Amigos

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Se acercó a la puerta al escuchar que el timbre sonaba, y al abrirla, miró curioso a dos tipos del otro lado, a los cuales no conocía.

—Buenas noches ¿Qué se les ofrece? —sonrió Sam.

—Estamos buscando a Ed —pronunció confundido uno de ellos—. No sabíamos que tenía un hermano menor. El nunca nos habló de ti.

—Sí, creo que una vez lo dijo, pero me parece que dijo que vivía en Canadá. Ahora entiendo porque no respondía los mensajes. Fue porque fue a buscarte al aeropuerto ¿Verdad? —sonrió el otro tipo.

—No, yo no soy el hermano de Ed.

—¿No? ¿Y quién eres?

—Su novio —sonrió.

Edward iba llegando a la sala, cuando observó a dos de sus amigos, sintiéndose tan aturdido como la expresión de ambos muchachos.

¿Qué demonios les había dicho Sam?

—Terry, Will ¿Qué hacen aquí? —preguntó acercándose a ellos, intentó lucir normal.

—¿Te follas a un adolescente? Sé que cuando Mariska se fue quedaste mal, pero...

—¿En serio eres gay? —inquirio aturdido el otro, desconcertado—. Creí que tú-

—Esperenme abajo —gruñó empujándolos fuera de su casa, para luego cerrar la puerta.

Se giró y miró con el ceño fruncido al joven rubio.

—¿Qué diablos les dijiste?

—Q-Que no era tu hermano menor... Qué era tu novio.

—¿Mi novio? ¡¿Cómo se te ocurre decir una estupidez así, Sam?! ¿Tienes ideas de los problemas que me puedes ocasionar?

—Pero, no creí que fuera algo malo —le dijo afligido.

—Lo es, es muy malo. La próxima vez, sólo quédate con la boca cerrada. O mejor aún, ni abras la puerta, espera a que yo venga a hacerlo ¿Okay?

—Lo siento E-Ed... No volveré a decir eso —murmuró mirando hacia abajo.

—Regresaré tarde, no salgas de la casa —le dijo molesto, dirigiéndose a su habitación para buscar un abrigo.

—¿Puedo ir contigo? Me alistaré rápido.

—No, me iré con mis amigos solo —pronunció volviendo a la sala.

Fue a abrir la puerta, y Sam lo miró afligido. Edward lo observó, y luego... Le dio una simple palmada en uno de los hombros.

—No salgas —repitió antes de irse, causándole un vacío enorme al joven rubio.

¿Sólo eso? ¿Una palmada en el hombro además de negarlo?

***

—Ey Eddie ¿Quién tiene mejor culo? ¿Terrence o yo? —bromeó Will.

—Ya déjate de decir estupideces.

—¡Pero es que es increíble! ¿Tú gay? En serio, no podemos creerlo.

—¿Podemos no hablar de eso? —gruñó tomando su vaso con cerveza.

—¿Pero entonces es verdad? —rio Terry.

—¿Qué te hace ser gay para ti? —preguntó con molestia Edward.

—No lo sé ¿Follarte a otro hombre?

—Exacto, yo no me follé a nadie, así que no insistan más con esto.

—Okay, aún no lo hiciste ¿Pero lo harás? Es un crío, Eddie ¿Qué diablos te pasa? ¿Tan mal te dejó, Mari?

—No quiero hablar de esto.

—¿Quién más sabe que eres gay?

El moreno rodó los ojos, e ignoró a sus amigos, encendiendo un cigarrillo. Hacía mucho no fumaba, pero ahora, se sentía frustrado.

***

Volvió a su casa pasadas las tres de la mañana, lo cual era muy malo. En la mañana debía trabajar, y al parecer, no podría levantarse. Sólo le quedaban unas pocas horas de sueño.

Se quitó el abrigo y las zapatillas, y las dejó detrás de la puerta, caminando descalzo por la sala. Todas las luces estaban apagadas de la casa, por lo que suponía que Sam sí le había obedecido, y se había ido a dormir.

Fue hasta la habitación del joven rubio, y corrió suavemente la puerta, para encontrarlo durmiendo. Se sentía mal por haberlo tratado de ese modo, y quería disculparse.

Se sentó en la cama, y le acarició suavemente el cabello, despertándolo. Sam al verlo, bajó la mirada.

—Lo siento, no debí tratarte de ese modo.

—Está bien.

—Ey, mírame.

Negó con la cabeza, sin querer hacerlo.

—¿Por qué no?

—Te avergüenzas de mi —le dijo en un tono quebrado, al borde de las lágrimas—. Si fuera una chica, le habrías dicho a tus amigos que si éramos algo, pero te avergüenzan de lo que eres.

—No soy gay.

Los ojos del joven rubio se cristalizaron, y se sentó en la cama, sin querer mirarlo. Salió de la cama y fue hasta el armario, para tomar algo de ropa.

—Sam ¿Qué haces?

No le respondió, simplemente buscó su bolso, y comenzó a guardar su ropa, derramando las primeras lágrimas.

—Sam, deja eso —le dijo con calma.

No tenía mucha ropa, ni pertenecías. Por lo que no le llevó nada guardar todo, para luego dirigirse al baño y vestirse. Sólo estaba durmiendo con el boxer puesto.

Cuando salió del baño, se chocó contra el pecho de Edward. El moreno lo tomó de los hombros, y él comenzó a llorar.

—Lo siento, no quería herirte, pero yo no soy gay.

—O-Okay —le dijo tomándolo de las manos para que lo soltara.

—¿Qué piensas hacer?

—Me v-voy, ya no quiero vivir contigo.

—Sam, yo... Dios, no soy gay, pero tampoco quiero que te vayas —pronunció frustrado—. No te vayas, no hace falta que lo hagas, porque yo quiero tenerte aquí. Estoy tranquilo al saber que vives conmigo.

—Pero yo no puedo vivir contigo, queriéndote.

Se soltó de su agarre, y fue hasta la cama para tomar su bolso.

—Sam, son más de las tres de la madrugada, casi las cuatro ¿A dónde diablos dormirás si te vas ahora?

—Me tomaré un taxi hasta la industria.

—¿Qué industria? —le preguntó confundido.

—La que me creó.

Ed frunció el ceño, molesto, y lo tomó de una de sus muñecas, impidiendo que siguiera caminando.

—¿Y para qué diablos quieres ir tú ahí?

—Eso no te importa —le dijo con lágrimas en los ojos.

Lo miró a los ojos, y cerró los ojos suyos, antes de besarlo. Besarlo e intentar acallar su mente, que le decía que aquello estaba mal... Porque él no era gay.

Sam posó sus manos en las mejillas del moreno, y correspondió a su beso, llorando. ¿Por qué no podía aceptarlo? ¿Por qué le avergonzaba decir lo que era?

...

El muñeco perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora