32. Llorona

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Alba

Los rayos de sol se colaban por las rendijas de la persiana, haciendo que no pudiera abrir mucho los ojos al despertarme.

Estiré mi cuerpo un poco y, después de mirar el reloj, me giré, topándome con los labios entreabiertos de Natalia y sus ojitos cerrados.

Me moví un poco para acomodarme con la cabeza en su pecho, y ella empezó a hacer ruiditos inentendibles.

-Buenos días, dormilona -murmuré, después de unos minutos en los que se dedicó a apretarme contra su cuerpo y a ronronear cual gatito mientras me daba besos en la cabeza.

-Albi... ¿Qué hora es? -dijo, con voz ronca y sin poder contener un bostezo.

-Las diez y media.

-Cinco minutitos más... -cerró los ojos y me pegó con más fuerza contra ella, con sus brazos rodeando por completo mi cintura.

-Nat... Me encantaría quedarme así para siempre, pero deberíamos hacer algo productivo -suspiró pesadamente porque sabía que tenía razón.

-Está bien -me soltó, cosa que aproveché para dejarme caer a su lado. Ella abrió sus ojos cansados y me sonrió-, pero dame un besito -puso morritos y enseguida junté nuestros labios.

Natalia se levantó y, después de estirarse, se dirigió al armario. Yo aproveché para coger mi móvil y mirar los mensajes. Pero no había ninguno importante así que lo volví a dejar en la mesita, justo cuando recibí un impacto contra mi cara.

-¡Natalia! -el objeto que había caído eran unas bragas negras.

-¡Perdón! -soltó una carcajada-. No querrás salir así... Que pondrás horny a todas las presentes.

-Si me sirve para ponerte a ti... Me conformo -le guiñé un ojo.

-Siempre me pones, pero no es el momento.

-Si tú lo dices -me encogí de hombros y me acerqué a ella. Pero la voz de Julia tras la puerta me hizo parar en seco, y por la cara de Natalia deduje que me había puesto roja.

-Chicas ¿Estáis aptas?

-Un momento -gritó Natalia, y me señaló la prenda de vestir que se había quedado en la cama. Yo la cogí y me la puse enseguida.

-Ya, entra.

-Venga, ¿Venís? Vamos a terminar de ver La Casa De Papel.

-Vamos -cogí a Natalia de la mano y seguimos a la gaditana hacia el comedor.

-Solo falta Marta...

-Ya voy yo -se ofreció María-, que quiero empezar ya.

Abrió la puerta del cuarto de Marta, soltando un grito de buenos días. Enseguida volvió a cerrar y comenzó a reir exageradamente sin a penas poder respirar.

-¿Qué pasa Mari? -pregunté contagiada por su risa.

-Nada, n-nada -intentó hablar sin mucho éxito.

-Madre mía -Julia se tapó la boca con las manos.

-¿Qué la ocurra? -dijo Nat.

María seguía riendo y cuando intentó explicarse, la puerta se abrió, y Marta salió acompañada de alguien, el cual no nos esperábamos que estuviera. Todas nos quedamos en silencio sin entender muy bien qué acababa de pasar, excepto María, que ya estaba llorando de la risa, pero intentaba disimularlo.

-¡Hombre, Paco! -exclamé finalmente.

-Hola... -dijo tímidamente el chico, colorado a más no poder.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora