Heroína

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Irene.

Pasar los días sin ir a la escuela debería ser genial, pero no lo es cuando tus amigos se encuentran lejos y tienes que quedarte en casa la mayor parte del tiempo. Las horas pasan lentas, actividades usuales que harías un día cualquiera de flojera resultan aburridas, los pensamientos afloran y el aire comienza a sentirse asfixiante. Necesito salir de las cuatro paredes de mi habitación. No tengo una casa pequeña, son dos pisos y un altillo convertido en la sala de juegos, un gran parque con piscina y una gran sala con un gran televisor. Todo muy bonito, grande y moderno como siempre lo quiso mi mamá. Se esforzó mucho por recuperar el estilo de vida que tenía antes de que papá nos dejara y con la billetera de Esteban pudo superarlo.

Lástima que sea una casa tan maldita. Caminar por los pasillos se siente como estar en un museo, el extremo orden y la obsesiva necesidad de higiene que tiene Esteban me enferman. Pero no me molestaría tanto si mi madre no se comportara como si toda la vida le hubieran molestado las migas en el sofá. Ambas sabemos que se ha quedado dormida en su propio vómito tras darse unos cuantos saques, que luego yo he tenido que limpiar y jamás se avergonzó por ello. Aunque si ahora se lo mencionara probablemente se quiera morir.

Muerta de hambre, salgo de la habitación por primera vez en el día desde que desperté. Ni siquiera bajé para desayunar porque entonces estaba Esteban rondando. Por suerte ya se fue a trabajar y mi madre se largó hace unas horas, pero está Nancy dando vueltas. Dejo la música reproduciéndose en la computadora en modo aleatorio y bajo a la cocina.

Lo hago descalza porque Nancy estuvo limpiando el piso y si me llega a ver con calzado le dirá a Esteban y se enojará. También intento no hacer ruido evitando que los escalones de madera chirríen. Me sostengo de la baranda para equilibrar mi peso e ignoro los cuadros con pinturas sin vida que mi madre ha colocado en la pared esperando darle un toque hogareño a la casa. No funciona, esas pinturas básicas de flores y jarrones apenas logran llenar el espacio vacío del muro. Hubo una época donde tuve la oportunidad de ver mi foto en un retrato familiar colgada en la pared. Pero eso ya no existe. Literalmente no existe, mi madre se encargó de quemar todas las fotos de nuestra familia y es el motivo por el cual no tengo fotos mías de pequeña.

Entro a la cocina con cuidado. No hay moros en la costa. Escucho el ruido de la aspiradora en el comedor y aprovecho para buscar comida. Encuentro una caja de cereales por la mitad que dejé yo misma la noche anterior y me preparo una chocolatada bien fría. La aspiradora deja de funcionar y antes de que Nancy aparezca, me apresuro por salir de la cocina y volver a mi habitación.

Llego con éxito en los últimos quince segundos de la canción que dejé sonando. Me he quedado sin porro, me he fumado las últimas dos tucas encontré en el bolsillo de una chaqueta y la ansiedad me llevo a acabar con la cajetilla de cigarros que debía durarme los próximos quince días y a comer muchas porquerías. No soy adicta, no se alarmen, pero las situaciones de estrés son muchísimo más fáciles lidiarlas estando fumada que estando careta. Y mi casa me genera mucho estrés.

La canción cambia sola y me dispongo a beber mi leche arriba de la cama con los cereales a un costado de mis piernas, sin importarme si las sábanas se ensucian. Es mi pequeña rebeldía dentro de casa, además de fumar. Agarro mi celular y me fijo si tengo mensajes. Le escribí a Brian pero el sinvergüenza no me respondió, así que procedí a molestar a Gonzalo. Éste último, como era de esperarse, me respondió a los minutos. Sonrío al abrir su mensaje.

Gonzi: 

Q onda??? Cómo va tdo x allá?

10:55 

Tú: 

Súper!

 Magda fue una genia al convencer a la dire 

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora