Las estupideces traen consecuencias

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Irene.

El lunes por la mañana los pájaros cantan, alegres por los días soleados del florecimiento de la primavera, y así como todos se sienten mas animados, llenos de nuevos impulsos y pasiones desbocadas, yo me siento en mi máximo esplendor, repleta de empoderamiento, perfecto para lo que debo hacer. Hoy sacaré la artillería pesada, esa con la que tienes que hacerte cuando te encuentras en problemas y no hayas salida. Para mí siempre hay una salida, aunque a veces no sea lo mas conveniente para nadie. Y hoy trataré de sacar a mí y a Nicolas por una de ellas.

Ingreso tarde al salón, todos ya se encuentran sentados, pero es que el estúpido auto de Nicolas se quedo varado a mitad de camino y tuve que bajarme para tomar un taxi. Él se quedó tratando de hacerlo funcionar y en parte para trazar tiempo entre ambos y que no fuera evidente que los dos estamos llegando tarde por alguna razón en común.

Cuando llego al salón ya están todos sentados y la profesora escribiendo en la pizarra. Pregunto en voz baja si ya tomaron lista y Celeste me dice que sí moviendo su cabeza.

La profesora se da vuelta y me habla:

—¿Ya te anunciaste en preceptoría? 

—No, no vi a nadie en la oficina.

—Pues ve o te pondrán inasistencia —contesta con poca paciencia.

Dejo mi bolso sobre el banco y vuelvo a salir del salón. La planta está vacía como suele suceder las primeras horas de la mañana, ya todos se encuentran en sus clases, incluyendo los profesores y los que tienen clases más tarde todavía no han llegado.

Golpeo la puerta de preceptoría y nadie me contesta. Me preocupa donde puede encontrarse Magda, ella siempre está merodeando por lo salones cuando el día comienza. 

—¿Qué haces fuera de tu salón? —me pregunta Mari acercándose desde las escaleras. 

—Buscaba a Magda, acabo de llegar porque hay un corte en la Avenida Principal y me dijeron que ya tomaron lista —explico.

—Magda no está aquí, ella... —La secretaria de la directora se aparece y llama su atención—. Sí Analia, ahora mismo te lo busco —le avisa, soltando un suspiro. La mujer la mira con apresura, pero con esas palabras se marcha. Mari vuelve a mirarme confundida—. ¿Qué te decía?

—Le explicaba que acabo de llegar...

—No eso. Digo sí, ahora te coloco la asistencia. Pero te buscan en dirección —me dice, entrando al a oficina. Luce agitada y sospecho que debe ser uno de esos días en los que la administración directiva está alocada con tareas.

Quiero preguntar donde está Magda, pero Mari anota rápido mi llegada y vuelve a salir de la oficina con lo que noto que son tres expedientes de unos estudiantes. No se les ve el nombre y me pongo nerviosa.

—Debes ir ahora —me ordena, al notar que continúo fuera de preceptoría papando moscas.

Confundida, asiento con la cabeza y bajo rápido por las escaleras. Me siento con la situación fuera de control y no me agrada. Al llegar a las oficinas de secretaría observo que Julio conversa con Horacio y beben café de la máquina. Mi presencia los alerta y sus miradas se vuelven demasiado atentas en mí. Horacio le dice algo al profesor y éste asiente con una mezcla de pesar y superioridad.

Me acerco al mostrador de la secretaria y aguardo a que deje de revolver entre los papeles de las fichas de lo cajones de abajo y se incorpore en la silla.

—¿Me buscaban por aquí? —pregunto, jugando con una pluma que lleva el nombre de la inmobiliaria que se encuentra en la manzana de enfrente.

—Sí, aguarda un momento, la directora te recibirá en su oficina —contesta, ajustándose la coleta de caballo rubia. Su camisa tiene los primeros botones desabrochados por lo mucho que se mueve deslizando la silla de un lado a otro por su sector de trabajo, y la zona T de su frente está brillante de sudor. Agarra una hoja cualquiera de la mesa y se abanica—. ¡Analía! —grita.

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora