Capítulo 10

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«Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y el mal»

-Nietzsche


CAPÍTULO 10. MI NUEVO YO

Últimamente vivía con una sensación de vértigo constante, como si estuviese caminando por el borde de un precipicio. Tenía la impresión de estar cometiendo un crimen al callar que me encantaba caminar agarrada a su brazo por las ajetreadas calles de Londres, que se me encogía el corazón cuando me susurraba al oído que mi sonrisa era lo mejor que le había pasado o que sonreía como una gilipollas cuando lo veía bajarse del coche y caminar despreocupado hacía mí. Quería gritarlo a todo pulmón en la calle más concurrida de la capital inglesa, pero el temor a que algo tan frágil como nuestro futuro se esfumara, me aterraba de diversas maneras que, hasta entonces, había creído imposibles.

Lo nuestro era como un viaje en la montaña rusa más grande del mundo. Aterrador y adictivo, a partes iguales. Y, como cualquier atracción, no era eterno. Lo nuestro estaba condenado al fracaso desde el día que empezamos a salir, pero no iba a dejarlo marchar sin luchar, iba a retenerlo tanto tiempo como se me permitiese. Hasta que descubriese que yo no era ni tan guapa, ni tan inteligente, ni tan sofisticada, ni tan prometedora. Hasta que se diese cuenta de que no representaba cualquiera de las cosas a las que alguien como él podía aspirar y, de hecho, merecía tener.

-No deberías decírselo a Jenna -comentó Amanda al otro lado del probador-. ¿Vas a salir para que te vea o vas a quedarte a vivir ahí dentro?

Pasé una vez más las manos por el vestido corto, color celeste, de espalda baja y cola escalonada. No era un vestido que hubiera decidido libremente probarme, era demasiado elegante y bonito para mí; pero Amanda había insistido en que el corte me favorecería. No estaba demasiado convencida con mi reflejo en el espejo. Estaba tan nerviosa que no había pegado ojo y mi pelo, desde luego, había tenido días mejores.

-¿Por qué no debería decírselo a Jenna? -No pensaba hacerlo, iba a alargar nuestra secreta relación tanto tiempo como pudiese, pero sentía curiosidad.

-Le gusta Eric -Tragué saliva y abrí la cortina-. ¡Vaya, estás estupenda! -dijo antes de beber un poco de champán-. Vas a causarles una muy buena impresión a tus suegros, amiga, y seguro que a Eric se le pone dura solo de verte -Aparté la mirada, avergonzada por sus palabras-. A veces me olvido de que eres toda una puritana.

-No es eso -Me agarré el brazo derecho-. ¿Crees que Jenna intentaría algo con Eric aunque estemos saliendo? -pregunté temiendo conocer la respuesta. Una parte de mi deseaba confiar en Jenna, después de todo, habíamos hecho progresos; pero no éramos amigas y, desde luego, no había un vínculo fraternal entre nosotras.

-Supongo que sí -Dio otro sorbo de champán-. Jenna no es precisamente conocida por dejar escapar aquello que quiere, es ambiciosa y no le gusta perder. Además, ambas sabemos que no tiene el mejor temperamento del mundo. Si sumas el hecho de que te instalaste en su casa, robaste la atención que su padre nunca le prestó, tu reciente popularidad y lo de Eric... -Hizo una pausa-. Sí, creo que podría sentirse amenazada por ti e intentar quitarte a Eric.

-¿Y qué puedo hacer para que eso no ocurra?

-Bueno, aparte de llevar ese vestido a la cena con los Young e intentar no decírselo, siempre puedes confiar en que Eric no intentará nada con ella mientras satisfaga todas sus, digamos, inquietudes físicas y emocionales contigo -La miré angustiada-. Vamos, Ayla, lo de llegar virgen al matrimonio está pasadísimo de moda. Pero, si no estás lista, siempre hay otro tipo de cosas que se pueden hacer. No sé si me entiendes...

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