Circo

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Estaban saliendo del restaurante, cuando una chica pasó por al lado de ellos, y les dejó un volante. Edward no le prestó atención, simplemente lo guardó dentro de su abrigo para tirarlo luego. Pero Sam sí lo leyó.

—Ed, Ed ¡Por favor! —exclamó mirándolo con una gran sonrisa—. Quiero ir al circo, por favor llévame. No hace falta que te quedes ahí, sólo llévame y luego me regreso.

—¿Un circo? Es de los más estúpido. Lleno de payasos idiotas que intentan hacerse los graciosos, y lo único que causan, es lástima.

—Pero es que siempre quise conocer un circo, por favor, Ed. Prometo no molestarte más, sólo llévame hasta él. O al menos dime qué autobús debo tomar, y me iré solo.

Edward le quitó el volante de la mano, y observó la dirección.

—El 317 te dejé a una cuadra.

—Perfecto ¡Gracias por el almuerzo! —le dijo dándole un fuerte abrazo, antes de salir corriendo hacia la parada de autobús.

En serio parecía un niño.

Y Edward no tenía interés de acompañarlo, ni de llevarlo a aquel lugar. Odiaba los circos.

***

Estaba plácidamente durmiendo en su cama, tapada hasta la cabeza casi, cuando un estruendoso trueno lo despertó. Gruñó molesto mirando hacia la venta, al ver como las cortinas se volaban por su habitación, debido al fuerte viento.

Giró en la cama, y se cubrió mejor con las mantas, se levantaría luego a cerrar la ventana, él quería seguir durmiendo. Pero un segundo trueno lo interrumpió, y molesto tomó el celular que descansaba sobre la mesa de noche, mirando la hora.

Había estado durmiendo más de cinco horas, y ya eran cerca de las ocho de la noche. Sin ganas, salió de la cama y arrastró sus pies hasta la sala.

—Llamar a Sam —le dijo al sistema, al ver que el muchacho no estaba en la sala o su habitación.

Fue hasta la cocina, escuchando el tono de espera, mientras se servía un poco de agua, y encendía la cafetera.

"El número al que intenta llamar, no se encuentra disponible en éste momento."

—¿En serio? —se preguntó con fastidio.

O es que el rubio se había quedado sin batería, o lo había apagado... O en el peor de los casos, le había pasado algo malo. Sam le había dicho que él no necesitaba un celular para hacer llamadas o atenderlas.

—Pendejo idiota. Localizar la ubicación de Sam —gruñó volviendo a su habitación, para poder cambiarse y salir a buscarlo.

"—Localización en curso..."

—Sabía que no podía dejarlo ir sólo —masculló colocándose un pantalón—. No hace más que meterse en problema. Sólo-

"—Ubicación localizada, Sam se encuentra a una distancia de treinta metros de aquí."

—¿Qué?

Salió de su habitación, sólo con el pantalón puesto, y fue hasta la sala.

"—A diez metros."

Abrió la puerta, y ahí estaba el rubio, con esa sonrisa estúpida en sus labios, y mojado.

—Hola Ed —sonrió.

—¿Hola Ed? ¡¿Dónde diablos estabas?! ¡¿Por qué no respondías mis llamadas?! ¡¿Por qué estás mojado?!

El jovencito borró lentamente su sonrisa, y miró hacia abajo, como un niño pequeño regañado.

El muñeco perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora