[🌷] 3O

1.9K 301 44
                                    


Si tuviese que describir, el como fueron los días luego de que Wooyoung decidiera acabar con la vida de Yoobin... San diría que fatídicos, traumatizantes y muy desesperantes. No le cabía en la cabeza lo retorcido que era aquél hombre que le tenía cautivo, estaba tan carente de cordura que algunas veces dudaba de sus cambios de humor; a él trataba con una falsa dulzura y a Huening... Era mejor no decirlo.

Sabía que el pequeño estaba perdiendo los estribos, porque siempre se mostraba distante con él aunque siempre buscaba la manera de refugiarse en sus brazos cuando Wooyoung le amenazaba con hacerle sufrir el peor infierno que se puede imaginar. Odiaba tanto que jugara con él de esa manera, se sentía tan culpable.

Las lágrimas se habían acabado, había llorado tanto por la muerte de aquella chica que ya resultaba irritante. Su rostro se mostraba sombrío, sus ojos enrojecidos, a pesar de que hace días que no derramaba una sola gota, estos se mostraban hinchados. Su garganta dolía, al igual que sus huesos. Tal vez aún tenía alguna herida por ahí, no lo sabía con exactitud.

La oscuridad de ese lugar le daba miedo, escuchaba voces, risas, gritos, pisadas, golpes. Todo lo que una mente para nada escéptica se podría imaginar. El temor era evidente, pero no se dejaba vencer, bloqueaba de alguna manera la burlesca voz de Hongjoong, la cual le repetía una y otra vez que el menor iba a morir dentro de poco, y que, de alguna manera, él disfrutaría de verlo.

No creía esto, le parecía tan absurdo que ese... Ente, que ese maldito demonio le hablara sólo para confundirlo. Odiaba pensar en que podía hacer el mismo con Huening Kai. Odiaba el no poder controlar al pelinegro y decirle que no escuchara a las voces, que se mostrara fuerte, que no sintiera miedo... Pero era imposible, e intentarlo sería una perdida de tiempo.

Sus ojos miraban fijamente el lugar en donde Yoobin dió sus últimos signos de vida, recordar su expresión perdida en pensamientos le hacía tener una clara visión, podía verla ahí sentada, abrazando sus piernas y temblando. La sentía tan cerca que le era imposible apartar la vista.

Y era tan extraño, estaba consciente del charco de sangre seca y putrefacta que había en el frío piso de concreto.

Se le hacía injusto, Yoobin no merecía una muerte tan horrible como esa. Le dolía todo se sólo pensar en sus familiares, en sus amistades. ¿Estarían buscándola? ¿Acaso se preocupaban por ella? Esa preguntas que se hacía no le dejaban cerrar sus ojos con tranquilidad.

—San...— Escuchó un susurro cerca de él, su garganta emitió un sonido seco, sabía que era el pequeño quien le hablaba, las voces no usaban un tono tan quebrado, dulce y bajito como él. Sabía bastante bien que Huening estaba hablándole, pero estaba tan ido. —Creo que escuché algo— Le sorprendía que no estuviese llorando, o tartamudeando.

No le importaba si había alguien rondando o no.

—¿Me estás escuchando?— Estaba perdiendo la paciencia, sus manos temblaban, los orbes del chico temblaban reflejando el temor que sentía. San respiró hondo, esforzándose para mirarlo, por el rabillo del ojos podía verla, estaba ahí levantando su rostro magullado, dedicándole una mirada ahogada en lágrimas.

—¿Algo cómo qué?— Susurraban, pues no sabían si Wooyoung estaría escuchándolos. Las pisadas en el piso de arriba se hacían escuchar, un par de voces acompañaban. Gritos... Un lamento.

San se levantó del suelo, mirando fijamente el techo, no podía ver más que las vigas y las telarañas que ahí se encontraban. Frunció su ceño, escuchando la conversación.

—¡No quiero hacerle daño, entiéndelo de una maldita vez!— Era Wooyoung, se escuchaba tan enojado, su voz empapada en rabia y algo allegado al... Dolor.

No sabes lo que dices, cuando acabes con el chiquillo, querrás acabar con San también, te lo aseguro. Aunque no me creas lo harás, Wooyoung.

¡Cállate! ¡No sabes lo que estás diciendo! Estás loco, siempre estuviste loco Hongjoong. Déjame tranquilo, vete. ¡Vete, mierda!— ¿Acaso estaba llorando? El pensamiento le hizo sonreír. Estaba rogando por algo, rogaba entre lágrimas para que aquella cosa se fuera, pero claro, era un ente, no iba a irse tan fácil.

El castaño mordió sus labios resecos, pensativo.

—¿Quién es Hongjoong?— La voz del pelinegro le hizo girarse sobre su lugar, el menor seguía en el suelo, abrazando a sus piernas; viéndose tan indefenso e inocente. En su rostro se notaba una mueca de confusión, las heridas estaban sanando ya que Wooyoung tuvo una pizca de humanidad. La sangre seca que rondaba sobre su rostro no estaba y ropas más abrigadoras fueron regaladas a ambos. El mayor lo pensó y pensó. No sabía cómo explicar algo que no entendía.

—HongJoong es un ente, Kai.— Dijo, jugando con el borde de aquella prenda que le cubría, acercándose al menor para estrecharle entre sus brazos. —Es eso, o es que ya me volví loco y no sé si es un demonio o una persona sin un hilo de cordura. Pero sé que se mete en tu mente y te controla, te hace pensar cosas tan sádicas que te dan ganas de arrancarte los oídos con tus propias uñas.

No sabía qué estaba diciendo. El menor se encogió en su lugar asustado, San estaba perdiendo los estribos.

—S-Si así lo dices... Cr-Creo que le he escuchado. Hay tantas personas aquí que no sé quién es quién... Pero da miedo, San. Estoy asustado, quiero irme.— Y aunque su voz temblara, y su nariz picara con una molestia increíble, ninguna gota se acumulaba en sus ojos. Ambos tenían sus rostros serios, San miraba a Yoobin y Huening Kai le observaba hacerlo, aunque no supiera qué era lo que veía con tanto afán.

—Yo también quiero irme, ¿Pero sabes? Tengo una pequeña esperanza de que saldremos de ésta.

—¿De verdad?— San asintió, desordenado aún más su cabello con una de sus manos, apartando éste de su frente. Quería dejar de verla. Sabía que no era sano, que no tenía sentido.

La puerta del sótano se abrió, y el pulso calmado de San se volvió desordenado, el aire le faltaba, y sus brazos se apretaron alrededor del menor con la esperanza de que no fuese arrancado vilmente de sus brazos.

❛ LUNATIC。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora