¿Felicidad o calma?

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Irene.

Las personas son raras, pero no raras en el sentido de esos grupo de perdedores que se la pasan mucho tiempo solos en sus cuartos viendo animé y comiéndose los mocos mientras fantasean con encuentros sexuales que jamás podrán tener si no se vinculan con las personas. Sino raros en el sentido de la complejidad que abarca la cabeza y las intenciones de un individuo, raros por sus deseos y obsesiones tan profundas que algunas veces ni siquiera llegamos a comprender.

De pequeña me sentía un poco sola, el típico sentimiento de incomprensión y abandono por el que atravesamos todos los niños, nuestros padres son lo peor del mundo y nuestra vida muy miserable, típico. A veces son motivos estúpidos los que nos llevan a escribir melodramáticamente en nuestro diario diciendo que preferiríamos morir, ya sea por no poder ir al concierto de los Jhonas Brothers o asistir a la premier de Crepúsculo, o como que tu malvada madre no te permita salir con tu amiga porque la cree una zorra, que probablemente tenga razón, pero somos demasiado egoístas y arrogantes a esa edad como para lograr ver algo más allá de nuestra nariz. Otras veces ocurre por experiencias que suelen ser demasiados traumáticas para un niño, ya sea muertes, una nueva novia de papá, mudanzas a la otra punta del país, cambiarse de escuela o tristes divorcios. Como sea, creo que a esa edad todo nos parece traumático y si bien los psicólogos y los padres dicen que son procesos que debemos experimentar para prepararnos para la vida y volvernos más fuertes, lo cierto es que cada mierda por la que atravesamos, cada maldita experiencia nos queda marcado en lo más profundo de nuestro inconsciente y queramos o no nos acompañará por el resto de nuestras malditas vidas. Así que ahí tenemos, a todas nuestras vivencias que alguna vez nuestros progenitores nos hicieron creer que podríamos superar, cagándonos los días, influyendo de manera directa e indirecta en cada decisión que tomamos, o mejor aún, atormentándonos en nuestros sueños.

Lo ideal, para poder sobrellevar mejor la mierda en la que nadaremos a futuro es reconocer cual fue el primer factor que nos arruinó, sería bueno no tener que tardar treinta años para que algún día, ya casado y con hijos, te lo tenga que decir un terapeuta. Pero supongo que no todos son como yo. No quiero ponerme dramática pero confieso que mi primer error fue nacer, nunca se lo digo a nadie porque creerán que me puse depresiva o algo por el estilo y nada me molesta más que las personas que quieren "ayudarte" entrometiéndose; además, no creo eso solo de mi llegada, también es una miseria para todos los demas. ¿Por qué elegirías nacer? ¿Por qué traerías a un niño al mundo? Es horrible y solitario, y sí, ya sé que la vida tiene cosas maravillosas como lugares por explorar y comidas deliciosas que probar, pero seamos realistas, solo los adinerados pueden disfrutar de eso y son tan idiotas que se buscan otros problemas ellos mismos para sentirse a la par con el resto de la población, y es irónico siendo que su clase se basa en un sistema intrínsecamente elitista.

¿Que hay otras cosas en la vida? ¿Amigos, amor, familia? Por favor, háblame de eso mientras esperas una camilla que el sistema de salud no puede brindarte porque no puedes pagarla y debes agonizar en tu propia casa viendo como tu familia vende hasta los muebles para pagar los medicamentos sabiendo que al final del día nada de eso te salvará. Las personas no nos alimentamos con amor ni nos cubrimos de amistad cuando nos quitan nuestra casa y empujan a a rentar una habitación que sale más que el sueldo de mesera que te pagan, para ir a vivir con tu hija pequeña en una vecindad decadente que terminarás odiando.

Sí señor, el mundo es duro e Irene Guinever lo sabe bien, pero no soy la única soportando esta porquería. Conozco las marcas profundas que nos va dejando el lado oscuro de la vida, la mayoría de las personas creen que las superaron, convirtiéndolas en orgullosas cicatrices que pueden cubrir con una bonita máscara de esfuerzo y amor propio, pero en realidad siguen frescas, brillando en la superficie y mofándose de permanecer todavía en ti, y cuando menos lo esperas comienzan a sangrar. Es duro de oír, lo sé, nadie lo aceptaría de primera mano, pero tampoco podemos ignorarlo ¿verdad? Yo no puedo ignorar ahora mismo el rostro de Nicolás pretendiendo escuchar mi tonta justificación sobre porqué comencé a venderle píldoras de estudio a los nerds en la escuela. De alguna forma se fue convirtiendo en una historia sobre como obtuve las píldoras de Elena, no hay mucho detrás, solo ingresé a su habitación cuando nadie me veía y tomé sus calmantes, pero me gusta regalarle a las personas una película que puedan disfrutar en sus cabezas, así que me esfuerzo por ponerle algo de acción y suspenso a la trama. Se que a él le gustan, aunque suele mirarme con esa expresión suya de "no se si me estás mintiendo o realmente estás tan loca", suele curvar sus labios hacia arriba en una pequeña sonrisa extrañada y fruncir sus cejas de manera que se marca su frente mientras menea la cabeza y dice "no puede ser que lo hayas hecho".

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora