Capítulo 8

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«Quedarse en lo conocido por miedo a lo desconocido, equivale a mantenerse con vida pero no vivir»

- Anónimo


CAPÍTULO 8. LA PARÁLISIS DEL TERROR A LO CONOCIDO Y DEL MIEDO A LO DESCONOCIDO.

Me encerré en mi dormitorio después de que Amanda se marchara en un Lyft a su casa, me acurruqué en la cama y apagué el teléfono móvil. Estuve esperando a que Regina o George irrumpieran en mi habitación gritando lo decepcionante que había resultado ser; pero nadie apareció. Quizás nadie había visto el vídeo de mi patética noche, aunque eso era tan probable como el hecho de que yo pisara la luna. Imposible. El vídeo se había hecho viral, Charlotte se había encargado de difundirlo por todas las redes sociales que conocía. Cuando amaneció, todas las personas en Kensington con teléfono móvil tenían una idea de quien creían que era. Los comentarios de mis redes sociales eran todo menos amables y yo no podía parar de repetir mentalmente aquellos que había leído. ¿Por qué todo el mundo era tan desagradable?

—¿Piensas quedarte ahí todo el día? —No escuché la puerta abrirse, pero Jenna no atravesaba paredes así que debió de abrirla en algún momento—. La bruja escarlata se ha marchado. Mi madre la ha mandado de vuelta a su guarida con chucho incluido —Me tapé la cara con las sábanas—. Es la hora del desayuno.

—No tengo hambre —Mi débil voz quedó apaciguada por las sábanas.

—No te he preguntado si querías comer, te he dicho que es la hora del desayuno; así que saca tu culo de la cama, baja a desayunar. Luego podrás seguir sintiendo compasión por ti misma —soltó cortante— o podrías darte cuenta de que no es para tanto.

—¡Todo el mundo ha visto el vídeo! —salté enfadada. Ella no comprendía por lo que estaba pasando, Jenna era la hija perfecta, modelo social. Seguramente que en Internet solo había fotos de ella haciendo cosas por la comunidad—. ¿Has leído algún comentario?

—Alguno —reconoció—. La gente es gilipollas, Ayla —Cerró la puerta detrás de ella y se sentó en el borde de la cama—. A todos les gusta hablar de las cagadas de los demás, sin importar cuanta verdad haya en esa historia, porque eso les hace sentir mejor con sus mierdas. Hoy eres tú, hace dos días era una chica que había salido del baño con la falda enrollada por detrás, hace un mes era Emily por haberse tirado a dos hermanos en una misma noche, hace un año era tu amiga Amanda porque casi se mata con los zancos que suele usar como tacones, y hace dos me tocó a mí, me pillaron vomitando en un cuarto de baño. La chica de la falda había salido corriendo porque su madre se había desmayado y la llamaron. Emily se acostó con los dos hermanos cuando ellos se lo propusieron. Amanda se tropezó con un cable suelto. Y yo soy intolerante a la lactosa. Pero para el resto del mundo fuimos una despistada, una zorra, una torpe y una borracha.

—¿Te pillaron vomitando en un inodoro? —Salí de mi escondite y me senté en la cama, mirando la expresión de Jenna que negó con la cabeza.

—En el suelo —Hizo una mueca de desagrado—, no llegué a la taza del inodoro, ni siquiera me dio tiempo a cerrar la puerta del baño. Todos me vieron vomitar. Fue una mierda y un poco asqueroso que circularan fotos mías echando la pota; pero la gente se olvidó de mi cuando le echaron una foto a un tío durmiendo abrazado a una botella de Jack Daniels.

—Pero esto es diferente... —Seguro que los demás no tenían una madre que murió de una sobredosis después de varios años de depresión, ni acababan de descubrir que siempre pensó que su padre era la persona equivocada—. La gente parece odiarme —Me tapé la cara con las manos—. El chico del vídeo debe de odiarme... y su novia también.

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