Irene.
Estoy hasta las pelotas de las personas, de sus estúpidas normas sobre dónde debes estacionar; de cómo debes que cruzar la calle, de los choferes precarizados que se ponen la camiseta de la empresa que les paga dos mangos de mierda para que ellos te miren mal mientras siguen de largo y te ven corriendo como una patética para tratar de alcanzar el puto colectivo, de las viejas que quieren pasar primero a todos lados aunque no hagan nada durante todo el día más que llenar el recibo del teléfono con llamadas a larga distancias, siendo que uno tiene que partirse las guindas desde la mañana para ir a estudiar y forjar en vano un futuro que luego le devolverá limosnas, y estoy cansada de que Elena me meta en sus problemas.
Esta mañana me desperté con numerosas llamadas de distintos teléfonos a mi celular. No suelo atender a contactos que no tengo agendado y mucho menos si figuran como privado, pero me extrañó la insistencia y no pude evitar alarmarme; tal vez Elena había tenido un coma alcohólico o había sufrido un accidente. No sería la primera vez. Pero de nada de eso se trataba. Unos tipos estaban buscando a mi madre porque les debe dinero y la muy idiota les dio mi número. Como que esos duros me busquen para hacerme algo por su culpa me va a conocer.
Para colmo Nicolás no pudo pasar por mí porque tuvo que mandar el auto al taller. Hace días que le vengo diciendo que algo se oye mal, pero no, el rata no quiere pagar un solo centavo y cree que metiendo mano por su cuenta es suficiente para considerarse un ingeniero automotor. Así que culpo el hecho de que esté llegando tarde a la escuela a Nicolás y a la mala gestión pública de transportes, y los metería junto con las viejas de mierda y a mi madre en una misma bolsa para mandarlos a la puta madre que los pario de una buena patada en el culo.
La puerta de la escuela está cerrada. Quiero abrirla pero parece que le han puesto llave. La golpeo fuerte y suelto un bufido. Segundos más tarde que parecen horas abren la puerta y aparece el rostro de Néstor, el conserje. Al ver quién soy me deja pasar, eso sí, con una mirada de reproche.
—¿Por qué cerraron? —increpo.
—La puerta se mantiene abierta solo diez minutos después del horario de ingreso, luego se cierra —responde con aire desinteresado.
—¿Desde cuándo? Llegue justo diez minutos después —explico, conteniéndome para no armar desastre.
—Al minuto diez se cierran, si hubieras llegado cincuenta y nueve segundos antes habrías podido entrar —dice y se marcha.
Tomo aire y lo contengo en mis pulmones, adodaría tener un cigarrillo para aguantarme el humo del tabaco hasta perder la consciencia. Lo expulso todo y me dirijo a paso firme al salón, pero al pasar por el patio observo que todos continúan allí formados escuchado a la directora hablar. ¡Genial!
No me gasto en buscar mi formación, me mantengo a un costado cerca de la fila de tercero. India y Carmella, dos chicas con las que comparto banca en la clase de deporte cuando no podemos hacer ejercicio, generalmente por excusas inventadas, me saludan. Ariana tiene la intención de hablarme, pero una profesora metiche que acaba de llegar la silencia.
La directora está dando un tedioso discurso sobre el compromiso con la escuela y el deber de comportarnos adecuadament. Visualizo a Nicolás en la otra punta del patio, entre la profesora Berenice y la secretaria Analía, asintiendo al monólogo de la directora como si estuviera de acuerdo con todo lo que dice, pero por sus hombros caídos y la punta de su pie que no para de golpear el suelo me doy cuenta que está hasta las narices de continuar allí parado.
—Entonces, chicos, seamos sensatos y traten de actuar de la mejor manera posible, como los estudiantes maduros y trabajadores que yo se que son. Ya no están en la primaria, y lo digo también para los primeros años, pueden ser los más pequeños de la institución pero ahora están en otra etapa, con mayores responsabilidades y deben comportarse como tal. Hace poco tuvimos una situación con un salón que no voy a decir cual fue: un alumno consiguió el examen que todavía no había tomado un profesor y lo repartió entre sus compañeros. Se me rompe el corazón de escuchar que fueron capaces de hacer algo así, y tal vez sus intenciones no fueron malas, digamos que fue una travesura... —Ante eso no puedo evitar reír. La preceptora Mari me mira mal y trato de contenerme—. Pero ustedes tienen que entender que aquí cada profesor y profesora e incluso cada personal del colegio, como las secretarias y auxiliares venimos temprano y hacemos ocho horas, a veces más, para que ustedes puedan estudiar y capacitarse, para prepararlos para su propio futuro. ¿De qué sirve si luego ustedes hacen esas cosas?
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La lección© [COMPLETA]
RomancePasiones desbocadas, juego con drogas, un intento por madurar y la tendencia a meterse en muchos, muchos conflictos une a estos personajes que asisten a la escuela Sagrada Familia. ¿Su objetivo? Tratar de sobrevivir a los vaivenes de la vida y no mo...