2. [Ni en tus sueños, pendejo.]

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Le di una calada a mi cigarrillo y luego lo tiré al piso mientras lo aplastaba con una de mis zapatillas. Me recosté contra un árbol cuando el cansancio me venció y decidí descansar un rato.

―¡Tommo! –Escuché la voz de Liam a lo lejos. Abrí los ojos y lo encontré viniendo hacia mí con Niall a su lado.

―¿Qué mierda quieren? –Les dije mientras mis párpados cubrían mis orbes azules. Empecé a respirar pesadamente y sentí que me tocaban el hombro.

―Somos tus amigos, ¿no? –Estuve a punto de contradecirlos pero llegué a la misma conclusión. Menudo par de idiotas. Son lo único bueno que tengo.

―¡Vamos, marica! ¡Tenemos muchas cosas por hacer! –Gritó Niall animadamente. Le pegué en el brazo y comenzamos a reír.

Nos dirigimos hacia nuestras motocicletas y emprendimos nuestro viaje hacia la casa del irlandés. Durante el trayecto millones de pensamientos surcaban por mi mente, entre ellos, un idiota que me arruinaba la vida y la existencia. Tal vez debería dejar de hacerme tanto problema por él. No tenía sentido.

O tal vez sí. Sí tenía sentido. No me iba a dejar dominar por un niño. Si él se metía conmigo iba a tener que saborear las consecuencias.

Nadie me iba a dejar en ridículo.

Y menos él.

Estacionamos en su fondo por protección y luego entramos a su hogar. Siempre me pareció muy acogedor a diferencia de mi casa que estaba siempre desordenada –debido a que mi familia no se inmutaba en decorarla de manera decente-.

Prefería pasar mis tardes aquí, con mis amigos, lejos de ese lugar en el que tenía que enfrentarme a mi realidad. Si no estaba aquí en el único lugar que permanecía mucho tiempo era mi cuarto. Lo mejor era que podía ponerle seguro; nadie me molestaba. Aunque ni siquiera sabía si notaban si yo estaba o no en casa… Al parecer no, ya que mis padres nunca me reprochaban vivir en la calle y nunca estar en ese enfermizo lugar.

Mi familia era una mierda y no me avergonzaba decirlo; peleas, maltratos, gritos, insultos, lágrimas. No sé si eso encaja mucho en la definición.

Nos sentamos en los sillones y esperamos a que el dueño trajera algunas bebidas. Luego de unos minutos de conversar animadamente con Liam, Niall entró en la habitación unas cuantas latas de cerveza. Luego de la quinta, ya estábamos completamente borrachos. No podía importarme menos.

―Hey, Tommo.–Era Liam el que habló.– ¿Qué te pasó hoy en la escuela?

Fruncí el ceño.

―¿Qué quieres decir? –espeté observando mi lata.

―No sé, hace años lo vengo notando pero nunca me animé a preguntar… –Mis ojos se encontraron con los suyos.– Siempre te pones a la defensiva cuando está cerca ese chico… Hmm, ¿Harry?

Mis hombros se tensaron al igual que mi mandíbula. La estaba pasando bien. La estaba pasando condenadamente bien hasta que tuvo que abrir la boca.

―Tengo… una… idea.–Dijo el rubio mientras la oración quedaba cortada entre sus labios por sus constantes ataques de hipo.– Vayamos a algún club, ya saben, tengo asuntos pendientes.

De pronto la escena que había pasado horas antes vino a mi cabeza y comencé a reírme mientras agarraba mi estómago. Solía pasar eso cuando bebía de más; me reía por todo. Y creo que esa era la razón por la cual me gustaba tomar hasta no saber mi nombre; para poder ser feliz. Para desestructurarme.  Se sentía tan bien poder ser joven por unos minutos y no el aburrido idiota de 18 años muy maduro para su edad.

Sabía por qué Niall había dicho eso. No era un capricho de alcoholizado ni nada que tenga que ver con eso. Siempre lo hacía, por eso lo quería. Él aligeraba las situaciones estresantes para que yo no perdiera los estribos. Y eso lo apreciaba mucho. Siempre estaba para mí.

Ese chico que ahora no podía dejar de dar saltitos internos era la única persona con la que no me comportaba como un imbécil.

Sin darme cuenta ya nos encontrábamos en un bar rodeados de chicas bailando cerca de nosotros, tratando de seducirnos. Casi nunca tenían éxito conmigo y con Payno –como me gustaba referirme a Liam- pero con Niall todo era muy fácil. Eran las 12 de la noche y mis amigos habían desaparecido entre la multitud. No me preocupaba su ubicación ya que de alguna manera sabía en qué andaban metidos. Una jaqueca invadió mi cerebro, comprimiéndolo con fuerza, y decidí volver a casa. Era mejor no molestarlos en su busca de chicas.

Salí por la puerta trasera del pub que daba al callejón donde mi vehículo estaba estacionado. La adrenalina recorría mis entrañas y no podía pensar con claridad. Sentí mi cuerpo estamparse con una figura más alta y voluminosa. Me tensé al sentir sus rulos rozar mi piel; ya sabía con el idiota con que me había chocado.

―Ve por dónde caminas, inútil. – Su gruesa voz resonó en mi cabeza. Ante el movimiento en falso, yo había estado a punto de caerme y él había colocado sus grandes manos sobre mi cintura. Tuve inmensas ganas de golpearlo allí mismo. Mis músculos se habían tensado y mi mirada se había vuelto fría. Traté de calmarme. Nada bueno podía salir de esto. Bien podría romperle la nariz en este mismo momento pero, mis amigos ya me habían hablado de que tengo que controlarme en situaciones como esta. “Contrólate. Cálmate. Respira. Trata de no molerlo a golpes.”

Me acerqué a su oído.

―Que te den por el culo, Styles. – susurré. Podía sentir respiración en mi nuca lo que hizo que se me pusiera la piel de gallina. Apretó el agarre y me acercó a él. ¿Qué mierd…

—¿Qué dijiste? –dijo muy pausadamente.

Su tacto me estaba estresando asique me aparté de su estructura de un solo empujón. O eso intenté. Me sostenía con tanta decisión que lo único que logré fue alejarlo unos centímetros.

―Que. Te. Den. Por. El. Culo. –Repetí a punto de explotar.― Y suéltame.

No se inmutó en absoluto.

―¿Acaso te gusto? He dicho que me sueltes.–Reí cínicamente.– Te estas metiendo con la persona equivocada.

Estaba a punto de pegarle una patada en las bolas cuando él me dejó ir inesperadamente. Por el cambio de posición me tambaleé un poco. Su gruesa risa empezó a sonar en las paredes del oscuro y húmedo lugar.

―Ni en tus sueños, pendejo.– Dio media vuelta y se fue.– Ah, y por cierto… Se ve que no eres tan matón fuera de la escuela, flacucho.

Mis mejillas comenzaron a arder por la furia.

Maldito hijo de puta.

Nadie en su jodida vida me trataría así sin pensárselo dos veces.

Nadie.

Mis instintos se apoderaron de mí alimentando a mi ira como a una jauría de lobos. Mis impulsos, de por sí, eran muy fuertes como para ser controlados cuando estaba consciente y bajo los efectos del alcohol ya no había ninguna voz que me hiciera cambiar de opinión.

Me estaba perdiendo, ¡maldita sea!

Estaba perdiendo contra la bestia dentro de mí.

Iba a salir y yo no iba a poder hacer nada para  evitarlo.

Poseía piernas cortas pero con tres zancadas logré alcanzarlo. Se dio la vuelta mirándome desconcertado. No pasó mucho tiempo hasta que mi puño se encontró con su boca y caímos rendidos al suelo mientras desatábamos una lucha incontrolable.

☠ Pelea de Egos » Larry Stylinson ☠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora