Capítulo 16

114 22 21
                                        


«Solo tú y yo, solo tú y yo, amor mío»

-Pablo Neruda


CAPÍTULO 16. LAS PRIMERAS GRIETAS.

Había sido un buen fin de semana, Amanda me había perdonado después de invitarla a pasar las vacaciones de invierto con los de mi clase y Eric había regresado a Inglaterra. Me explicó que no había podido responder a mis mensajes porque no tuvo tiempo y la cobertura no era la mejor allá donde fue. Me comentó que había conseguido cerrar un par de negocios que impulsarían, aún más, la empresa de su padres y que lo único que faltaba para conseguir sus metas era que George accediera a hacer negocios con él. Cosa que esperaba sucediera en breve.

—Seremos la empresa más grande de Inglaterra, no habrá competencia para nosotros y nos expandiremos por el resto del mundo —sonreí al ver su determinación—. Sé que suena ambicioso, pero no soy un cualquiera y no me pienso conformar con cualquier cosa. Voy a luchar por ello, sin importar las consecuencias porque el fin justifica los medios, ¿no? —Asentí, no muy segura de lo que quería decir con eso.

—Me alegro de que haya sido una semana productiva... —No me interesaban los negocios, no los entendía y era un poco aburrido escucharlo hablar de ello; pero me gustaba que él disfrutara hablando conmigo de ellos y la determinación de su voz cuando lo hacía—. Aunque te he echado de menos. —confesé.

—Lo sé —dijo totalmente convencido—. Supongo que habrás aprovechado para estudiar, ¿no? —Asentí, omitiendo las demás cosas que había hecho a lo largo de la semana. Una parte de mí quería decirle que Asher me había llevado a la pastelería y a comer para que no estuviera sola, que me había peleado con Amanda y que Jenna actuaba de una forma extraña. Pero me callé porque estaba segura de que lo molestaría con mis cosas de niña pequeña—. Eso espero.

—Claro. —confirmé antes de llevarme un buen trozo de tarta de zanahoria a la boca. Mi favorita.

—No deberías comer así, pareces una cerda —dijo tendiéndome una servilleta para que, avergonzada, me limpiara las comisuras de la boca—. Ni tampoco tanta cantidad, la tarta de zanahoria es una bomba de calorías y estoy seguro de que no quieres engordar más de lo que ya has hecho.

—Cierto. —solté el tenedor un poco apagada. Había engordado un par de kilos, pero, hasta que él lo dijo, no me paré a pensar que debía ponerme un tope para no comer más. Ya no era una niña, cada vez me costaría más quemar la grasa y no podía sucumbir a tantos caprichos.

—Lo sé. ¿Nos vamos? Tengo muchas que hacer y me gustaría llegar a casa lo antes posible —Me coloqué bien la falda del uniforme, normalmente baja vestida con ropa de calle, pero Eric había llegado inusualmente más temprano—. Dime una cosa, ¿todos los uniformes son así de cortos o eres a única que tiene la falda tan subida? —Miré hacia abajo—. Pareces una buscona. No es que quiera decirte que lo eres, pero me cuesta creer que las faldas de una escuela tan respetable sea tan corta.

—Todas llevamos las mismas faldas, tan poco es tan corta. —contesté algo inquieta. No quería que se enfadara.

—¿Y no hay pantalones en el uniforme? No me mires así, ponte en mi lugar, con esa falda parece que le estás dando a todo el mundo el derecho de mirarte las piernas. Nadie, salvo yo, debería tener ese derecho. Eres mía, lo sabes, ¿verdad? —Asentí.

—Solo tuya.

—Bien, en ese caso, usarás pantalones por mí. Vamos, tengo prisa —Asentí cogiendo mis cosas. Eric me agarró del brazo antes de llegar al coche y se acercó a mi oído—. Lo digo en serio, Ayla, no quiero volver a verte con esa puta falda.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora