«Cuando te vi me enamoré, y tú sonreíste porque lo sabías»
- William Shakespeare
CAPÍTULO 9. EL ARTE DE HACERTE SENTIR BELLA.
Mi corazón corría desbocado, mientras mis pulmones trataban calmarlo con respiraciones lentas y controladas por mi cerebro, donde navegan miles de ideas contradictorias. Cada centímetro de mi cuerpo luchaba contra la voluntad de mi voz interior que, aterrada, pedía a gritos que saliera corriendo en dirección contraria y me ocultara bajo las protectoras sábanas de mi dormitorio. La adrenalina había puesto en alerta a todos mis sentidos, pero no parecía haber ningún tipo de peligro. Estaba emocionada y asustada a partes iguales, mi interior era un torbellino de pensamientos y sentimientos completamente opuestos porque no sabía si iba a salir herida de aquella aventura, pero había decidido que no me importaba y pensaba arrastrar esa decisión hasta la última de las consecuencias.
Las palabras de Amanda, de Jenna y, sobre todo, de George habían sido como una bofetada que me advertía de los peligros de caminar por el cable colgante que había decidido cruzar con tal de alejarme todo lo posible de los errores de mi madre. No quería que el temor a convertirme en ella me condujera directamente hacia su personalidad. No quería vivir encerrada en un mundo desconectado del exterior. No quería limitarme a respirar. Quería vivir. Y llegaba muchos años tarde, así que tenía que ponerme las pilas si quería exprimir el mundo que me rodeaba y del que era parte.
—Hola —Le sonreí—. Te sienta bien, no dejes de sonreír —Aparté la mirada ligeramente avergonzada—. Eres aún más guapa cuando sonríes, aunque apuesto que ya lo sabías. Deben decírtelo mucho.
Tragué saliva y le miré directamente a los ojos. Tenía unos bonitos ojos azul grisáceo que no parecían estar burlándose de mí. Bajé la mirada por su ancha nariz lisa y paré unos segundos en sus finos labios antes de recorrer la curva de su mandíbula y seguir bajando hasta su elegante atuendo. Luego volví hasta sus ojos y sonreí nerviosa.
—Nunca nadie me lo había dicho. —Ladeó la cabeza y me observó, supongo que intentando decidir si creerme o no.
—Que injusticia —comentó completamente serio y yo me reí por la estúpida intensidad de su ronca voz—. Me alegro de que hayas decidido venir, pensaba que iba a tener que suplicar de rodillas para que me dieras la oportunidad de conocerte.
—¿Por qué? —dudé.
—¿Por qué? —repitió incrédulo—. Realmente no tienes ni idea, ¿verdad?
No lo sabía. Sí sabía que, pese a las palabras que me habían perseguido la mayoría de los días en España, no era la chica más horrible del planeta. Pero no era el tipo de chica a la que alguien se acercaría en la barra de un bar. No era el tipo de chica que impresionaba lo suficiente como para planear encuentros aparentemente casuales. Y tampoco emitía ese algo especial que sin ser una belleza te hace atractiva. Pero él, en cambio, reencarnaba todos los atributos de un hombre con un futuro prometedor y guapo. Así que dudaba de sus intenciones y, pese a ello, allí estaba. Luchando contra todas las barreras de protección tras las que me había refugiado durante años. Intentando comprender qué podía ofrecer al mundo y, sobre todo, averiguar qué había visto él, en una chica como yo.
—Estoy acostumbrado a que las chicas me persigan por mi dinero o mi apariencia; pero tú —rió— tú ni siquiera sabes quién soy. Me miraste como si fuera otra parte minúscula más del mundo, no sabes mi apellido y, realmente, pareces el tipo de chica a la que le importaría una mierda saber cuánto dinero tengo en el banco o quienes son mis padres —Me miró seriamente—. Y, no me vas a creer pero, me muero por comprobar si eres igual de hermosa por dentro que por fuera, quiero conocer lo que esconden esos ojos verdes.
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Efímero
Teen Fiction¿Conoces la sensación de no encajar en ninguna parte? ¿De ver como todo el mundo sigue hacia delante y tú te quedas estancada en un mismo punto? Así me sentí yo cuando mi madre murió, pensé que las cosas cambiarían a mejor tras su muerte; pero topé...