❛ LUNATIC。

[🌷] 14

Sus ojos se iban abriendo poco a poco, la luz estaba encendida. Y esto hizo que su ceño se frunciera y que quejidos salieran de sus labios. Se le estaba haciendo muy difícil el quedarse en la misma posición, acostado boca arriba, intentado hacer que respirar no fuese tan difícil.

Se estaba poniendo tan nervioso, sentía que todo le daba vueltas, las náuseas tampoco faltaban. Estaba mal, perdido, sin ningún escape. Sus manos adheridas a la cabecera de la cama le hacían sentir aún peor. Le dolía todo además, la espalda, las heridas en su rostro, cada uno de los malditos hematomas que tenía punzaban al mismo tiempo. Y le volvía loco, incluso estaba gruñendo mientras lloraba silenciosamente. Quería soltarse, sus hombros dolían tanto...

Temblaba porque aquellas ropas que tenía puestas no servían para cubrirlo del frío tan agonizante de aquella habitación, lloraba más fuerte con cada segundo, la cuerda se encajaba en su piel con cada movimiento, y dolía más que nada. Porque el aire se colaba por sus huesos. Y cuando temblaba esas heridas se contraían, ardían, no podía soportarlo.

Sollozos comenzaron a escucharse, a la par que sus manos se movían agresivamente tratando de soltar la cuerda que las tenía atrapadas. Y gritaba ahogado, porque estaba haciéndose más daño que antes.

Y cuando sus manos estuvieron casi a nada de soltarse, escuchó algo que le dejó congelado.

Pasos.

No sabía si sentirse asustado o emocionado. ¿Y si un policía había entrado a la casa? ¿Acaso alguien se metió a robar? Por dios, habían tantas cosas que un delincuente podía hacerle mientras estaba en ese estado. Las lágrimas no pararon, y esos pasos tampoco.

Parecía como si esa persona estuviese emocionada por estar en la casa, caminaba con saltos entre sus pasos, puertas se habrían y cerraban. San no podía estar más nervioso. Cada vez estaba más cerca.

—¡¿Dónde estás Wooyoung?!— Joder, estaba temblando tanto.

—¡A-Ayuda!— Tuvo que hacerlo, su voz sonó quebrada por culpa del llanto, sollozó. No lo aguantaba más. Volvió a gritar. Se estaba desesperando porque los pasos dejaron de resonar, no se abrían puertas. Todo había quedado en un inquietante silencio sepulcral, el cual le daba escalofríos.

Por su frente rodaba sudor frío, cabeceaba cansado, estaba tan mareado. Sentía que iba a vomitar si ningún otro sonido se presentaba. Tragó pesado, mirando a su alrededor, enfocando sus ojos en la puerta, la luz estaba encendida y parpadeaba constantemente, y no sabía si era por producto del mareo... Pero juraba que podía ver algo más. No sabía el qué.

Volvió a pedir ayuda, y los pasos volvieron. Las puertas se abrirán y cerraban, pero el sonido era tan violento que San tenía que cerrar sus ojos, atormentado, sediento, mareado, congelado y confundido. Seguía sollozando, pero ahora en un tono bajo.

La puerta de la habitación en donde estaba se abrió.