«Ahora puedo decirte que tomé la decisión correcta, sin embargo no hay undía que pase sin arrepentirme de no haber tomado una opción diferente»
-Seven
CAPÍTULO 3. DESTINO A LONDRES.
Subir a un avión y no mirar atrás podría haber sido mi lema si no hubiera sido una cobarde patológica y una paranoica profesional. No podía creer que estuviera en un avión que sobrevolaba Inglaterra, mucho menos que fuera a convivir con los Daley. No podía creer que mi madre me hubiera mentido durante años y mucho menos que lo hubiera descubierto por darle un puñetazo a alguien. ¿Me hubiera subido a ese avión si no hubiera estado castigada? No lo sabía, lo único que sabía era que me había costado mucho subir a él. Por un lado, no quería dejar España atrás; pero, por otro, tampoco quería seguir viviendo el tipo de vida que tenía. Así que, pese a haber estado aterrada, estaba sentada en el avión. Y, aunque miré atrás, terminé aterrizando en Londres; donde un todoterreno negro de cristales tintados me esperaba. Estaba segura de que no a todo el mundo lo recogía un coche en la misma pista, de igual forma, estaba convencida que no todos viajan en aviones privados. Hice mi mayor esfuerzo por no flipar, pero los Daley me lo pusieron complicado.
—Señorita Daley —Después de mucho papeleo, aquel era mi nuevo apellido y aún no me había acostumbrado a él—, bienvenida a Inglaterra, espero que haya disfrutado de un vuelo tranquilo.
—Gracias.
—Permítame. —Me abrió la puerta de atrás e introdujo las pesadas maletas en el maletero, mientras yo me acomodaba en los fantásticos asientos de cuero negro.
—Joder... —murmuré en español. Empecé a flipar cuando me di cuenta de que los asientos tenían calefacción, había una televisión, el techo era de cristal e, incluso, había una nevera repleta de refrescos.
—A su derecha tiene el mando de la televisión —Me informó el conductor desde su asiento—. La nevera está llena, coja lo que guste. Si tiene hambre, en el asiento del centro hay un compartimento con un par de sándwiches recién hechos. Puede tomar lo que desee, es todo para usted.
—¿En serio?
—Completamente, señorita Daley —arrancó—. Encima de la nevera tiene una tarjeta SIM nueva para su smartphone. Tanto el número como la contraseña están escritas en la libreta que hay a su lado. Los números de la familia Daley han sido previamente grabados, así como los números de emergencias. También tiene anotada la dirección de su nueva casa por si alguna vez la necesita. Aunque, si no sabe cómo volver, siempre puede llamar y alguien irá a por usted —Abrí la boca, pero ningún sonido salió de ella—. Nos tomará media hora llegar a su casa, señorita Daley, póngase cómoda.
Era difícil ponerse cómoda en aquel momento. Mi curiosidad me impulsó a toquetear todos los compartimentos y objetos de la parte trasera del coche; pero no toqué la comida, eran las siete de la mañana, mi estomago aún no se había despertado. Miré por la ventana, jugué con las luces leds que iluminan el amplio espacio y regulé el grado de opacidad de los cristales traseros con el mando. Estaba segura de que, pese a llevar media hora curioseando, aún me quedaban algunas funciones por descubrir.
—Ya hemos llegado, señorita Daley.
Pegué la cara al cristal de la puerta. La casa estaba cercada por un gran muro blanco con una gran puerta de hierro negra y dorada. ¿Quiénes eran los Daley?. El coche se detuvo y me tembló estómago de terror. La puerta se abrió y una mano me ayudó a bajar del vehículo. Cogí aire y avancé dudosa hasta la enorme escalinata que conducía a un amplio balcón con baranda de mármol tallado. Arriba estaba la entrada principal de la Residencia Daley que parecía un palacete blanco con molduras y tejado azulado.

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Efímero
أدب المراهقين¿Conoces la sensación de no encajar en ninguna parte? ¿De ver como todo el mundo sigue hacia delante y tú te quedas estancada en un mismo punto? Así me sentí yo cuando mi madre murió, pensé que las cosas cambiarían a mejor tras su muerte; pero topé...