2. Y así nos conocimos

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Alba

-¿Tú eres Alba?

-Sí -se acercó a mí para darme dos besos y olí el característico champú de Sabela en su pelo.

-Yo Natalia, encantada -dijo-. Te he visto en el bar, cantas muy bien -me sonrió amablemente y yo dejé mi chaqueta tejana en el perchero.

-Gracias... -mis mejillas ardieron y agaché la mirada- ¿Has cenado? -pregunté, cambiando de tema. Me pone nerviosa cuando me dicen cosas bonitas. Además, era la primera vez que hablaba con ella y tengo que decir que me pareció muy guapa desde que la vi en el bar.

-Bueno, he comido un bocadillo mientras te he escuchaba, pero te acompaño, si quieres... -Natalia se rascó la nuca y se encogió de hombros.

-Vale -nos dirigimos a la cocina y empecé a prepararme una sopa de verduras. Ella se sentó en una silla delante de la mesa y me observó en silencio. Cuando acabé, me senté frente a ella y me miró fijamente-. ¿Quieres probar? -le ofrecí un poco de mi sopa con la cuchara.

-Gracias, pero te la dejo a ti, que tendrás hambre después de currar tanto -negó con la cabeza.

-Pues tú te lo pierdes, está buenísima -saqué la lengua.

-Creo que tendré tiempo de probar tus platos si voy a vivir aquí -rio.

-Te advierto de que ninguno lleva carne ni pescado, pero hago platos vegetarianos deliciosos -sonreí burlona. Seguí comiendo mi sopa bajo la atenta mirada de Natalia-. Oye, en serio, prueba esto, no te arrepentirás.

-Eres insistente, rubia...

-Un poco -volví a tenderle la cuchara y ella suspiró, remangándose la camiseta de pijama. Cogió el cubierto y se lo llevó a los labios con delicadeza. Me fijé en ellos, que eran finos y rosados. Puso cara de satisfacción y se relamió con la lengua. Me puse extrañamente nerviosa y aparté la mirada cuando me devolvió la cuchara.

-Tenías razón -asintió sonriendo y sus pupilas se clavaron en mis ojos, penetrantes-. ¿Cantas cada noche en el bar?

-No -respondí-. Solo los fines de semana, pero trabajo ahí de lunes a viernes como camarera. Bueno, menos los jueves -me limpié con la servilleta y me levanté a dejar el plato en el fregadero.

-Pero también estudias, ¿no? María me ha contado un poco.

-Sí, Bellas Artes. Pinto, o al menos lo intento.

-Me encanta el arte. Y tú cantas, pintas... Creo que nos vamos a llevar muy bien -dijo emocionada-. ¿Y tienes tiempo para todo?

-Bueno, más o menos...

Le expliqué un poco mi pasión por el arte y estuvimos hablando de temas sin importancia hasta que decidimos ir a dormir. Le di las buenas noches y me metí en la cama, que ahora compartiría con María, después de ponerme la sudadera que uso como pijama.

Natalia me había parecido una chica interesante y muy simpática. Al principio había tenido la impresión de que sería una persona un tanto distante y seria. Pero durante la cena, bueno, mi cena, percibí que era todo lo contrario. Sentí muchas ganas de empezar a convivir con ella y conocerla mejor.

- - -

Un ruido estrepitoso hizo que me sobresaltase, incorporándome de un golpe en la cama. Me levanté deprisa para ver qué había pasado y María hizo lo mismo. Llegué al comedor y me encontré a Sabela en el suelo junto a restos de lo que parecían unas tostadas de aguacate y platos rotos. Marta y Julia miraban la escena desde las puertas de sus respectivas habitaciones, María se reía a carcajadas y Natalia intentaba ayudar a Sabela a levantarse.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora