12. Una noche

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Alba

El sol seguía brillando sin ninguna nube de por medio cuando salí de casa esa tarde de jueves. Hacía un día estupendo, así que había aprovechado que no tenía que trabajar para dar una vuelta sola por Madrid.

Con mis auriculares puestos, me dediqué durante dos horas a observar las calles de la ciudad, llenas de gente, pero ni la música consiguió que dejara de pensar en algo a lo que llevaba días dándole vueltas.

Natalia.

No sabía qué me pasaba con ella. Era algo extraño. Llevábamos días ya en la misma habitación, y todo iba perfecto, pero el beso de aquella noche en la discoteca me seguía persiguiendo, y la conversación con María también.

¿Y si ella tenía razón? ¿Y si Natalia se separó sólo por mi estado de embriaguez? Me costaba concebir la idea de que yo pudiera atraerla. Pero María llevaba unos días en los que no paraba de hacerme creer que así era. Y yo estaba confundidísima.

A estas alturas, ya empezaba a tener claro que Natalia me gustaba, aunque fuera un poco. Cuando estaba con ella, tenía impulsos de hacer cosas que con mis amigas no hago.

A veces, cuando nos metíamos en la cama, mis manos me gritaban que necesitaban contacto con ella. Y lo peor es que Natalia estaba siendo muy cariñosa conmigo, y eso incrementaba mis ganas de besarla, que aparecían cada dos por tres.

Cuando llegué al portal del piso de nuevo, abrí, me detuve a esperar al ascensor, y llegué a una conclusión.

Me gustaba mucho.

Pero tenía miedo a enamorarme de ella.

Tenía miedo a que, si eso ocurría, no me correspondiera.

Pero, sobre todo, tenía miedo a perderla.

Se había convertido en una persona imprescindible para mí en poquísimo tiempo, y no quería que mis estúpidos sentimientos estropearan todo.

Entré al ascensor y me quité los auriculares, guardándolos en el bolsillo interior de mi tejana. Suspiré profundamente antes de entrar a casa.

-¡Julia, coño, que me des el puto mando de la tele! -cerré la puerta y observé a María corriendo tras Julia, dando vueltas alrededor del sofá.

-¡Me toca elegir a mí! -chillaba esta última.

Dejé la chaqueta en el perchero mientras me reía de la situación. Definitivamente amaba a mis compañeras de piso.

-¡Albi! -Natalia salió de la cocina con un bote de aceitunas en la mano. Se acercó y, con su mano libre, me revolvió el pelo.

-¡Naaaat! Me has despeinado... -dije, abrazándola.

-Sigues estando guapa -soltó. Agradecí que mi cara estuviera pegada a su pecho porque así no podía ver mi reacción a su comentario-. Oye -dijo, de repente-, hemos pensado que vamos a ir a jugar a los bolos, ¿Te apetece? -soltó el abrazo y me miró a los ojos.

-¡Sí! -contesté, mientras nos dirigiamos al sofá, donde estaban las demás. Marta tenía ahora el mando, y había puesto un videoclip de Michael Jackson en youtube-. Pero que sepáis que os voy a machacar -cogí una aceituna del bote que sostenía Natalia y me senté.

-Vaya, vaya, así que Alba Reche llega con intenciones de ganar... -dijo Julia.

-Pues sí, nenas -me levanté y, aprovechando que venía el estribillo de la canción, empecé a imitar los movimientos que el cantante hacía en la pantalla de la televisión, bromeando. Marta se levantó y se puso a bailar conmigo.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora