Capítulo 14

137 23 10
                                        


«Con una hábil manipulación de la prensa, pueden hacer que la víctima parezca un criminal y el criminal, la víctima»

-Malcolm X


CAPÍTULO 14. SIN ÉL NO ERA NADA.

Ser yo siempre fue una tarea difícil y, sin él a mi lado, era aún peor. Ni siquiera sabía explicar quién era como individuo, después de todo, no recuerdo haber sido algo distinto a una persona respecto a otra. He sido la hija de una drogadicta, la hermanastra de Jenna, la mejor amiga de Amanda y la novia de Eric. Cuando mi madre murió creí tener el poder de escoger quién ser, no obstante desconocía qué ansiaba ser hasta la llegada de Eric. Quería ser su novia y lo había deseado con tanta fuerza que, sin él, volví a olvidar quién era.

Él fue el primero en confesarme que era guapa. Creo recordar haber sido consciente toda mi vida de lo hermosa que, pese a todo, era mi madre y vagamente consciente de haber heredado parte de su encanto; sin embargo, hasta entonces, nadie se había atrevido a comentar nada bonito sobre mi físico o mi persona en general. Quizás nadie se planteó la posibilidad de serlo, o tal vez tuvieran demasiado miedo de ser juzgados por la mayoría, quien me había sentenciado a ser como Esmeralda.

Me escogió cuando antes nadie lo había hecho. Siempre supe lo complicado que era ser adolescente y querer encajar en una sociedad casi impermeable, algo imposible para quien intentara simplemente ser amable conmigo en mi instituto. Pese a que no todo el mundo aspiraba a ser popular, no muchos, por no decir nadie, estaban dispuestos a perder el poco reconocimiento social conseguido, por darme una oportunidad para demostrar ser algo más que la hija de una drogodependiente.

Eric demostró que podía ser una persona mejor. Creé una barrera física y emocional a mi alrededor, porque me aterraba la idea de salir una vez más herida. Me refugié en mi desaliñada apariencia y me escondí tras mi opaca personalidad. Sin embargo, a él le abrí las puertas. Le permití despojarme de esa salvaje apariencia, domesticarla y convertirme en una versión más femenina, más refinada. Me trasformó en aquello que nunca creí llegar a ser.

Egoísta, me centré tanto en mí que le di la espalda a él, rompiendo la promesa de no permitir que nada se interpusiese entre nosotros porque, sin ser consciente, yo misma me interpuse entre ambos. Salí perdiendo, perdiéndolo a él y perdiéndome a mí misma por el camino. La única yo que había apreciado, ya no existía sin él.

—Tú padre y yo nos marchamos ya, querida —Regina golpeó antes de entrar en mi nueva habitación, arrancándome de mis pensamientos—. Pareces un tanto distraída —Supongo que era su forma de expresar preocupación por mí— ¿Estarás bien?

—Claro, solo necesito acostumbrarme al internado. —Y a estar sin él, mi mitad más importante.

—George está hablando por teléfono, me ha pedido que me despida en su nombre —No me sorprendió—. La habitación de Jenna está al final del pasillo —Miró hacia la puerta—. Llámanos si nos necesitas.

—Claro.

—Nos vemos, querida. —dijo a modo de despedida antes de salir por la puerta.

Mientras deshacía el equipaje, nada escaso en comparación con la última vez que me había mudado, me permití volver a sumergirme en el doloroso mar de pensamientos que me había levantado dolor de cabeza. Echaba en falta a Eric con cada rincón de mi ser, pero él no se había pronunciado al respecto y sabía que no me correspondía a mí pedir ninguna explicación.

—¿Quieres que te enseñe el campus? —Miré por encima del hombro a Jenna, lamentando no haber cerrado con llave la puerta después de la marcha de su madre.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora