Juan; veinticinco años; mejor amigo de Nicolás; agente inmobiliario; rehabilitado; felizmente en pareja (o eso le gusta decir).
El gato celeste que camina en dos patas y elabora trampas rebuscadas que siempre terminan saliendo mal no es más que un ser prisionero de su propia obsesión, auto impuesta para ocultar la mediocridad de su soledad en un mundo tan aburrido, pero tan violento como lo son las caricaturas, es tal el vacío que experimenta que abandona hasta sus últimos vestigios de dignidad para intentar atrapar al ratón con el que, al fin y al cabo, no tiene idea para qué lo quiere y siempre que lo consigue se sume en una abundante desolación por haber perdido a su compañero de guerras y el tal vez el único propósito que alguna vez tuvo.
—¿Qué? —inquiere Irene, mirándome como si estuviera trastornado y me doy cuenta que dije en voz alta mis propios pensamientos delirantes.
—Nada, creo la marihuana con la cerveza me pegó mal —murmuro, devolviéndole a Nicolás el porro. Él lo agarra con una sonrisa divertida y abre otra cerveza.
Me encuentro sentado en el sillón del departamento de mi mejor amigo, prestando atención a la televisión encendida en un canal para niños, que luego me percato que se trata de un canal de caricaturas viejas. ¡Viejas! Por el amor de dios, Tom y Jerry no es viejo, ¡es un clásico! Y debería seguir perdurando con el tiempo para alimentar los corazones alegres de los niños que vuelven del colegio agotados y se merecen una buena dosis de televisión, acompañado con leche y galletas de merienda, para disfrutar de una hora entera sin ir al baño, de trampas que desembocan en fracaso, ataques violentos y pianos cayendo de una ventana.
Me llevo una mano a la cabeza y suelto un suspiro profundo. Hacía mucho tiempo que no fumaba marihuana, la última vez fue en el cumpleaños de Alejo y había bebido tanto vino previamente que terminé vomitando todo el día. Le tuve que echar la culpa al cerdo acaramelado que había disfrutado en la cena para no quedar mal en el trabajo al que acababa de ingresar, gracias al socio de mi papá; lo bueno es que como tan solo se trataba de una resaca y no una intoxicación como les había hecho creer, regresé al día siguiente sintiéndome totalmente renovado y ellos lo tomaron como una muestra de sacrificio con el deber que me hizo sumar varios puntos con los jefes.
Estoy lo bastante loco como para no prestarle atención a los detalles de la realidad que me rodea, pero soy lo suficientemente consciente de la presencia de la peculiar muchacha correteando por el departamento de Nicolás, gracias a dios vistiendo ropa. Él reniega y se queja constantemente, la reprende cuando abre la nevera en busca de comida y haciendo oídos sordos de la negativa de Nicolás, saca el pollo frío envuelto en un plato grande y comienza a preparar sándwiches con aderezo. También descubre las papas, palitos y Cheetos salados escondidos en la alacena y los trae al salón, provocando un desquicie en Nicolás que me hace rodar los ojos, porque se que se altera no por el hecho de las migajas cayendo al suelo, sino porque tendrá que convivir con ellas hasta el lunes cuando venga la mujer del servicio a encargarse del trabajo que él no hace. Yo no me quejo porque fue amable de prepararme un sándwich para mí también, pero cuando enciende el preciado estéreo del dueño de la casa y comienza a elegir música, nos ensimismamos en una batalla de gustos distintos. Finalmente elije algo de rock que nos complace a todos, pero Nicolás no tarda en volver a renegar por una idiotez que ella le comienza a discutir y me levanto por primera vez desde que entré al piso para dirigirme al baño.
Soportaría todo ese espectáculo de matrimonio en crisis si no fuera tan evidente que por más que Nicolás chille, se queje, injurie y reniegue del comportamiento de la chica, ésta lo trae de una correa al cuello. Y es que es una morena espectacular, de piel trigueña y unos ojos tan amarillos e intensos que se te meten en lo más profundo del alma. O tal vez es la droga que me hace apreciar la belleza de lo simple con exageración. Aún así estoy lo suficientemente cuerdo como para saber que no es una mujer para llevar y traer como se te canta, porque la que se las trae es ella. Conocí mujeres así, como por ejemplo la rompe corazones Petra Collins, una chinita espabilada de mi barrio que se había desarrollado a los doce años, cuando los niños como yo todavía se comían los mocos e intentaban averiguar el misterio del sexo en las revistas de mujeres desnudas que escondía papá. Petra arraso con los sentimientos de muchos, les quitó la inocencia con gustosa diversión y cuando creció y se convirtió en todo una mujer de armas tomar, aburrida de arrastrar a sus amantes al profundo pozo de la promiscuidad, extirpó sus instintos más recónditos convirtiéndolos en personas del mal vivir. Petra era peligrosa y tal vez exagere al compararla con Irene, pero fue tan solo verla por primera vez en el registro con expresión aburrida, pero manteniendo la mirada atenta, y fue encontrarla de nuevo aquí corriendo desnuda por el estacionamiento, haciéndole ojitos al débil de mi amigo para transportarme a las caricias tramposas que Petra me confería cuando retozábamos en mi habitación a la hora de la siesta a escondidas de mis padres y las extremas locuras a las que me hacía aventurarme.
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La lección© [COMPLETA]
Любовные романыPasiones desbocadas, juego con drogas, un intento por madurar y la tendencia a meterse en muchos, muchos conflictos une a estos personajes que asisten a la escuela Sagrada Familia. ¿Su objetivo? Tratar de sobrevivir a los vaivenes de la vida y no mo...