37. Nena, lo que oyes

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Natalia

Dejé de sentir frío en mi espalda cuando un cuerpo que conocía a la perfección se amoldó a ella, rodeándome con sus brazos. Noté cómo su pelo rozaba mi nuca y su respiración me hacía cosquillas en el cuello. Al darme la vuelta, sus círculos dorados me observaron y su brillo chocó contra mis ojos, aún acostumbrándose a la luz que entraba por la ventana.

-¿Ya has tenido bastante siesta, bichito?

-Albi... Estás diferente -me fijé bien en ella y me di cuenta.

-Sí...

-¡Es verdad, que has ido a la pelu! ¡Ala, a ver!

-Ay, Nat... -se escondió en mi cuello.

-¡Amor, no te tapes, jo! Quiero verte... -levantó su cabecita y se apoyó en mi pecho con los antebrazos-. Dios, qué cambio...

-¿T-te gusta? -me miró y se mordió el labio, dubitativa.

-Estás preciosa, mi vida.

-¿De verdad lo crees? Es un gran cambio...

-Albi, estarías preciosa hasta rapada.

-No creo... -negó con la cabeza.

-De verdad, Alba, que estás guapísima con el pelo cortito. Me pones hasta más cachonda así.

-¡Nat! -golpeó mi pecho con suavidad- Qué dices...

-Nena, lo que oyes. Pareces más top aún.

-Qué mujer -suspiró y volvió a apoyar su cabeza en mi pecho-. ¿Podemos hacer algo? Es que llevo un ratito aburrida

-¿Y qué quieres hacer?

-Pues no lo sé. Estaba pintando para un trabajo de la uni... Pero tiene que ser algo original y lo mío no lo es -bufó-. No se me ocurre nada diferente...

-Pero si tú eres muy creativa... A ver, ¿De qué tiene que ser?

-Puede ser de cualquier cosa relacionada con el arte, como si quiero pintar una pared... -se encogió de hombros.

-¿Por qué no me pintas a mí? -sugerí, con una sonrisa traviesa.

-Es que a ti te he dibujado muchas veces, Nat -rio- y no quiero hacer personas, eso lo hago mucho.

-Pero me refiero a pintarme a mí literalmente.

-¿Qué?

-Puedes pintar mi cuerpo y hacer fotos chulas... Aunque yo no sea modelo, ni nada de eso.

-¡Claro! ¡Nat, es una idea buenísima! -exclamó, incorporándose de golpe y dejando ver todos sus dientes en una sonrisa enorme-. Pero... Te llenarías de pintura...

-¿En serio? Nunca habría imaginado que la pintura pintaba.

-Oye -golpeó mi brazo-, que lo digo por ti, imbécil.

-No me insultes o no te presto mi cuerpo, chulita.

-Vale... ¿Pero de verdad no te importa?

-Amor, claro que no. Es más, me hace ilusión.

-Gracias por la idea... ¡Voy a por las cosas! -saltó de la cama y desapareció por la puerta, la cual dejó abierta al salir. Eso me permitió ver las caras de Julia y Sabela que mostraban confusión ante la repentina energía de Alba.

-Es que está inspirada -dije.

Segundos después, Alba ya estaba de vuelta en la habitación y, cerrando la puerta con el pie, dejó su material en la mesita de noche. Me pidió que bajara de la cama porque, como no quería manchar las sábanas blancas, quería poner el mantel que usaba siempre que pintaba para no manchar su alrededor, ya que no era especialmente limpia haciendo arte.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora