Capítulo 5

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«A veces es necesario aprender a mirar las cosas desde una perspectiva distinta»

-Desconocido


CAPÍTULO 5. DESCUBRIENDO A ESMERALDA.

La popularidad es un frasco de cristal precioso lleno de un líquido transparente que huele a mierda. La popularidad era un maldito infierno y no se la recomiendo a nadie. Pasé de ser la chica invisible del instituto, la extranjera apestada a la que nadie quería acercarse, a que las mandamases de la institución se pelearan, literalmente y a pesar de ser hermanas de sangre, por sentarse a mi lado en el comedor. ¿Te lo puedes creer? Stacy le tiró del pelo a Stephany para tirarla del asiento, Sammy empujó a Stacy lejos de mí y Stephany le cogió el pie a Sammy para impedir que su hermana se sentara. Verlo de cerca resultó un tanto violento.

Las primeras horas de popularidad molaron bastante. Mis seguidores de Instagram subían cada minuto, los me gustas y los comentarios ocupaban mi bandeja de notificaciones, los profesores se aprendieron mi nombre y los chicos de mi clase se dieron cuenta de que no era una planta decorativa. Pero la cosa dejó de ser divertida cuando la gente se empujaba por sentarse conmigo en clase o cuando me empezar a pedir fotos en el vestuario de las chicas mientras nos cambiábamos para educación física. ¡Fotos! ¡Fotos de mí! Al principio me pareció que era una broma, pero resultó que mi presencia subía popularidades.

Todos querían ser mis "amigos" y con "amigos" me refiero a utilizarme por mi nuevo apellido. Esa semana empecé a descubrir las ventajas de ser una Daley: mesa exclusiva en el comedor, platos especiales en la cafetería, no estar obligada a hacer los deberes y, entre otras cosas, que no te regañen por miedo a que tu padre cierre el instituto.

—¿En serio?

—Sí —Dada la creciente demanda sobre mi persona, acostumbraba a desaparecer a la hora del almuerzo y esconderme en el baño de chicas de la tercera planta. Allí podía disfrutar de mi desayuno sentada en la fría tapa del váter en un cubículo de un metro cuadrado con olor a ambientador de limón—. Pero no he dejado que se me suba a la cabeza.

—Ya. —rió Amanda a través del auricular del teléfono.

—¡De verdad! Es agobiante. Y lo peor no es el instituto. Oh, no, los adolescentes hormonados son santos en comparación con el mundo exterior. El otro día me estaban esperando unos fotógrafos a la salida del instituto, querían saber quién era la nueva adquisición de los Daley —resoplé—. Hablaban de mí como si fuera un objeto.

—¡Bienvenida al mundo de los niños ricos! —bromeó mi amiga—. ¿Por qué te crees que la gente como nosotras suele estudiar en internados? ¿Acaso pensabas que tú hermana o yo estamos tan lejos de casa por gusto?

—Pues no... pensaba que era una táctica paternal para sacaros de en medio la mayor parte del año y no tener que soportar vuestras crisis emocionales y caprichos propios de adolescentes consentidos.

—Ja. Ja. Muy graciosa. Eso también; pero, sobre todo, es para que podamos hacer vida normal. El internado está en el culo del mundo, la población más cercana está a media hora en coche. Los paparazzi no nos tienen tanto cariño como para venir hasta aquí y arriesgarse a no conseguir nada. En cambio, Londres es su mina de oro y tú, amiga, eres la atracción estrella del mes.

—Genial. —ironicé.

—No te quejes. Podría ser peor.

—¿Peor como qué?

—Podrías ser una adolescente con un pasado turbio que la dejó tocada, relacionado con el mundo de las drogas, el sexo y el alcohol. Entonces, amiga, serías carnaza para los buitres de los reporteros —tragué saliva—. Pero solo eres la chica con suerte que fue adoptada por una familia rica. Eres el cliché de rica a pobre; pero la versión aburrida porque no hay nada de romance.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora