Negocios Miserables.- Josh Hutcherson & ____________.-Meel

Capítulo 86

-Negocios Miserables-

Capítulo 86

¿Podría ser ella más cínica? 

Su mirada me recorre de arriba abajo. ¿Cómo puede ser posible que haya vuelto? ¿Cómo me encontró? Es decir ella no tenía… Detrás de Elena hay un hombre que me resulta parecido: ojos azules, cabello castaño claro. ¡Es Mike!

-¿Mike? –frunzo el ceño. 

Mi madre mira a Mike y sonríe. 

-______, lo siento, ella…-comienza él. 

-Cierra la boca –lo interrumpe- Ya puedes irte. 

Mike asiente y se va corriendo. Cobarde. En verdad creí que todos ellos eran algo así como mis amigos. 

Mi madre echa su cabello hacia atrás y me sonríe malvadamente. 

-Oh, mi pequeña nena. Me enteré de lo de tu padre. Es una lástima, ¿verdad?

Hago una mueca de desprecio. 

-Eso es algo que a ti no te interesa. Vete de mi casa. 

Se cruza de brazos y observa el lugar. Arquea una ceja, y sin que me dé cuenta entra. Mira el recibidor con interés. ¿Qué es lo que quiere? 

-Me parece –comenta- un lindo lugar para vivir. –Me mira- Me mudaré. 

Frunzo el ceño. 

-¿Qué? ¿Estás loca, Elena?

-¡Oh! ¿Ahora me llamas por mi nombre? 

-Tú ni siquiera eres mi madre. 

Suspira y agita la cabeza negando. 

-Creo que no entiendes la situación, ______. Tu padre ahora está muerto, nadie puede cuidarte. Sólo te quedo yo…

Maldigo hacia mis adentros. Ni siquiera había pensado en eso. Todavía no soy completamente mayor de edad. ¿Qué haré ahora? 

-No…-es lo único que logro decir. 

-Sí. Por supuesto que sí. 

Se acerca y comienza a caminar alrededor de mí observándome detenidamente. Acaricia mi cabello y mis mejillas. 

-Mm-hm… eres muy hermosa, ______. Con tu lindo cuerpo podremos duplicar la fortuna que te dejó tu padre. 

Aparto de un manotazo la mano que tenía en mi mejilla. 

-¡Eso jamás! –exclamo. O mejor dicho grito- Vete de mi casa. 

Pone una mano sobre mis labios para callarme y me mira a los ojos. 

-No me iré –susurra- De hecho, me quedaré. Viviré contigo de nuevo, como en los viejos tiempos, ¿lo recuerdas? Estoy segurísima que no tienes con quien compartir todas estas riquezas, linda. 

Intento hablar, pero su mano me lo impide. Sigue acariciando mi cabello y su larga uña me lastima la mejilla. Contengo mis ganas de llorar. No quiero volver con ella, no otra vez. Me ha hecho demasiado daño. No otra vez…no…

-¿______? –escucho unos tacones acercándose y de repente, Cassie aparece frente a nosotras. 

Su boca se abre en forma de O al mirar a mi madre tomándome de esa forma. Cassandra se acerca más y Elena por fin me suelta. 

-Es…-susurra Cassandra. 

-Soy Elena Miller –extiende su mano hacia Cassie- La madre de _____. Mucho gusto. 

Toco mi mejilla y verifico que no tenga sangre. Afortunadamente fue algo leve. 

Cassandra la ignora. 

-Si te preguntas, cabecita roja, qué estoy haciendo aquí, -continúa mi madre- la respuesta es fácil. Vine por mi hija. 

Cassandra frunce el ceño. 

-¿Por qué piensas llevártela? 

Elena sonríe. 

-Su padre está muerto. Soy la única que debe quedarse con ella. Por cierto… ¿tú eres? 

-Soy Cassandra Ha…-Me da una mirada. Parece que se le ha ocurrido algo- Reeves. Cassandra Reeves. Matt era mi esposo. No permitiré que te la lleves. 

Elena pone los ojos en blanco. 

-Soy su madre. Tú eres una de las tantas zorras que tuvo Matt. 

-¡Tú no eres mi madre! –exclamo.

Elena arquea una ceja. 

-Te mantuve 17 años. 

-17 años de miseria. No quiero pasar más años contigo. Vete. Cassandra es mi madre ahora. 

Cassie toma mi mano y me rodea los hombros con su brazo. Elena nos mira con odio. 

-Sabes que no te conviene llevártela, Elena –dice Cassie- Lo único que deseas es su dinero. Si le pones una mano encima yo misma te llevaré a prisión. 

-Uh –dice Elena e imita una cara llena de terror- Estoy en verdad asustada. –Me mira fijamente- Esto no se ha acabado, _____. Lo sabes. 

Y es increíble lo rápido que sale de la casa. Fue casi en un abrir y cerrar de ojos. 

Cassandra me mira con ojos ansiosos. La abrazo con todas mi fuerzas y calmo mis emociones. 

Nos dirigimos a la sala de estar nuevamente. Grace está sentada con una ceja arqueada. 

-¿Me perdí de algo? –pregunta al vernos entrar. 

-No –agito la cabeza- de nada.