Frustración

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Candela.

A medida que el vehículo sube por la pendiente me entretengo admirando las residencias. Mis amigas siempre se asombran al conocer mi casa, soy consciente de lo grande que es para la mayoría y reconozco que mi madre siempre tuvo un gusto acertado para la decoración. Pero estamos a cuatro calles de la avenida, tan solo la cruzas y ya estás en el quilombo, las edificaciones suelen ir para arriba para no ocupar tanto terreno, es decir, no puedes tener un parque de mas de cuarenta metros cuadrados por supuesto y al estar tan cerca de la urbanización la seguridad no es muy buena, vale lo mismo si viviera en un departamento en el centro que donde estoy.

En cambio este barrio es distinto, la tranquilidad abunda, es pacífico, destila un aire puro y hogareño que me recuerda a las tardes en la quinta de mi abuela cuando la visitaba los veranos, los patios delanteros se mantienen todos perfectamente cuidados, nunca veré un tallo sobresaliendo del resto y bolsas de basura rotas en los canteros, los rociadores esparcen por el aire la dulce fragancia de las flores y los niños tienen espacio para jugar en las calles sin correr riesgo de ser atropellados por desquiciados en moto. Sería un lugar perfecto para tener una familia. Así también cuesta su dinerillo mantener la vida en este lugar, tener a tu propiedad aunque sea una baldosa te sale un sueldo en expensas.

Sin embargo, pronto vuelvo a recordar hacia donde me dirijo y el dolor de estómagos regresa. El auto sigue andando a una velocidad moderada, me doy cuenta que el chofer conoce el barrio porque saluda con un gesto de la cabeza a un oficial de seguridad que se nos queda observando con profundo escrutinio hasta que corrobora que somos personas confiables. La residencia de los Nogoya está llegando casi al final del camino, presentada por una larga extensión de terreno. 

Le aviso al chofer que debe continuar por el camino marcado para los vehículos y con una maniobra ralentiza la velocidad, pudiendo así a avanzar con cuidado adentrándose al terreno. Se detiene delante de las grandes rejas y hace sonar la bocina tal cual le pedí. Le pego lo que le debo y me bajo del auto.

Franco sale de su casa sin camisa y descalzo, lleva unas bermudas playeras y el cabello revuelto. Me gusta vérselo más crecido, la última vez que se lo cortó tenía el pelo al ras favoreciéndolo en lo absoluto con ese tinte rubio que un día le dio por hacerse. Presto atención a su expresión, tratando de descifrar si se encuentra de buen humor o si al contrario debo ir con cuidado. En la conversación por teléfono parecía emocionado por verme, pero me ha demostrado en numerables ocasiones que puede cambiar de humor en menos de un parpadeo. 

—Nena, estás aquí —dice, sosteniendo mi rostro para besarme. Al separarnos, detiene al taxi que se estaba marchando con un silbido y se acerca de una corrida.

Miro extrañada lo que hace.

Franco se inclina y mete su brazo por la ventana, entregándole unos billetes. El tipo le hace un gesto de agradecimiento y continúa su camino. Arqueo una ceja con la pregunta explicita en mi cara.

—Se merecía la propina por traerte hasta aquí, después de todo le hicimos cambiar el recorrido —explica, volviendo a mí, me toma de la mano y entramos a la casa—. ¿Ya le inventaste algo a tu mamá? 

—Le mandé un mensaje para no tener que oírla, le había dicho que iría a cenar y detesta ser plantada con la comida, ni que fuera ella la que cocina.

—Bueno, tranquila. Ahora estás conmigo —dice, acariciándome la mejilla con la otra mano—. Yo estaba jugando un poco en la compu cuando llegaste.

—¿Caí en algún momento importante? —consulto sonando interesada, aunque en mi cabeza utilicé un tono sarcástico.

—Unas misiones que se me están complicando, pero nada que no pueda superar. De todas formas no me importa, ahora estás aquí y es lo que realmente me interesa. Tengo pelis nuevas que me trajo mi hermana y esas cosas ricas que te prometí. ¿Vos me trajiste algo rico a mí? —Su voz adopta un tono sugestivo que pateo disimuladamente para no ir tan pronto por ese camino.

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora