pienso en algo con lo que poder llegar a la cuerda porque, obviamente, no puedo saltar ni subir en ninguna silla sin romperme la otra pierna por el camino. Recuerdo un viejo paraguas que hay en el fondo de mi armario y voy a por el. Cuando vuelvo consigo enganchar la anilla del cordón con el manillar del paraguas a la décima vez y tiro hacia abajo. Me posiciono a un lado para que no me de al bajar y me asomo pegándome una bofetada mental. Que gracia, ¿no? ¿Y ahora como subo yo esta escalera sin barandilla y con posibilidad de romperse pareciendo el Capitán Pata-Palo?

No se como me las he ingeniado, pero consigo subir las escaleras de forma un tanto extraña. Subo dos escalones apoyándome sobretodo en la pierna buena y cojo las muletas para subirlas arriba, tirándolas sin saber si caerán en buen lugar. Después recorro los pocos escalones que me quedan arrastrándome como un mísero gusano. Cuando ya he conseguido llegar arriba, con la respiración entre cortada, me siento en el suelo y vuelvo a subir las escaleras. Me levanto y cojo las muletas para apoyarme en ellas. Ya estando segura de que no me voy a matar, examino el lugar. 

Hay muchas más cajas que la última vez que subí aquí arriba, hará ya unos cinco años. Y parece que no he sido la única en volver a subir. Todo está lleno de polvo, telarañas, arañas y las paredes tienes recorridos de moho sobre ellas. Todo está asqueroso. Empiezo a caminar alejándome de la especie de laberinto que hay hasta que llego a un claro, uno lleno de botellas de whisky y cerveza, pero no vacías. Es más, la mitad de la bebida que le queda a cada botella se desperdicia mientras va hacia el suelo y, posiblemente, se filtre. Miro a culpable de que nuestra casa vaya a parecer una piscina infantil alcohólica.

-¿Snake?

Esta sentado en el suelo, apoyado en la  pared, rodeado de pequeñas cajas llenas de papeles y otras cosas. Muchos, por no decir la mayoría, de esos papeles están echos bolas y tirados por el suelo, y los que no, están en las cajas o en sus manos. Pero lo que más me preocupa a parte de que esté borracho es que... está llorando.

-¿Snake? ¿Qué...?- no consigo terminar. Sus ojos aguados me miran con sorpresa y tristeza. No parece que me hubiese escuchado antes.

-Lárgate- balbucea y aparta la mirada a la botella que tiene entre sus manos.

-No- me niego y empiece a caminar hacia él mirando como está todo -¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué te pasa?- pregunto preocupada.

-Nada, lárgate- me preparo para sentarme cuando vuelve a hablar con la voz ahogada y cansada -En serio, Kora, vete, por favor. Este no es el momento.

-Lo sé- contesto terminando de sentarme. Dejo las muletas a un lado. -Lo sé al igual que también sé que en realidad no quieres estar solo. Y tampoco deberías.

Me mira de reojo y bufa poniendo los ojos blancos mientras bebe un trago de su botellín. Me coloco la capucha de mi sudadera, porque hoy hacia frío, sobre la cabeza para poder apoyarme en la pared sin que mi pared toque esa asquerosa pared. 

Le observo. Tiene los ojos rojos y las mejillas rojas y algo pegajosas, los labios húmedos por las lágrimas o la botella, el cabello despeinado y la sudadera negra y los vaqueros que lleva están mojados, posiblemente de las bebidas. Pero eso no me demuestra nada. Lo que me dice todo es como esta. No es el mismo. Esta destrozado, llorando y tiene miedo. Está sufriendo por algo muy fuerte.

-¿Qué haces aquí?- pregunto.

-¿Quieres?- me ofrece una cerveza y niego, se encoge de hombros -Desahogarme. Lo necesitaba.

-¿Por qué?- le cojo una mano y la aparta al instante, asustado -Snake, ¿que te pasa? Dimelo, por favor, y te podré ayudar.

-Nadie puede ayudarme.

-Una frase muy típica, pero es mentira. Si que puedo ayudarte.

-No. No puedes- repite pasando la manga de su sudadera por su nariz mientras se sorbe los mocos -No puedes ayudarme con algo que ya esta hecho.

Le miro. Solo le miro, analizandole, no juzgándole. Respiro hondo y me apoyo en la pared mientras me cruzo los ojos. Me mira y eleva una ceja.

-Pues no me pienso mover de aquí por mil arañas que vea, aunque el moho me trague...- niego con la cabeza apartando esos pensamientos de mi cabeza -No me voy a mover hasta que me lo digas. Y tu tampoco te vas.- le miro de reojo y sonrío -Y tendrás que soltar toda esa bebida en algún momento.

Le veo reír ligeramente y muy silenciosamente y se acomoda de la misma manera que yo. Al parecer no va a soltar prenda, pero por lo menos esta más tranquilo. Y así pasamos media hora. Él mirando a la nada mientras bebe cerveza y yo analizando cada esquina del desván procurando que no saliese ni una araña esperando a que hable. 

En una de las tantas veces en las que me coloco la capucha, que no para de caerseme por el moño de mi cabeza, noto como a Snake se le cae la cabeza un poco hacia adelante. Se ha quedado dormido. Ruedo los ojos y entonces noto todos los papeles que hay a su alrededor. Si el no me lo va a decir, tendré que verlo yo.

Me incorporo hacia los papeles y cojo todos los que puedo. Miro a Snake con pena y culpabilidad. Se que no debo meterme en lo suyo, he aprendido la lección, pero necesito saber que le atormenta y le hace tanto daño. Miro los papeles, que parecen ser recortes de periódicos, que están entre mis piernas y vuelvo la mirada a Snake.

-Lo siento- susurro.

Y empiezo a leer.


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