Natalia
-¿Me estás diciendo que vamos a estar todo el finde aquí? -preguntó, cuando acabé de explicarle todo.
Asentí y me acerqué a ella, rodeándola desde atrás y dejando un beso en su coronilla.
-¿Te gusta?
-¡Me encanta, mi amor! -se giró y me besó con ímpetu, a lo cual respondí agarrando su cintura con fuerza-. ¿Qué hacemos ahora? -preguntó, con una sonrisa que brillaba más que las lucecitas que había colgado.
-Pues tengo pensadas unas cositas para después de comer... -dije, avergonzada.
-¿Qué cosas? -su tono denotaba entusiasmo, y yo no hacía más que sonreír por tener la oportunidad de estar a solas con ella por más de diez minutos.
-Vas a tener que esperarte, renacuaja, primero hay que comer.
-¡Pues vamos! -sin darme tiempo a reaccionar, me arrastró hasta la cocina, la cual no tardó en encontrar. Cuando llegó, frenó en seco y me miró seriamente, cosa que me hizo gracia porque su car no dejaba de cambiar de expresión-. Y... ¿Qué comemos?
No pude contenerme y solté una carcajada que le hizo sonreír. Después, me dirigí a la nevera, donde había guardado la ensalada de patata que Sabela me había ayudado a hacer, pero, por el camino, aproveché mi oportunidad para apretarle el culo.
-¡Ala, pero qué gratuito! -exclamó. Para aprovechar ella también, optó por devolverme la jugada mientras yo cogía el aceite de una bolsa que había dejado en el suelo y, con ansias, me estrujó el culo con ambas manos.
-Nena, aún no -dije, incorporándome mientras me mordía el labio y la miraba fijamente.
-¿Aún? -se acercó a mí cuerpo peligrosamente y siguió hablando con un tono sensual-. ¿Vamos a hacer... el amor? -dijo, alargando las vocales y hablando lentamente.
-Sí... No. O sea -titubeé-, que sí, pero ahora no. Ahora a comer... comida.
-Uy, ¿Y luego qué vamos a comer? -se aproximó aún más, haciendo que la botella que yo sostenía se resbalara entre mis dedos. Por suerte, o por desgracia, Alba pudo agacharse a tiempo para cogerla, flexionando sus rodillas, y quedando su cara a la altura de mi entrepierna.
-Alba... -suspiré, cerrando por un momento los ojos, cuando decidió soplar dirección a mi coño.
Ignoró el escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, y subió como si nada, dejando la botella de aceite en la encimera, que estaba detrás de mi, por lo que su boca quedó muy cerca de mis labios.
-¿Has hecho ensalada de patatas?- preguntó, sacándome del trance en el que me había dejado, enseñando todos sus blancos dientes.
-Sí... Sabela me ha ayudado a pelar patatas porque soy un poco desastre con eso.
-¡Jo... Gracias! Qué monas.
- - -
-¡Espera, espera! -exclamé, dejando mi tenedor en el plato ya vacío y levantándome-. No te levantes aún.
-Pero te ayudo a reco...
-¡Tú cierra los ojos! Por fi... -me hizo caso y con sus manos se tapó la cara.
Volví a abrir la misma bolsa de antes y saqué, con cuidado, lo que estaba buscando para dejarlo en la encimera. Cogí una vela y el mechero favorito de María, el cual le había robado en un intento de que dejara de fumar de una vez como nos llevaba prometiendo semanas.
Encendí el mechero a la vez que tosía para intentar amortiguar el ruido que hacía, y prendí la velita. Después, cogí el pastel y avisé a Alba de que abriera los ojos.
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Etéreo - Albalia
Fiksi PenggemarHistoria ficticia en la que una chica llamada Natalia se muda con sus tíos a Madrid hasta que conoce a María, una chica que le ofrece la oportunidad de ir a vivir con ella y sus cuatro compañeras de piso. Entre esas amigas se encuentra a Alba Reche...