Capítulo 6

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«Hay tanta gente envidiosa que si les dices que te vas a morir... son capaces de matarse, para morirse primero que uno»

-Desconocido


CAPÍTULO 6. LA "QUERIDÍSIMA" TÍA CHARLOTTE.

—¿Puedo ir de negro? —cuestionó Amanda mientras leía la invitación de la fiesta de cumpleaños de Regina—. Es elegante, como Regina; pero no creo que el negro sea un color especialmente festivo. No quiero ir a un cumpleaños vestida como en un funeral. ¡Sería un verdadero desastre!

—Cualquier cosa te quedará bien —dije sincera desde su cama. Estaba mirando al techo mientras Amanda, que acababa de llegar del internado, revolvía su armario—. Regina nos va a volver locos a todos. ¡Qué suerte tiene Jenna de estudiar lejos de casa! George a pasado más tiempo de lo normal en su despacho o en el trabajo, y yo...

—Acaparas mi cama —terminó Amanda por mí—. No me quejo —rió—; pero es sorprendente la velocidad con la que has aparecido en mi puerta después de decirte que había llegado a casa.

—Ya... Lo siento. Debo de haber asustado a tu madre.

—¡Que va! Tonterías. Está encantada, como si te quedas a dormir... —Se giró de golpe—. ¡Eh! ¡Quédate a dormir! Mi madre ha cocinado lasaña versión receta secreta de la abuela —Bajó la voz—: Es una lasaña normal con un poco de guindilla picada. Mi abuela y ella no se llevan nada bien; pero está obsesionada con aparentar tradicionalidad. Si pudiera se tatuaría en la frente "Made in Mexico". ¡Y ni siquiera somos mexicanos! —Me reí al ver su cara—. Lo eran mis tatarabuelos. ¿Sabes? Lo más cerca de México que hemos estado es en Florida cuando tenía menos de tres años.

—Bueno... Está en el mismo continente. —comenté con una sonrisa.

—Sí... —murmuró triste, pero su rostro cambió al segundo—. ¿Qué me dices? ¿Te quedas a dormir?

Quería quedarme a dormir, nunca había pasado la noche fuera de mi casa, de casa de mi abuela, del centro de acogida o de la casa de los Daley. No tenía amigas lo suficientemente cercanas como para irme a dormir con ellas. En realidad, no tenía amigas. Era difícil tener amistades cuando ninguna madre quiere que sus hijos se junten con la hija de una reconocida adicta y mala influencia. Supongo que creyendo que era contagioso o algo por el estilo, que mi madre me había pegado la drogadicción y que yo se la pegaría a ellos. Pero lo entendía, entendía su recelo. Yo tampoco hubiera querido que mis hijos vieran el ambiente en el que yo vivía.

Me alegré de cruzarme con Amanda, que iba a la misma clase que Jenna; aunque lejos de ser rubia y con los ojos azules, ella tenía una espesa melena negra lisa y brillante. Tampoco se parecían personalmente, Jenna era seria y calculadora; mientras que Amanda parecía ser el tipo de persona carismática y risueña. Estaba encantada de poder ser su amiga.

—Está bien... llamaré a George.

—¡SII! ¡FIESTA DE PIJAMASS! —Amanda empezó a dar palmadas y bailar por toda la habitación—. Créeme, amiga, va a ser una de las mejores noches de tu vida.

Lo fue. Aunque a la mañana siguiente sufrí las consecuencias de tanta diversión, no había sido una buena idea quedarse despiertas hasta las cuatro de la mañana sabiendo que el chofer la recogería a las siete. Por suerte no habíamos probado el alcohol, porque lo último que me hubiera faltado aquel sábado de locos era una resaca más grande que rusia.

—¿Estás nerviosa por la llegada de Charlotte? —preguntó entre bostezos Amanda vía telefónica. Me había llamado nada más levantarse, unas horas después de que me marchara.

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