Amor

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—Pa-pá —balbuceó el bebé, levantando sus bracitos hacia Sam, abriendo y cerrando las manitos.

El joven rubio se giró, y tomó al niño en brazos, sonriendo y besando su frente.

—Te amo, Fran. Papá te ama mucho, mucho.

—Pa-pá —sonrió

—Muy bien, papá —sonrió suavemente.

Quizás un niño de su edad, hablaba mucho más, y más claro. Pero para un bebé como Francis, que recién comenzaba a escuchar y entender, era un continúo aprendizaje.

Edward se había ido luego de que su madre había ido a visitarlos, y por lo que Sam suponía, habían discutidos, ya que el muchacho no se veía bien.

—¿Quieres ayudarme a prepararle algo rico a papá Ed? No ha tenido una buena tarde —sonrió levemente, hablándole al bebé—. Y nosotros vamos a hacer todo lo posible por hacerlo sentir bien.

***

—Que raro que tú hayas venido a entrenar a esta hora —le dijo Jay, llegando al moreno.

—Necesitaba desestresarme, o iba a romper algo en mi casa.

—¿Por qué lo dices? No le haz hecho nada a Sam ¿Verdad? —preguntó serio.

—No ¿Por qué clase de enfermo me tratas? Jamás lastimaría a Sam, mucho menos lo golpearía —pronunció molesto—. El problema fue por mi madre.

—¿Otra vez hablando de Mariska y defendiendo a Tony?

—No sólo eso, se metió con Sam y Francis, hablando estupideces. Diciendo que yo dejé a Mariska por Sam, que abandoné a mi "hijo" para cuidar de otro niño que no es nada mío. A veces no sé que tiene mi madre en la cabeza. Viene a mi casa, trata mal a mi pareja, y desprecia a mi hijo —pronunció realmente molesto, indignado.

Jay lo observó con una suave sonrisa, y lo abrazó, tomando por sorpresa a Ed.

—Estoy muy orgulloso de ti, Eddie, eres un hombre con un corazón enorme. Cuida mucho de Sam y de tu hijo, que son las únicas dos personas que valen e importan en tu vida.

—Por supuesto que sí, ellos son mi familia.

***

Al abrir la puerta de su casa, un aroma delicioso, cambió su humor. En serio, no sabía que estaba cocinando Sam, pero olía demasiado bien.

Se dirigió hasta la cocina, y ambos rubios sonrieron al verlo. Edward tomó a Francis, y le dio un beso en la cabeza, mientras el bebé balbuceaba un papá, y le mostraba un trozo de zanahoria que tenía en su manito.

—¿Estás ayudando a tu papá a cocinar?

—Pa-pá —sonrió.

—Eres perfecto, hijo —le dijo en un tono suave, antes de acariciarle suavemente el cabello, y darle un beso en la frente.

Lo sentó en su silla para comer, y fue a saludar a Sam. Lo tomó del rostro, y lo besó lentamente, acariciándole las mejillas.

—¿Te sientes mejor?

—Sí —le dijo dándole un beso corto en los labios—. Me iré a bañar, y luego vengo a cenar con ustedes, estuve entrenando.

El muñeco perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora