17. Aabela no bengais prontp

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Natalia

El tren frenó a mi izquierda, y un cúmulo de gente empezó a descender de él.

Entre la multitud distinguí a una rubia bajita que cargaba con una mochila y un objeto bastante grande que no logré identificar.

-¡Alba! -chillé. Alcé mi brazo para que me viera pero no funcionó-. ¡Albi! -repetí. Esta vez pareció escucharme ya que levantó la vista y se dirigió a paso rápido hacia mí.

Cuando llegó, dejó el objeto, que como pude comprobar, era un transportín, en el suelo y me abrazó con fuerza.

-Hola Nat... -sostuve su pequeño cuerpo entre mis brazos y ella se alejó un poco y me cogió de las mejillas. Miró a nuestro alrededor para asegurarse de que no venía nadie conmigo y me dio un tierno besito en los labios-. Te he echado de menos.

-Yo también... ¿Qué traes ahí?

-Pues traigo a mi bebé -la miré con una mueca interrogante y ella sonrió-. Queen.

-¡No me digas que al final sí que se viene a vivir con nosotras! -me agaché y observé a la gatita gris que asomaba por la rendija del transportín.

-Pues sí, he convencido a mi madre -explicó, feliz.

-¡Qué bien! Me acuerdo de que María me comentó que a lo mejor venía, pero no me lo esperaba hoy.

-Pero... ¿Te parece bien? -inquirió, poniéndose seria de repente.

-¡Claro! Si llevo diciéndote que quiero conocerla toda la vida...

-Ah, ¿que nos conocemos de toda la vida y yo no lo sabía?

-Anda, tonta -dije, incorporándome y cogiéndola de la mano-, vamos a casa que son las siete y a las nueve tienes que cantar, que es domingo, ¿no?

-Sí... Menos mal que tengo confianza con los padres de Vicky y me han dejado estos días libres... Les debo una, porque estos días me han venido de maravilla -cogió a su gata y ambas empezamos a andar hacia casa.

-Qué guay... Buah, yo quiero ver Valencia.

-Pues a la próxima te vienes.

-¿En serio?

-Si quieres, sí.

-¡Sí!

Me moría de ganas de ver su tierra.

Seguimos caminando de la mano hasta casa. Había extrañado esos pocos días abrazarla y estar con ella a solas, así que el camino se me hizo muy corto mientras me explicaba su fin de semana.

- - -

-¡Pero si es súper cariñosa esta gata! -Sabela le hacía caricias a Queen, que estaba en su regazo medio dormida.

Alba, que estaba poniendo la cama del pequeño animal en un rincón del salón, se giró y asintió con la cabeza.

-Es la mejor del mundo.

-¡Es tan bonita! -exclamó María.

Yo contemplaba la escena desde un lado del sofá, admirando la sonrisa de Alba. Estaba muy contenta y eso se reflejaba en su rostro y me lo contagiaba a mí.

-Nat, ¿Me ayudas un momento? -Alba estaba entrando en nuestra habitación y, sin pensármelo mucho y sin hacer caso de las miradas curiosas de mis amigas la seguí y cerré la puerta detrás de mí.

-¿Qué pasa? -pregunté, acercándome a ella despacio.

-Nada... -murmuró, bajito-. Que me apetece tumbarme aquí un ratito contigo antes de ir al bar -se sonrojó un poquito y se sentó en la cama.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora