Piénsalo

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Luego de la noticia que Sam le había dado a Edward, y él le dijera que no estaba de acuerdo , el muchacho rubio se la había pasado muy distante.

Era obvio que estaba molesto ¿Qué tenía de malo? ¿A caso no quería tener un hijo con él? Ni siquiera tendría que llevar Edward al bebé, él quería tenerlo.

—Tu papá puede ser muy egoísta —le habló a Francis, mientras lo cambiaba para salir—. Estoy seguro que a ti también te gustaría tener un hermanito, con quién jugar. Pero no, tu papá es un egoísta de mente cerrada.

El bebé lo observó, y sonrió, enseñándole un patito de peluche, mientras lo sacudía de arriba a bajo.

—Sí mi amor, tienes un patito hermoso —sonrió Sam, acariciándole el cabello.

Suspiró, y se sentó con su hijo en la cama, mirando la mesa de noche, dónde estaba la orden para realizarse aquella operación. Aunque Edward había estado en desacuerdo, él tenía turno para el día siguiente.

Había pedido una consulta para evaluar las posibilidades, y saber si cuerpo era viable para aquel trasplante. Lo había pedido para el día de descanso de Ed, así él podía cuidar de Francis.

***

—Te noto extraño —le dijo pensativo el moreno, mientras cortaba un trozo de su filete.

—Hablando de eso, mañana debo salir eso de las ocho de la mañana —explicó mientras le daba de comer al pequeño rubio—. Así que voy a necesitar que cuides de Fran por un rato.

—¿A dónde tienes que salir?

—Em... Debo irme a una consulta médica.

—¿Qué tienes? —le inquirió preocupado—. ¿Te sientes mal? ¿Te duele algo?

—No, no, es sólo una consulta rutinaria —mintió, limpiándole las mejillas al bebé.

—En ese caso podemos acompañarte con Fran.

—¿A caso no puedes quedarte con él y cuidarlo unas horas? —le preguntó molesto.

—Claro que sí, pero no tiene nada malo si te acompañamos. Es sólo una consulta.

—Sí, pero me gustaría salir solo. Estoy siempre cuidando de Francis, encerrado en la casa, y quisiera tener un tiempo a solas.

—Está bien —le dijo sin decir más nada.

Porque obvio que tenía cosas para decir ¿Quién había querido adoptar al niño? ¿Quién no había querido enviarlo a una guardería? ¿Quién había querido renunciar a su trabajo? Sam, él había decidido todo.

Ni siquiera le había consultado una vez a Edward sobre que hacer, o si él estaba de acuerdo o no. Sam había decidido que así serían las cosas, y eso había hecho.

***

—Pa-pá —sonrió, sentándose junto a Edward, tomándolo de la nariz.

El moreno sonrió adormilado, y abrazó a Francis a él, besando su frente.

—Vamos a seguir durmiendo, es muy temprano.

—No, pa-pá —se quejó, liberándose del abrazo de Edward.

El muchacho suspiró, y se pasó una mano por el rostro, antes de sentarse en la cama.

—De acuerdo, vamos a desayunar —bostezó, tomando su celular para ver la hora.

Eran las nueve, y Sam se había ido como a las siete, por lo que suponía que no tardaría mucho en llegar. ¿Cuánto podría demorarse si ya tenía el turno?

El muñeco perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora