Capítulo 1

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Como si la forma de una luna pudiera disminuir el dolor,

Como si los sueños de su padre pudieran justificar los hechos,

Como si un microsegundo de alegría

Bastara para borrar tantos años de dolor...

Capítulo 1

Se despertó sintiéndose pegajosa, ¿dónde estaba? Se preguntó, lo único que pudo reconocer fue el laboratorio de su padre, o lo poco que quedaba de él, ya que este estaba destruido.

Intentó pararse, pero se resbaló por todo el líquido que tenía adherido al cuerpo. Descubrió que su bata de seda estaba totalmente rasgada, así que intentó cubrirse, pero luego se sintió tonta, ¿después de todo quien podía verla? Ese lugar estaba completamente solo, pero lo peor no era lo sola que se sentía, lo peor era que estaba muy lejos de su hogar y no era cuestión de lejanía en cuanto espacio, si no lejanía en el tiempo...

Luego de varios intentos logró deshacerse de las bolsas de suero que le colgaban de los brazos. Finalmente se puso de pie, se sentía demasiado débil y cansada, pero debía descubrir donde estaba y lo más importante: dónde se hallaba su padre, ya que a este no lo veía por ningún lado. Sintió un poco de decepción, pues siempre imaginó que al despertar él estaría a su lado, feliz de verla después de tanto tiempo.

Miró hacia atrás y pudo identificar la capsula hecha añicos, el líquido en el que alguna vez había estado se escurría por los cristales, lo que veía era espantoso, nunca pensó que la capsula pudiera destruirse de esa manera.

Caminó torpemente por los pasillos, todo estaba totalmente destruido, nada de lo que veía era reconocible. Iba muy despacio, pero aun así no logró ver el pedazo de cristal que se hallaba muy cerca de ella, sin que se lo esperara sintió un fuerte dolor en la palma del pie, su único acto reflejo fue caer de rodillas mientras observaba que había pasado; vio un hilo de sangre en él, pero al ver esto lo que sintió no fue del todo dolor, se sintió bien; fue como si sintiera por primera vez, no recordaba que era sentir, así fuera dolor. Sacó el trozo de cristal de la palma del pie mientras hacía una mueca al ver que caía mucha más sangre en el suelo.

Se paró y siguió caminando, aunque un poco coja por la herida. Llegó a un punto donde se sintió bastante exhausta así que se apoyó en una pared destruida, no encontraba a su padre, quería llamarlo, gritar muchas veces su nombre, pero la voz no le salía, sentía su garganta seca y arder, y su voz se apagaba al abrir la boca. Lo único que encontró fue el reflejo de sí misma sobre un quebrado espejo; se detalló muy detenidamente, no vio nada diferente.

La misma Alice de siempre, el cabello color azabache cayéndole en rizos mojados a la altura de los hombros, las mejillas mucho más encendidas de lo habitual, los labios ligeramente rojos. Vio las pecas que le nacían desde el puente de la nariz hasta sus marcados pómulos, siempre las había odiado y había pensado que la hacían ver un poco fea, pero se olvida de ello al reparar en sus ojos, aquellos que no veía desde hace un largo tiempo y que no recordaba que dieran la sensación de estar viendo un hermoso mar enfurecido. Lo único que la hacía ver un poco diferente es el hilillo de sangre seca debajo de la pequeña nariz, como si se hubiese dado un fuerte golpe al caer inconsciente después de que se destruyera la cápsula.

Apartó la mirada de su reflejo, aún tenía la apariencia de una chica de 14 años, aunque hubieran pasado muchos años más. Y pensar eso le dolía.

Luego de caminar un poco más encontró una sábana blanca la cual usó para limpiarse, vestirse y vendar la herida que ya le empezaba a molestar; mientras hacía esta acción vio la media Luna que tenía en el brazo, se quedó observándola detenidamente, la detalló y recordó con tristeza la acción y palabras de su padre.

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