6. Expediente Warren

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Alba

Saqué las verduras de la sarten y las serví en los seis platos que había preparado a un lado, dejando lista la cena para las seis.

Marta y Sabela discutían en el salón sobre qué peli ver esa noche, ya que habíamos decidido ver una todas juntas.

Hacía días que la lluvia no dejaba Madrid y me empecé a preocupar porque eran las nueve y cuarto de la noche y ni María, que trabajaba, ni Natalia habían aparecido todavía, y estaba empezando a tronar fuertemente.

Llevé los platos al comedor y justo escuché el sonido de la puerta cerrándose. Fui a la entrada y recibí a las dos que faltaban con una sonrisa.

-...pues me ha dicho que vaya el viernes -decía Natalia, manteniendo una conversación con María de la cual yo no formaba parte-. ¡Hola, Alba! -dijo, cuando me vio. Me sonrió y me dio dos besos. Pude apreciar alegría por su parte en el tono que empleó y en sus ojos, los cuales me quedé mirando.

María nos miró unos segundos mientras dejaba su chaqueta en el colgador y alzó las cejas.

-¡Huele que alimenta! -dijo, al cabo de unos segundos, y se marchó al comedor. Natalia y yo fuimos tras ella y nos sentamos a la mesa para comer.

-¡Esta buenísimo, Alba! -chilló Marta, con la boca llena.

Le di las gracias riéndome de ella porque tenía restos de brocoli por los labios.

-¡No sabéis lo que me pasó el otro día! -dijo, de repente-. Es la cosa más vergonzosa que me ha pasado nunca -empezó a reírse como una loca, cosa que hacía que no pudiera hablar.

-Verás... -advirtió María.

-Es que... Ay, que me meo -se secó una lágrima y nosotras la mirábamos sin entender, pero contagiándonos de su risa, expectantes-. Estaba yo en un descanso del trabajo, y eso que me voy a pedir una hamburguesa porque tenía bastante tiempo, ¿No? -hizo una pausa para volver a reírse y cuando pudo recuperarse, siguió- Pues pido mi hamburguesa, y el tío me dice... -volvió a parar para coger aire.

-¿Qué te dice? -pregunté, impaciente, esperando que nos dijera que se tropezó e hizo el ridículo o algo por el estilo.

-Me dice "Que aproveche". Y le digo yo -cogió una bocanada de aire en medio de una carcajada-, y le digo yo "Hola".

Empezó a carcajearse como una loca y nosotras reímos ante la tremenda estupidez que nos acababa de contar.

-¿En serio, Marta? -María dejó su cubierto en el plato y la miró, riéndose. Las demás no podíamos dejar de reír por su manera de vivir la anécdota.

-Es que no lo entendéis -decía-. ¡Hola! Es que imaginaos la situación, por favor...

-Madre mía... A todo esto, ¿vosotras todo bien? -preguntó Sabela.

-Muy bien -dijo Julia-. He estado con Carlos.

-Yo he visto a un amigo de toda la vida de Pamplona que no sabía que estaba aquí viviendo -aportó Natalia-. Y creo que he conseguido trabajo.

-¿En serio? ¡Qué bien! -dijo Sabela-. ¿Y de qué?

-Tiene una escuela de baile... Bueno, sus padres la tienen y les hacen falta más profesores.

-¿Bailas? -pregunté, curiosa.

-Sí, bueno, bailaba con él. Hice ballet y contemporáneo muchos años. Y me ha ofrecido dar clase a los más pequeños.

-¡Eso es estupendo! -me alegré por ella y nos miramos sonriendo-. No sabía eso de ti.

-Hay muchas cosas que no sabéis... -dijo, moviendo las cejas divertida-. Pues me ha dicho que empiece el viernes, y me parece que haré todas las tardes menos los fines de semana.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora